Juntos estuvieron durante toda la noche, cuando el cielo asomaba y el color de la tierra era de color cobre se miraron durante unos minutos de silenciosa comunicación. Ella le guiñó el ojo y el se divirtió mucho con ese gesto, se acercó a ella y le abrazó durante un tiempo que pareció dar un vuelco a su vida. La muchacha deslizó por sus mejillas una lágrima de esperanza. El calor empezaba a ganar terreno al frío que habían sentido en lo externo de su burbuja, justo allí en el claro de la maleza.
La muchacha le convidó a verse de nuevo, en siete días, justo allí, en la atalaya donde la música pudiera de nuevo hacer una pequeña fisura en las opacas vidas de los ciudadanos.
Él la besó en la mejilla, arrastrando en sus labios el dulce líquido de los ojos de
Cuando terminó el hechizo, ella tiritando se dispuso a caminar hacia Palacio, él volvería de nuevo al Mercado, rodeando de tanta gente con la que no podía hablar, a veces sólo alguna mirada de desprecio y bromas de los más afortunados.
Nutridos de esperanzas, de futuro y de una auténtica sensación de libertad dentro de unas murallas frías y apuntaladas por las deudas de cientos de paisanos lograron alcanzar la pequeña cima que les permitía verse desde arriba, durante unos instantes, aquellos que rodearon sus brazos el uno al otro.
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