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Paz y Ciencia

sábado, 26 de enero de 2008

Chiho Aoshima y Sueños Diurnos en la Fundación Miró

Chiho Aoshima (Tokio, 1974), uno de los mayores activos de Kaikai Kiki Corporation, la factory de Takashi Murakami, Andy Warhol japonés del siglo XXI. "Un día, alguien me dijo que mis obras le daban miedo. Así que fui a un templo a consultar a un bonzo. Él me aconsejó tener más conciencia de mis antepasados. Mis obras intentan transmitir lo invisible que impregna nuestra vida y espero aprender a captarlo cada vez más", explica Aoshima, en Barcelona, para inaugurar la exposición que le dedica el Espai 13 de la Fundación Miró, en el marco del ciclo ¡Kawaii! Japón, ahora, dedicado a los creadores japoneses emergentes.
Bajo el título Terror y seducción, la muestra reúne grandes impresiones digitales que revelan el fantasmagórico mundo de la artista, donde las preocupaciones de la juventud de las megalópolis orientales se mezclan con el peso de la tradición y del mundo de lo intangible.

{El Superflat es un movimiento artístico posmoderno fundado por el artista Takashi Murakami, quien está influenciado por el manga y anime. Este movimiento provee una interpretación "exterior" a la cultura popular japonesa de la post-guerra a través de los ojos de la subcultura otaku. En adición a Murakami, entre los artistas cuyos trabajos son considerados "superflat" se encuentran Chiho Aoshima, Mahomi Kunikata, Yoshitomo Nara, y Aya Takano. Además, algunos animadores de anime y algunos mangaka son considerados superflat, especialmente Koji Morimoto (y la mayoría de los trabajos de su estudio Studio 4°C), y el trabajo de Hitoshi Tomizawa, autor de Alien 9 y Milk Closet.}
"El budismo tiene diferentes aproximaciones a la muerte, según la escuela. Yo no soy atea, sólo indiferente, pero percibo continuamente lo invisible en mi vida cotidiana".
Con su silueta espigada y flexible, como las de las chicas que dibuja, se parece a un personaje de Banana Yoshimoto, joven escritora de culto en Japón y otros varios países. "Me encanta su obra y su forma peculiar de tratar los fenómenos inexplicables que rodean nuestra vida, de abordar la muerte desde una perspectiva positiva e integrar el mundo de los espíritus en la cotidianidad", explica.
"Mientras mi generación crecía delante de los dibujos animados, mis padres no me dejaban verlos porque los consideraban violentos, eróticos o demasiado tontos. Y se lo agradezco, porque me obligaron a refugiarme en un mundo de fantasías prohibidas".
"Hay sensaciones, como la inquietud y el misterio que transmiten unas nubes en movimiento, que no se pueden plasmar en papel, necesitan la animación".

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