Aferrarse de forma rígida a lo conocido y familiar, temer cualquier alteración de las normas de conducta interiorizadas, es característico de las personalidades compulsivas. El control, el perfeccionismo y el miedo a la muerte se encuentran detrás de estos comportamientos que pueden suavizarse aprendiendo a fluir con los impulsos naturales de la vida.
El deseo de permanencia es un anhelo muy temprano y fuertemente arraigado en todos nosotros. El contacto con aquello que nos resulta familiar y confiable en nuestra infancia es de enorme importancia para nuestro desarrollo. Es lo que permite que se desplieguen características específicamente humanas, nuestra faceta emocional y sensorial, así como nuestra capacidad de amar; nos permite aprender, confiar y tener esperanza. La permanencia y la repetición de las mismas impresiones son igualmente importantes para el desarrollo de la memoria, el reconocimiento, la experiencia, y para poder orientarnos en el mundo en general.
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