PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

viernes, 14 de octubre de 2011

Subjetividad en Psicoanálisis

Les dejo con un fragmento interesante de un artículo de El Psicoanalítico. Página web destinada al psicoanálisis, la filosofía, el arte, el cine y otras propuestas culturales.
Con el concepto de subjetividad se entrelazan aspectos fundacionales de la filosofía y del psicoanálisis, esta última diciplina recoge de la filosofía el concepto y lo anuda relacionándolo con la sociedad, la cultura, el arte y otras manifestaciones del sujeto en cuanto perteneciente a la cultura. Erich Fromm fue un autor destacado en estos derroteros de la reflexión entre Sociología-Freud-Sujeto.
Cabe destacar la expresión del kleinismo que hacen los autores. Ellos representan la imagen de Klein y su representación teórica como un desarrollo evolutivo centrado en posiciones de patología y de allí parten las fantasías, núcleo del trabajo kleiniano. Por tanto ella se centra en el Freud de lo endógeno y biológico, a la realidad interna dejando más al margen la realidad externa.
La realidad externa, el "environment", es a mi parecer, y siguiendo a Winnicott el origen de las estructuras psíquicas, tal vez Klein infiere y construye una teoría fascinante pero sin capacidad de ser contrastada por su alto nivel especulativo. Esta fue una de las críticas de Lacan entre otros. Y algo que enfrentó a Winnicott con su admirada Klein. Recordemos que Joan Riviere, analista de Winnicott y seguidora incondicional de Klein dijo que Winnicott hacía "teoría de su propia enfermedad". En aquellos años de la Sociedad Británica de Psicoanálisis triunfaba el kleinismo y Winnicott junto a otros destacados psicoanalistas se agruparon en el Middle Group, entre Klein (lo interno) y Anna Freud (lo externo). Sirva esto como información digulgadora. Para un texto más "refinado" de psicoanálisis lean el fragmento del artículo que les muestro. Se titula "La Subjetividad como punto de Fuga". El enlace es:
http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num7/subjetividad-grimblat-palazzini-subjetividad-como-punto-de-fuga.php


La subjetividad como efecto de prácticas sociales remite a su condición de marca que atraviesa a un sujeto en tanto éste está incluido en una serie de relaciones sociales que lo instituyen a través de las instituciones de la cultura. Por lo tanto opera más allá del sujeto en una relación asimétrica entre lo individual y lo colectivo, como efecto de significaciones imaginarias sociales articuladas, compuestas por discursos e ideologías socialmente instituidas, pero que, como ya señalamos, este existente cobra cuerpo sobre un psiquismo que deberá crearlo.

Por lo tanto, la configuración subjetiva de un sujeto da cuenta tanto de las instituciones sociales que lo atraviesan como de la constitución de las instancias psíquicas necesarias para crear el mundo. No solo implica la realidad representacional con la cual el sujeto piensa sus pensamientos, sino a la vez el modo con el cual interpreta y decodifica todo aquello que percibe y forma parte de su conciencia o puede ser susceptible de la misma. En tal sentido la configuración subjetiva no puede excluir las representaciones inconscientes que, anudadas y enigmáticas, también conforman la complejidad de un sujeto que siente, resuena, configura emociones, actúa y percibe el mundo afectado por lo que desconoce de sí mismo.

Toda percepción de la realidad es producto, en gran medida, de una anticipación interpretativa fundamentada en las formas sociales del conocimiento. A esta anticipación la llamamos ideología. Las teorías científicas no escapan a éste mecanismo, el Psicoanálisis tampoco. Por lo tanto, la comprensión del material clínico se ligará a los modos de comprensión e interpretación de un momento y un estado del conocimiento.

El planteamiento de la subjetividad como problemática psicoanalítica no tiene nitidez conceptual antes de los postulados de Lacan, quién lo introduce en el campo analítico como apertura hacia los bordes de problemáticas complejas. La fecundidad de las discusiones que inaugura deben ser reorientadas en función del debate de época que el genio francés instituyó, vale decir, el estatuto de las representaciones, su lugar en la tópica freudiana y la composición de una instancia psíquica capaz de ser reflexiva sobre sus representaciones.

El origen de las representaciones en Freud es pendular, el eje se desplaza por un lado desde una concepción del psiquismo cerrado, endogenista y biologizante hacia otra concepción abierta al otro y las producciones culturales. La segunda tópica como ejemplo de esto último, reposa sobre una apertura a lo externo desde un retorno a la teoría traumática, siendo el Yo depositario de identificaciones sociales, pero al mismo tiempo produciéndose un retroceso sobre una teoría pulsional que se vuelve a biologizar. Como máximo exponente de esta idea la pulsión de muerte es configurada como retorno a lo inorgánico. Una pulsión por fuera de la pulsión representable, como una ley general de retorno. En lo que Freud no pendula es en que la instancia reflexiva es el Yo. De lo que se desprende que no hay subjetividad posible sin constitución eficaz del Yo.

El kleinismo presentó el principal obstáculo hacia un concepto de subjetividad en la medida que tomó como principio situaciones patológicas interpretadas como base del desarrollo sano. Partiendo de una teorización netamente endogenista, las representaciones devienen producto de identificaciones proyectivas que tienen como función, por contigüidad y semejanza de objetos originarios (pecho y pene) elaborar angustias y captar objetos que constituyen el entramado de fantasías y defensas. Tal elaboración conforma simbolizaciones que operan por delegación de los objetos pulsionales innatos. De éste modo, el Yo se presenta como una formación defensiva más atenta a la amenaza pulsional que a la de la realidad externa.

