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Paz y Ciencia

martes, 11 de octubre de 2011

El inicio de una psicoterapia

La desconfianza, la sospecha, la suspicacia, la paranoidia y el contenido paranoide tienen un gradiente de menor a mayor gravedad. Este tipo de problemas del pensamiento han sido entendidos desde la psico(pato)logía excepto honrosas excepciones desde un punto de vista sintomático. Esto es, a través del discurso del paciente y de la relación con el profesional, éste último infiere el nivel de gravedad del problema.
Estos problemas que se presentan en la esfera cognitiva no deben aislarse del aspecto emocional del individuo, de su modo de construir el mundo y de su manera de conceptualizarse, esto último haría referencia al self y a la identidad del sujeto. Quedarnos en signos y síntomas sin profundizar en los motivos subyacentes es propio de trabajos como el coaching, que mediante unas herramientas muy precisas tratan de resolver problemas partiendo de un foco y haciendo responsable al coachee del problema, lo que se denomina "empoderamiento del paciente", que se haga responsable del paciente y marque un itinerario para llegar al objetivo valorando dimensiones como la voluntad que va a poner en ello.
En psicoterapia el trabajo es distinto, la diferencia fundamental es que se trata de integrar la biografía del sujeto en la situación problema porque todos tenemos un bajaje histórico, o como decía Eric Berne, unos guiones aprendidos que marcan nuestra vida. El problema de la desconfianza, sospecha, suspicacia, paranoidia y lo paranoide es una afectación a nivel cognitivo de algo más trascendente y relevante.
Algunos profesionales de la medicina y legos se jactan de lo propio de la psicoterapia dinámica y familiar. Me refiero a indagar en el núcleo familiar y relaciones interpersonales para entender el clima y/o medio ambiente de la persona. Además de todo ello es fundamental trabajar cómo la persona construye su propia imagen interna. Por ello, el terapeuta ha de servir como una especie de espejo del paciente para que esta persona se de cuenta de sus sentimientos, conductas y actitudes.
Ahora prima la inmediatez, la crítica hacia los servicios privados, la dificultad para reflexionar sobre aspectos íntimos y se prefieren consignas y consejos directos para solucionar el "motivo de consulta". No obstante, el motivo de consulta no suele coincidir con el conflicto o conflictos de la persona, se trata de un emergente que se ve y destaca por su incomodidad pero existe escondida, a nivel de "sombra", mencionando la jerga de Jung, aspectos que la persona desconoce, disocia o reprime y que afectan en la génesis del problema.
Deshacer ese ovillo es propio del trabajo de la psicoterapia. Para ello hay que trabajar en equipo, considerando que el terapeuta solo, sin un esfuerzo del paciente, sin que este tenga una firme convicción y voluntad de reflexionar acerca de sí mismo, no puede conseguir grandes hazañas. Para ello hay que realizar un trabajo previo que prepare al paciente para poder confiar e iniciar un trabajo psicoterápico.

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