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Paz y Ciencia

jueves, 11 de febrero de 2016

Carl Rogers

Rogers practicaba una escucha empática, era cercano, cálido. No entraba en sus moldes juzgar ni etiquetar. No pretendía mantener la asimetría entre psicólogo y paciente.
Prescindía de teorías, tecnicismos e interpretaciones.
Acompañaba y notaba físicamente y psíquicamente que me ofrecía su mano para sortear la angustia y el miedo. En pocas sesiones, desaparecieron las inhibiciones e inseguridades, permitiéndome ir al fondo de los problemas.

Pocas veces he experimentado con tanta claridad que se cumplía la frase de Ralph Waldo Emerson: "Amigo es aquel con el que puedes pensar en voz alta".

Las palabras curan cuando, cuando están impregnadas de ternura, y amor. No incurro en exageraciones.

Carl Rogers apunta que es imposible llevar una vida plena sin una visión positiva de la existencia y una percepción de uno mismo.

La felicidad es únicamente brotar de la gratificación por obrar conforme a nuestro verdadero yo, que no debe con un yo idealizado que siempre nos producirá frustración, pues jamás estaremos a la altura de esa imagen hiperbólica.

El verdadero yo es otra cosa: es la identidad que creamos mediante decisiones libres, flexibles y realistas.

Cuando una persona advierte que es amada por ser como es y no por lo que pretende ser, siente que merece respeto y amor.

- La psicoterapia centrada en el cliente es un enfoque donde el concepto de pasividad refleja pasividad y sumisión.
- Según Rogers no hay enfermos sino personas con patrones disfuncionales en su vida.
- El enfoque busca apoyar sin ejercer presión.
- El reflejo debe salir del corazón, manifestar empatía, ser auténtico, para que sea clarificador.
- La aceptación incondicional significa admitir el derecho del otro a ser diferente.

El conflicto que surge entre distintas ideas o estilos de vida se resuelven con empatía.

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