La respuesta de la Psicología del Yo no se hizo esperar: sosteniendo la noción de un Yo libre de conflicto pretendió destrabar una patologización constante de una instancia reactiva al asedio pulsional, no obstante no pudo romper el cerco biológico- endogenista al sostener al Yo desde funciones adaptativas. Al mismo tiempo, desplaza el eje de complejidad que Freud se encargó de ubicar cuidadosamente en la segunda tópica.

Lacan busca replantear los fundamentos de esa discusión apoyado en la filosofía, la lingüística y la antropología estructural; rompe de lleno con el endogenismo ubicando un sistema significante que va por fuera del sujeto pero en el cual, deseo del Otro mediante, el sujeto se va a inscribir. Por lo tanto el objeto deja de estar dentro como patrimonio innato biológico y pasa a estar fuera de él, en una red significante sostenida en un circuito deseante desadaptativo. Es el sujeto entonces el que se posiciona ante el deseo del Otro y el Yo se ubicará en desconocimiento de aquello que -en tanto deseo del Otro- compone la base del inconciente del sujeto. Tal genialidad se ve opacada posiblemente por sus ataduras al Psicoanálisis clásico de su época que hace girar el conjunto de la clínica sobre el mecanismo sustitutivo del síntoma. Ya que al ubicar al Yo como mero efecto de alienación, su extremo se toca con Klein, no en la defensa del asedio de los objetos internos, sino en posicionarse ante el deseo del Otro. En síntesis, tanto para Lacan como para Klein, el Yo remite a una instancia reactiva, defensiva, vale decir interpretable en su conjunto de acciones bajo el mecanismo del síntoma.

Castoriadis [4] en cambio, profundiza un pensamiento sobre el sujeto como cuestión y como proyecto oponiéndose a toda simplicidad y dogmatismo. Nos invita a resituar al sujeto desde una estratificación que parte de la mónada psíquica y se extiende hacia la sociabilización de la psique. El sujeto no alude exclusivamente al sujeto de la enunciación en tanto deseo del Otro, esto sería quizás un solo aspecto del mismo, sino que enfatiza una categoría más extensa cuando sostiene una lógica magmática hecha de indeterminación y creación. La imaginación radical abre la idea de una combinatoria permanente y laberíntica de representaciones siendo la creación lo que define a lo psíquico a la vez que abre a la posibilidad de autonomía del sujeto.

Nos interesa enfatizar la incidencia de esta perspectiva de la subjetividad en relación a los modos de construcción interpretativa y sus derivados en cuanto a la finalidad del análisis. Si el sujeto no es el sujeto de la alienación, si su decir no sólo oculta lo que desconoce sino que también revela los residuos de la historia identificatoria que lo constituye su palabra no será vacía. Ser escuchado y escucharse, ser pensado y pensarse, abren una dimensión en donde la posibilidad de recrear lo vivido y de resituarse en función de ello implica la admisión de la categoría de cambio tan esquiva como descalificada.

El espacio analítico deviene así soporte posible desde donde historizarse y encontrar sentidos perdidos o nunca inscriptos, lo que arroja un plus de placer para tolerar el sufrimiento inherente a la vida, es trabajo del Yo investir la vida a pesar de la continua amenaza de sufrimiento [5]. Si a la vez que un sujeto dice, construye pensamientos, crea sentidos, reinscribe representaciones, moviliza los afectos, el trabajo analítico cobra un valor de circuito libidinal: el analista no sólo escucha, sino que se posiciona con su teorización flotante a fin de hilvanar desde el pensamiento conciente, deliberado o espontáneo, desde los recuerdos o los vacíos de palabras, los anhelos o la desvitalización, lo experienciado, lo vivenciado, lo histórico singular, la cultura de pertenencia, a fin de posibilitar enlaces representacionales. Las intervenciones, sean interpretativas o no, ofrecen representaciones para ser pensadas, para ser albergadas en el Yo. Se recorren así regiones que conectan un circuito de flujo representativo, trabajo que supone esta posibilidad efectiva en el analista y que también supone la capacidad de actividad deliberada por parte del paciente, según palabras de Castoriadis.

La subjetividad como punto de fuga [1]

Por Sebastián Grimblat y Liliana Palazzini
Sebastián Grimblat
Psicólogo, psicoanalista. Especialista en clínica institucional y comunitaria graduado en la escuela de post-grado de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Es profesor adjunto en Psicología Educativa I de la UNR. Actualmente Vicedecano de la Facultad de Psicología de la UNR. Tiene publicaciones en diversas revistas psicoanalíticas y de ciencias sociales con y sin referato.
sgrimblat@express.com.ar
Liliana Palazzini
Psicóloga egresada de la Universidad Nacional de Rosario. Psicoanalista.
Ex Miembro Activo de la Sociedad Psicoanalítica del Sur (Bs. As.)
Publicaciones: Movilidad, encierros, errancias: avatares del devenir adolescente; “Una foto color sepia…”. En “Adolescencias: trayectorias turbulentas”, M. C. Rother Hornstein (Comp.), Paidós, Buenos Aires, 2006
lilianapalazzini@cablenet.com.ar

No hay comentarios: