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miércoles, 15 de marzo de 2023

BYUNG-CHUL HAN: CAPITALISMO Y PULSIÓN DE MUERTE

IG: @psicoletrazaragoza

Puede que todo acabe estallando, que el ser humano decida no esperar al meteorito, y mediante una serie de malas decisiones en cadena, uno haga y el otro se vea obligado a responder, y de nuevo caigan sobre la Tierra las bombas que tanto tememos, poniendo fin al capítulo humano en este bello planeta —el único que hemos conseguido poblar—. Desde las innovaciones de Oppenheimer y compañía, cuando las cosas se ponen feas, es plausible creer en el the end. Tendremos que vivir (o lo contrario) con ello. Pero en todo caso, entre que esto ocurre y no, lo que sí es más probable es que estallemos nosotros de puro agobio. Y este agobio no es solo exógeno: también viene de dentro. Tenemos el enemigo en casa: dentro de nuestra propia mente. Nosotros somos los quintacolumnistas más eficientes a la hora de sabotearnos el día y la vida. Ahora, cuando sentimos rabia por nuestra situación económica y laboral, en lugar de querer coger una antorcha, solemos proyectar la culpa hacia adentro: nosotros somos los culpables, por no saber suficientes idiomas. Si el sueldo es insuficiente, si no llegamos a fin de mes pese a trabajar cuarenta horas o cincuenta a la semana, es porque no estudiamos lo que tendríamos que haber estudiado. Hay una lista interminable de motivos por los que culparnos, de supuestos errores con los que podemos azotarnos hasta el ataque de ansiedad. El problema al final, en esencia, siempre somos nosotros, porque aunque ganemos lo mismo que casi dos décadas atrás pese a que todo sea mucho más caro, si hubiésemos sido más hábiles, más competentes, más competitivos, tendríamos un trabajo mucho mejor, o directamente, si hubiésemos invertido en viviendas o apostado por las criptomonedas como ese amigo nuestro que sí sabe ver las cosas cuando hay que verlas, ahora no tendríamos que preocuparnos por trabajar. El culpable siempre soy yo. No me he optimizado lo suficiente. No me he optimizado lo necesario. Yo, yo, yo. Por mi culpa, mi culpa, mi gran culpa.


Lo cierto es que este fenómeno tiene una explicación, una que el filósofo surcoreano nacionalizado alemán Byung-Chul Han sabe señalar y explicar de un modo muy claro a lo largo de toda su obra, y en concreto en el libro que hoy nos atañe, Capitalismo y pulsión de muerte. Artículos y conversaciones, de nuevo en el catálogo de Herder: “El problema es que esa ética [la ética neoliberal] es muy astuta, y por eso resulta tan devastadoramente eficiente. Me gustaría explicarle en qué consiste esta astucia. Karl Marx criticó una sociedad gobernada por un poder externo. En el capitalismo se explota al trabajador, y a partir de un determinado nivel de producción esta explotación por otros llega a su límite. De forma muy distinta sucede con la autoexplotación, a la que hoy nos sometemos voluntariamente. La autoexplotación es ilimitada. Nos explotamos voluntariamente hasta colapsarnos. Si fracaso, me responsabilizo a mí mismo del fracaso. Si sufro, si me arruino, el único culpable soy yo. La autoexplotación es una explotación sin dominación, porque se realiza de forma totalmente voluntaria. Y como está bajo el signo de la libertad es sumamente efectiva. Nunca se constituye un colectivo, un «nosotros», que pueda alzarse contra el sistema”. Sin duda, cometemos errores. Pero incluso cuando acertamos, somos esclavos de nuestro contexto. Leer a Byung-Chul Han es importante porque su mirada se posa sobre las enfermedades sociales que más nos afectan y que condicionan nuestras circunstancias por encima o por debajo de nuestra voluntad, que es muy limitada. Querer no es poder, ojalá. El concepto de fracaso, que por suerte todavía nos resistimos a importar de su cuna anglosajona, es un concepto perverso. Toda la retórica coach del caer y levantarse, del unas veces se gana y otras se aprende, y todas esos eslóganes de azucarillo, comparten una sustancia tóxica, la materia de la que está hecha el sufrimiento que describe el autor. Demasiada terminología del todos contra todos, del sálvese quien pueda, de lo bélico, para un mundo que necesita justo todo lo contrario. Y además, no son verdad. Su mirada, en esta ocasión, apunta también a sus miedos, aquellos que puede sentir alguien que corre el riesgo de sentirse un extraño en el que es, a todos los efectos, su país. No le faltan razones para sentir preocupación.

