La angustia, tanto cuando se presenta en forma de crisis pura, como cuando se proyecta somáticamente o psíquicamente (fobias, obsesiones), es no solo la expresión de la culpa habida, sino también, y en mayor medida, el temor a la culpa posible y reiterable. Porque lo que angustia es el temor a ser culpable, una vez que el propio sujeto es sabedor de antemano que la angustia precedente deparó. Por eso, Kierkegaard que la angustia aparece ante la decisión, como posibilidad que por ésta aparece realizar el pecado. O sea, en la medida en que, al saberse decididor de la índole en nuestro hacer, se nos ofrece la posibilidad de un hacer indebido, del cual ya somos, responsables, cuando menos respecto de las consecuencia.
Castilla del Pino. La culpa
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