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Paz y Ciencia

sábado, 28 de junio de 2008

La Niña de los Sueños XXXII

Música romántica y barroca como bandas sonoras de sus humores, una semana en la habitación, alguna excursión abajo para conseguir víveres y cierto aire de cansancio, quizá de tedio, probablemente futilidad y hastío. Había pensado hacer aleatorias las apariciones nocturnas, debían seguir siendo por la noche porque la guardia estaba menos presente y la atmósfera parecía reconfortarla de esa forma. Decidió escribir una carta al muchacho del mercado. En ella le agradecía su complicidad y ayuda así como las muestras de afecto recibidas, le señalaba un camino hacia un futuro que dejara atrás aquél espacio sombrío y frío. Todo lo que podía imaginar tenía que ver con trascender y volar más allá de los infranqueables límites que suponían el vivir dentro de esa fortaleza de poder y ostentación. Puede que considerar que la dificultad estaba en el espacio físico fuera una ligereza del pensamiento de una muchacha como ella, a pesar de ello, algo inefable le exhortaba a seguir peleando, más allá de terrenos razonables, entre la ignominia y la locura, quizás bordeando la fantasía y la desilusión. El precipicio de una hendidura entre dos fragmentos de tierra, tales como la adultez y la pasión ingobernable, de momento había hecho uso de ese manantial de ideas inconexas vía lírica y de ese modo permanecía en un estado de Nirvana, en la "Gran Habitación de la Dama", entre partituras, libros y pequeños grandes objetos, parte de su "self", expresión que gustaba emplear con cierta frecuencia para el regocijo de sus hermanos. Por ello la tildaban de egocéntrica. No sin razón, pero sin interés denotado.

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