“Lo que hoy se necesita no es la desaceleración, sino una revolución temporal que haga que comience un tiempo completamente distinto. El tiempo que se puede acelerar es un tiempo del yo. Es el tiempo que me tomo. Pero hay otro tiempo, el tiempo del prójimo, el tiempo que le doy. El tiempo del otro como don no se puede acelerar. Es también inasequible al rendimiento y a la eficacia. La política temporal del neoliberalismo ha eliminado hoy por completo el tiempo de lo distinto, el don. Es necesaria una política temporal distinta. A diferencia del tiempo del yo, que nos individualiza y aísla, el tiempo de lo distinto genera la comunidad, e incluso el tiempo común. Es el tiempo bueno”. Insiste el filósofo en la idea de que el tiempo del que disponemos ahora es solo laboral. El tiempo del que disfrutamos —si podemos— es ese al que llamamos tiempo libre, que implica una realidad dolorosa, si uno lo piensa. Ese tiempo escaso, en todo caso, no deja de estar contaminado: los males del sueño afectan a una enorme cantidad de personas, que no logran descansar por las noches. Los límites de la jornada, ademas, se han difuminado: la autoexplotación y los canales de comunicación tipo WhatsApp van camino de borrarlos por completo. ¿Sabremos construir un tiempo nuevo, un tiempo mejor? Ahora, desde luego, no parece ser el momento. Eso de la crisis y la oportunidad no se contempla cuando uno piensa en el apocalipsis nuclear como algo no exclusivo del territorio de la ficción. ¿Nos han/hemos desactivado definitivamente? Seguramente no. Si algo nos demuestra la historia, no es que todo se repita, sino que somos capaces de avanzar hacia horizontes impensables. 

domingo, 29 de agosto de 2021

Reseña Byung-Chul Han


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                Instagram: @psicoletrazaragoza

Byung-Chul Han nació en Corea del Sur en 1959. Filósofo y teórico de la cultura, ha desarrollado su carrera como académico en la Universidad de Berlín.

Estudió metalurgia en la Universidad de Corea, en Seúl. Luego, para conseguir el apoyo de sus padres, con la excusa de prolongar sus estudios de ingeniería, en la década de 1980 se trasladó a Alemania para estudiar filosofía, sin saber el idioma. En 1994 obtuvo el doctorado en filosofía con una tesis sobre Martin Heidegger.

En el año 2000, se incorporó al Departamento de Filosofía de la Universidad de Basilea, donde completó su habilitación para ser docente universitario. En 2010 se convirtió en miembro de la facultad de la Universidad de Artes y Diseño de Karlsruhe. Y en 2012 consolida su carrera académica como profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de Berlín.  

Autor prolífico,  al punto de publicar una o dos obras al año desde 2007 a la fecha (aunque tiene varias publicaciones anteriores, desde 1999). En ellas, se orienta fundamentalmente a identificar los modos de construcción y deconstrucción de las prácticas contemporáneas, valores sociales y normas culturales del capitalismo en su modelo neoliberal.

Para entregar algunos elementos con los que comprender sus planteamientos, reseñaremos brevemente los libros “En el enjambre”, de 2013, y “Psicopolítica”, de 2014, en tanto que son una excelente síntesis de las obras anteriores y un anticipo de las postreras.  

En el enjambre

Se trata de un texto breve y de fácil lectura, por lo que se transformó rápidamente en un best seller. Entre las materias que aborda se encuentran: las redes sociales, la revolución digital y el internet, especialmente del sentido del vertiginoso crecimiento del mundo digital y de los medios electrónicos.

Para Byung-Chul Han vivimos un cambio de paradigma caracterizado por la falta de distancia, donde lo privado se hace público, es decir, la comunicación deshace las distancias y fomenta una exhibición de lo privado. A lo que se suma el hecho de que todo es imagen, cámara y anonimato. Paradojalmente, también hay una exacerbación de los afectos, las emociones, las vivencias personales…   

Actualmente, todos seriamos consumidores y producto a la vez. El medio digital hace de la gente productores activos. Su opinión se presenta sin intermediario, mutando la representación en presentación directa. El medio digital genera, asimismo, apariencia de cercanía. Pero, en el fondo, nos aparta del otro, nos quita el tacto y el contacto. Hemos pasado de la acción al tecleo, al acto de un clic. 

