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Paz y Ciencia

lunes, 15 de diciembre de 2008

Las psicosis y la vida

Me di cuenta más de una vez que en tales pacientes se oculta en el trasfondo una persona que debe definirse como normal y que en cierta medida es testigo. (...) En los enfermos mentales sólo es visible exteriormente la trágica destrucción y sólo excepcionalmente la vida de aquel aspecto del alma que se nos oculta.

Carl Gustav Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos.


Hablábamos de la muerte con buena aceptación. Pensar sobre la muerte requiere mucha fortaleza. El miedo y la memoria son motivos suficientes para impedir el acceso a ese territorio oscuro que viene a trazar la huella de la muerte. Comentaba la no-vida de un brote psicótico como elemento para pensar sobre la muerte, cuando "el capullo está deteriorado", porque el cerebro y el cuerpo alberga la psique.
En los brotes psicóticos el cuerpo está en otro plano, se navega por un terreno donde el peligro se cierne sobre el sujeto, todo lo que le acontece es peligroso y el contenido puede manejarle en ciertos sentidos. Desde lo megalomaníaco de ser un ser especial que recibe mensajes hasta escuchar voces que denigran a uno mismo. El brote psicótico es una ruptura con la realidad que implica perder el contacto con lo que rodea a otros para construir un mundo que se aleja de lo compartido. Existe una "introversión de la líbido", la energía psíquica se repliega hace el propio yo, empobreciendo la relación con el mundo. La psique empieza a estar gobernado por la angustia (psicótica), lo persecutorio y paranoide comienzan a gobernar el vínculo con el mundo. El mundo empieza a perder las tonalidades propias para empezar a cobrar valor lo proyectivo, la imaginación, la fantasía y la angustia encuentran salida a través de los sentidos, emergiendo con virulencia el poder "mágico" de la psicosis. Existen muchos tipos de tal forma que la expresión "brote psicótico" es una expresión general para reflejar la pérdida de conctacto con la realidad y la presencia de signos y síntomas psicóticos como las alucinaciones o los delirios.
Las alucinaciones y delirios, así como las sensaciones corporales, que vienen de afuera cuando son propias del sujeto que vive un desencanto en cuanto al exterior resultan de increíble claridad. Existe una definición algo ingenua tipificada en manuales categoriales, conciben el delirio y las alucinaciones como experiencias que no comparten los demás, creencias irracionales, irreales o ideas que no pueden ser contrastadas con la realidad. "El delirio tiene un fondo de verdad", no olviden esta frase.
El callar el contenido del delirio por la molestia es útil para estabilizar a la persona, otros piensan que un delirio mantenido produce daños cerebrales. Escuchar al delirio como hacía, por ejemplo, Carl Gustav Jung en la clínica de Zurich y con Bleuler es la forma de entender al sujeto, una vez conocida la enfermedad, porque el trastorno es parte pero no el todo. Esto en medicina y en psicología a veces se obvia.
Lo psicótico es algo perseguido y quebrado por el propio sujeto y su enfermar, la psicosis es un componente humano que no tiene porque estar ligado con la muerte o la violencia. La muerte es la propia psicosis, la mariposa deja el capullo para volar libre diría Kübler-Ross, pensemos en la muerte para entender la vida, las ideas no son caóticas y desordenadas como tampoco lo son los sueños. Tratemos de pensar lo que nos constituye como sujetos y pensemos también, por qué no, en Lacan cuando dice que la locura ayuda a comprender al hombre. Si tenemos una profesión "humanista" nos toca gustosamente escuchar a estos "enfermos" que viven la muerte despiertos. El reto está en trabajar para mantener una esperanza, algo que nos aferre a la vida, que nos mantenga despiertos y así, tal vez, la psicosis quede latente, esperando una fractura, una castración. No es una tarea fácil. Es penetrar en el inestable terreno de lo onírico, lo surrealista, afilemos los vasos comunicantes para entender y tolerar el monto de angustia.

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