Se trata de la primacía de la imagen. Imágenes domesticadas en tanto que consumibles, que pierden, de este modo, su capacidad de decir la verdad.

Esto es expresión de la decadencia de la cultura y la erosión del respeto recíproco. En el enjambre digital no se tiene alma, ni espíritu; se es puro individuo aislado. Estamos en el anonimato, pero no es que seamos nadie, somos alguien anónimo, sin un nosotros…

El enjambre es, entonces, fugaz, y no desarrolla energía política. Es puro bullicio, que aparta el silencio. Por esta razón, las oleadas de indignación social movilizadas los últimos años, no tienen la capacidad de reconfigurar el espacio público. La indignación multitudinaria no puede escapar de la individualidad. Es multitud sin interioridad, aglomeración sin congregación. No hay multitud cooperativa, hay soledad.

Por todo esto, para Byung-Chul Han hay que redefinir y repensar la soberanía en tiempos de la red. Si se trata de soberanía, se trata, por lo tanto, del ciudadano. Pero en la actualidad el ciudadano se ha vuelto un consumidor. Consumidor que, por lo demás, está sometido al cansancio, al desgaste, al shock que genera el exceso de información. La fatiga es el síndrome de la época.

Ante aquello, Byung-Chul Han sólo vislumbrará la misma propuesta de Heidegger, que es, a la vez, la de Carl  Schmitt: volver al misterio y su silencio, que son lo opuesto a la sociedad de la información.

Una característica del enjambre es la hiperconexión de la comunicación digital, que es la base para la vigilancia y el control. En este punto, plantea su concepto de “psicopolítica”, que es la vigilancia, el control, pero no de lo exterior hacia lo interior (como el biopoder foucaultiano), sino desde el interior mismo. La psicopolítica mueve a los hombres no desde fuera sino desde dentro. Es el paso del big brother orwelliano (de la novela “1984”) al big data. El psicopoder lee los propios pensamientos y los controla. Y en este sentido, el big data es más eficiente que el big brother. El psicopoder supera al biopoder de Michael Foucault.

Psicopolítica

A pesar de que parecen temas complejísimos, la lectura de las obras de Byung-Chul Han son sencillas y breves, agradables y hasta entretenidas. A la vez, detecta muy bien las problemáticas contemporáneas y mantiene cierta profundidad analítica.

En “Psicopolítica”, el autor surcoreano, plantea que la libertad, hoy, se ha convertido en coacción. Y en medio del enjambre de la red digital, la libertad es ilimitada. El neoliberalismo, que es el modelo político, económico y cultural que domina la actualidad, es una mutación del capitalismo que transforma al trabajador en empresario, en emprendedor, y lleva al individuo a explotarse a sí mismo. Este en el sujeto neoliberal.  

El neoliberalismo ha logrado transferir la vigilancia del big brother a los propios individuos por medio del big data. En la vigilancia neoliberal el sujeto se expone y de este modo se autovigila y se transparenta. La transparencia, dice Byung-Chul Han, es un dispositivo neoliberal, con el que se desinterioriza a la persona. Con suficientes datos se podría entender todo. El smartphone, por ejemplo, es un aparato de vigilancia y confesionario móvil.

El poder adquiere una forma permisiva, ofrece un marco para la libertad, no opera de frente contra la voluntad, no reprime sino que seduce. El botón de “like” es el símbolo del capitalismo neoliberal.

El poder disciplinario utilizaba la reclusión, por medio de instituciones como la cárcel, el manicomio, la familia, la escuela, etc. Aquellos son los dominios de la biopolítica. Pero ahora se ha dado un paso a la psicopolítica. Se ha ido más allá de Foucault y su poder disciplinar, el biopoder…

Optimización, competencia, iniciativa, rendimiento, son algunos de los mecanismos de la psicopolítica. Dominar por medio de la deuda es otro. Y es que el régimen neoliberal explota la psique. El big data reemplaza a la estadística… Otras formas refinadas de explotación de la psicopolítica son: el couching, los gimnasios, las teorías y talleres de inteligencia emocional, los seminarios, el liderazgo empresarial, las terapias de autoayuda, la optimización personal, la autoexplotación, la búsqueda de rendimiento. La psicopolítica busca agradar en vez de someter.

Por todo esto, el neoliberalismo es el capitalismo de la emoción, de la explotación de las emociones, de los recursos para aumentar la productividad y el rendimiento. Si la racionalidad sería coacción de la sociedad disciplinaria, por el contrario, la emocionalidad sería una expresión de la subjetividad libre. Es la dictadura de la emoción y los modelos emocionales para maximizar el consumo: no consumimos “cosas”, sino emociones y experiencias.

No obstante, constata Byung-Chul Han, todo esto nos lleva al agotamiento, la depresión, el colapso. Vuelve a aparecer, entonces, la necesidad de misterio y de silencio.

miércoles, 16 de junio de 2021

Byung-Chul Han

 




5 conceptos clave en la obra de Byung-Chul Han

La obra de Byung-Chul Han es un llamado a la resistencia frente a fenómenos como la productividad sin límites, la digitalización de la vida y la servidumbre consentida. Todas esas son realidades contemporáneas que nos ponen al límite.

Última actualización: 30 Junio, 2020

La obra de Byung-Chul Han es una de las más interesantes de la actualidad. No obstante, aunque ya es muy famosa y célebre, todavía no se ha popularizado lo suficiente. Por eso vale la pena hacer una aproximación a sus postulados, sobre todo si estamos interesados en reflexionar sobre el estilo de vida actual y el rumbo que estamos tomando.

Este filósofo y escritor surcoreano es también experto en estudios culturales y se ha convertido en una de las voces más autorizadas del pensamiento contemporáneo. La obra de Byung-Chul Han se ha centrado en fenómenos de palpitante actualidad, como la tecnología, la cultura del trabajo a ultranza o los efectos de la globalización del capitalismo.

Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. (…) En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”.

– Byung-Chul Han-


 Algunos de los títulos más célebres en la obra de Byung-Chul Han son La sociedad del cansancioLa agonía del erosTopología de la violencia y Psicopolítica: neoliberalismo y nuevas formas de poder, entre otras. En ellos, hay algunos conceptos que sobresalen y que se configuran como los ejes de su forma de ver el mundo. Profundicemos.

1. Autoexplotación

Buena parte de la obra de Byung-Chul Han está dedicada a reflexionar sobre cómo trabajamos hoy en día. En una entrevista concedida al diario El País, resumió su pensamiento en una frase realmente lapidaria. Dice: Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”.

Para Byung-Chul Han, el hombre actual sigue irreflexivamente un mandato social: hacer todo lo que PUEDA. Hasta hace un tiempo, las personas hacían lo que DEBÍAN. Ahora el ser humano cree que debe alcanzar el “éxito”, aún a costa de sí mismo, y se angustia severamente si no triunfa. El poder no tiene que fustigarlo. Cada quien se somete a ese régimen de trabajo y consumo, de forma totalmente voluntaria.

. Comunicación

En la obra de Byung-Chul Han también hay constantes alusiones a los fenómenos de comunicación, tal y como los conocemos hoy en día. Para él, las relaciones han sido reemplazadas por las conexiones. Lo que se establece hoy en día es un enlace entre fuentes de información dispersas por el mundo.

Byung-Chul Han señala que sin la presencia física del otro, ya no hay comunicación, sino intercambio de información. Todos los sentidos, excepto la vista, están cayendo en desuso. Por eso en parte, la comunicación se ha debilitado notoriamente. A su vez, la gente busca solo a sus “iguales”, los capaces de dar like a lo suyo. ¿Dónde queda la diferencia entonces?

3. Jardín, uno de los conceptos clave en la obra de Byung-Chul Han

Ciertamente, el concepto de jardín no es uno de los más trabajados en filosofía. En la obra de Byung-Chul Han tiene que ver con la resistencia a las imposiciones del mundo digital. Esa esfera tiene una materialidad muy difusa y deleznable. Como dice el filósofo: “lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está”.

De este modo, el concepto de jardín es un llamado a volver a las sensaciones concretas. Oler, sentir, palpar… El pensador surcoreano habla del “jardín secreto”, ese espacio reservado en el que nuevamente uno se pone en contacto con la realidad material, no mediada por lo digital. Es, a su juicio, una forma de recuperar lo que llama “la belleza original”.

4. Lo otro

Lo otro es uno de los conceptos que está en crisis en la sociedad actual. Pareciera que la única consigna es la de igualarnos. Las “tendencias” y “lo viral” son manifestaciones de este deseo de pertenecer a un colectivo que marche al unísono.

Dice Byung-Chul Han que cuanto más iguales somos, más aumenta la producción. A su juicio, la diferencia es contraria a los objetivos del neoliberalismo. Si hubiese unos que usaran smartphones y otros que no, el mercado saldría perjudicado. Actualmente hay un conformismo radical, una enorme pasividad que reduce al ser humano a la condición de cliente o de productor.

5. El tiempo

El tiempo es otro de esos elementos críticos en el mundo actual. Dice el filósofo que es necesaria una revolución en el uso del tiempo. Lo que prima ahora es la aceleración y lo pasajero. Hacer todo rápido y dejarlo que se vaya tan pronto como llegó. Es un atentado contra la permanencia.

Para este pensador es fundamental recuperar el tiempo personal, es decir, aquel en el que nos dedicamos a nosotros. Tiempo propio, al margen del sistema productivo. Recuperar los instantes de ocio y los momentos para la fiesta. Reservar tiempo para lo improductivo, no para la “pausa” que haga más eficiente el trabajo.

Sin duda alguna, la obra de Byung-Chul Han es una de las más ricas e interesantes en el mundo actual. Y no es solo una obra. Él mismo vive de acuerdo con los postulados que predica. Lo que busca, ante todo, es autoafirmar su ser y su libertad.

 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Max Weber. El padre de la sociología moderna

 

Max Weber, el padre de la sociología moderna

Considerado por muchos como un padre fundador de la sociología moderna junto con Karl Marx Emile Durkheim, el sociólogo e historiador alemán Max Weber, del que se cumplen 150 años de su nacimiento ha sido el objeto de críticas por parte de la historiografía post-modernista que surgió a raíz de la descolonización.

Su influencia académica sigue siendo tal que poco después de hacerse público que Joseph Pérez había ganado el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, el historiador francés de origen español sentenció en una entrevista en el suplemento Mas24: "Ningún científico digno de este nombre, ningún historiador, puede sostener hoy que la religión protestante es la religión del progreso" una afirmación en forma de amargo tributo al alemán que no es sino una prueba del potente legado que los trabajos de Max Weber siguen ejerciendo hoy día en un mundo y una historia en completa fluctuación.

El mundo de Weber

Nació el 21 de Abril de 1864 en Erfurt, la actual Turingia, en aquella época parte del Reino de Prusia. Hijo de un funcionario adinerado y liberal y de una madre calvinista y religiosa, fue un estudiante precoz. Su vida transcurrió entre el mundo académico y la política en una época en la que Alemania, Europa, y el mundo se encontraban en plena ebullición: fue testigo del nacimiento del Imperio Alemán en 1871 y su desaparición en 1918 tras la Primera Guerra Mundial, del mismo modo, presenció el cénit de la expansión territorial europea en África y Asia, y de la segunda revolución industrial.

Su prestigio le sirvió para ser consejero de la delegación alemana que negoció la rendición del país en Versalles en 1918

Trabajó como profesor universitario en la Universidad de Friburgo en 1894, y más tarde en la Universidad de Heidelberg. Intelectual y polemicista incansable, Weber entró en 1888 en la Unión por la Política Social alemana, y durante toda su vida mantuvo lazos con partidos liberales e izquierdistas. Su prestigio como sociólogo e historiador le brindó la oportunidad de trabajar como consejero para la delegación alemana que negoció la rendición del país en el Tratado de Versalles, y como uno de los redactores y supervisores de la Constitución de la República de Weimar.

Como gran observador de las innovaciones de su tiempo, centró su trabajo en dos cambios cruciales: el nacimiento de las modernas naciones-estado basadas en una burocracia profesional, y la expansión del capitalismo occidental por todo el globo terrestre.

Sociología y religión

David Hume (1711-1774) fue el primer intelectual en señalar la dualidad de la naturaleza humana. Por una parte, Hume descubrió una serie de características universales e inalterables que podían aplicarse a cualquier ser humano: la necesidad de alimentarse, reproducirse, e interactuar, y en un nivel más filosófico, los principios epistemológicos que gobiernan el comportamiento humano. Fue en estos principios universales e inalterables en los que Thomas Malthus se basó para crear el primer tratado de demografía moderno, Ensayo sobre el principio de la Población, publicado en 1798. La parte inalterable de la naturaleza humana se convertiría en las bases del pensamiento económico y Darwinista del siglo XIX.

No obstante, Hume también reconoció que el comportamiento humano está condicionado por la cultura, la historia, y el discurso ideológico de la sociedad en la que vino a nacer. Esta parte de la naturaleza humana es cambiante, y se encuentra en perpetua evolución. La interacción entre ambas partes de la naturaleza humana es el componente principal del comportamiento humano, y llevó a la creación de la sociología moderna.

El cénit de la Ilustración

Max Weber, a quien se ha considerado junto con Marx y Durkheim como uno de los autores que llevó la cultura de la Ilustración a su cénit, reconoció en su método la dicotomía que aquejaba a las ciencias sociales. Weber mantuvo que la sociología no podría llegar a ser una ciencia exacta comparable con las matemáticas o la física, dado que los principios sobre los que se sustentaba eran humanos, por tanto susceptibles de ser subjetivos en vez de objetivos.

Del mismo modo, Weber desarrollaría lo que más tarde se conocería como el "individualismo metodológico", asegurando que solamente los individuos - susceptibles igualmente a la subjetividad - son agentes activos. Su método, y el problema de la modernidad, llevaron a Weber a explorar las relaciones entre productividad económica y el contexto cultural de la sociedad.

La ética protestante y el espíritu capitalista, publicado en 1905, se convertiría en su obra más influyente y leída hasta el momento. Intrigado por la creciente desigualdad comercial y tecnológica entre Occidente y Oriente, características de lo que hoy se conoce como la Gran Divergencia, Max Weber trató de encontrar la excepcionalidad europea que había hecho posible el nacimiento y la expansión del modelo de producción capitalista, centrando su investigación en las diferencias culturales y religiosas entre ambos extremos cardinales.

En su ensayo, sugirió que el nacimiento del capitalismo - y por extensión de lo que hoy entendemos por "modernidad" - había sido posible en Europa debido al componente exclusivamente racional de la religión protestante. Según Weber, todas las demás religiones tenían un componente místico / mágico que impedía la completa realización de los intereses comerciales (teoría que más tarde utilizaría Oswald Spengler). Asimismo, trazó un esquema de desarrollo teológico paralelo al desarrollo material de la sociedad, avanzando desde un primitivo estado politeísta hasta un moderno espiritualismo científico y racional.

Mucho más importante que su ensayo sobre el protestantismo - y mucho mas ignorado - es el papel que este ensayo ocupa dentro de su obra: a la Ética Protestante le siguieron ensayos sobre el Confuncianismo, la religión en la India, y el Judaísmo. Weber murió en 1920, antes de poder completar ensayos sobre el Islam y el Cristianismo.

El mundo tras sus teorías

Las palabras de Joseph Perez tienen un gran sentido actual dentro de la historiografía moderna. No es mera coincidencia que el gran evento convocado por la UNESCO en París para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento del sociólogo alemán llevase por título Racionalismo Occidental y su espejo Oriental: Re-examinando el trabajo de Max Weber.

Weber escribía desde un punto de vista eurocentrista que buscaba explicar el gran enigma del mundo moderno

Este acento en el revisionismo de las teorías weberianas es el que inspira las lecturas de Weber hoy día. Como Marx y Durkheim, Weber escribía desde un punto de vista eurocentrista que buscaba explicar el gran enigma del mundo moderno: ¿cómo consiguió Europa superar de forma tan radical al resto del mundo? En este sentido, Weber, como muchos otros contemporáneos, se esforzaron sin éxito en encontrar rasgos que pudieran dar sentido al excepcionalismo Europeo.

El auge de la Historia Global, que pretende rastrear las pruebas de un sistema económico mundial entrelazado por rutas comerciales interregionales del que Europa era tan sólo una parte, ha cuestionado con éxito la máxima de la que partían Weber y la mayoría de los autores del siglo XIX: la Europa protestante no inventó el capitalismo moderno para más tarde exportarlo al mundo.

La Gran Divergencia sigue siendo un enigma aún hoy día, y a pesar de que el trabajo de autores contemporáneos como André Gunder Frank, C.A. Bayly, o Immanuel Wallerstein han creado una nueva perspectiva para analizar el problema de la modernidad y del sistema global, el gran mérito de Weber, aún 150 años después de su nacimiento, se debe a que fue un pionero a la hora de investigar la relación humana entre la actividad económica y el marco cultural. Incluso si, como bien dice Joseph Perez, las conclusiones a las que llegó el sociólogo alemán fueron erróneas: el capitalismo moderno no surgió en las protestantes Suiza, Holanda o Escocia, sino en las católicas Venecia y Génova.

Rodrigo Córdoba Sanz. Tfno.: 653 379 269

Psicoterapeuta y Psicólogo Clínico. 

N° Col.: A-1324 Gran Vía 32. 3° izquierda