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Paz y Ciencia

domingo, 16 de marzo de 2008

La Enfermedad de la Vida

Artificialidad de la Clasificación Psiquiátrica.

Fases de una misma realidad: ANGUSTIA (Angst), Depresión y Psicosis.

El término de anormalidad o de enfermedad, caso de estar justificado, debería emplearse con extraordinaria precaución, tanto por su inexactitud científica como por su insultante significación. A este respecto viene a su cuenta la atinada reflexión de nuestro incomparable Miguel de Unamuno: El hombre por ser hombre, por tener conciencia, es ya, respecto al burro o a un cangrejo un animal enfermo. La conciencia es una enfermedad.
Pero la psiquiatría, movida por la ofuscación de constituirse en ciencia al uso tradicional del término, aborda estos fenómenos como si de hallazgos extraordinarios e inconexos se tratara. Y, consecuentemente, procede primero a su bautizo y ensaya, después, una definición. Así el psiquiatra francés, Pierre Janet definió la angustia como miedo sin objeto, afirmación redonda que ha pasado a ser repetida de boca en boca hasta la saciedad sin detenerse a pensar su sentido; algo así dijo Ball: la alucinación es la percepción sin objeto. Pero como para la razón no hay fenómeno sin causa ni sufrimiento sin motivo, cabe suponer que lo que en realidad quisieron dar a entender es que el objeto no era conocido, no que no existiera. De tal manera, cuando el miedo encuentra un objeto empieza a ser tolerable y se diluye la angustia.

La angustia es, por tanto, el elemento constante de la existencia (Kierkegaard decía de ésta, la enfermedad mortal), producto del diálogo entre el ser y el mundo, un diálogo enmarcado por el temor a dejar de ser, a la desaparición, a una muerte no solamente entendida en su plano físico, sino abarcando la completa esfera espiritual, en la que el individuo teme dejar de ser quien es aunque su corazón pudiera seguir latiendo. Rastreando las huellas que pudieran conducirnos a sus tempranas manifestaciones nos topamos irremediablemente con la representación del bebé cuando sus necesidades no son cubiertas. Una incontenible desazón, la expresión de espanto, el llanto desfondado, los ojos extraviados en busca del puerto donde varar la navecilla de su impaciencia y el desconcierto de sus insignificantes manecillas palpando el aire, en desesperado intento de tropezarse con los pliegues que envuelven el seguro remedio a su insoportable separación. En este orden de cosas se planteaba Gómez Bosque si no habría debutado el niño con el vago deseo de aproximar la boca al pecho materno y satisfacer el hambre o la sed que ya nunca le abandonará en el curso de la existencia…
La angustia aparecerá siempre que ese Yo se sienta postergado por la atención a intereses ajenos o, lo que es lo mismo, siempre que ese Yo se vea forzado a vivir otra existencia distinta de la propia. Efectivamente, en el fondo de toda manifestación de angustia se encuentra la forzada renuncia personal, de la que el propio individuo es desconocedor; un sacrificio de cuya existencia es testimonio la angustia.

Si, finalmente, las dificultades fueran insalvables o el Yo desfalleciera de forma tal que no pudiera seguir manteniendo el conflicto, el estado de angustia, de lucha, sería sustituido por el de claudicación o depresión. Porque, al igual que sucede con la viga que soportando durante tiempo prolongado la sobrecarga de un peso desproporcionado acaba por ceder, cualquier estructura psíquica que de atrás viniera padeciendo la agobiante acción de la angustia acabaría con el debilitamiento de su resistencia y su resquebrajamiento final. Angustia y depresión, así entendidos son secuencias temporales de un mismo proceso evolutivo, razón por la que el remedio para ambas pasa, ineludiblemente, por el entendimiento exhaustivo de las circunstancias en las que se debate el ser.
Uno de los destinos de la depresión, por fortuna poco frecuente, es el suicidio, entendido éste en sus dos modalidades, físico, con el fallecimiento del individuo y espiritual, con la locura. Pero, las más de las veces, la depresión se consume en la creación de síntomas físicos, también conocidos como equivalentes depresivos, que pueden abarcar las más variadas manifestaciones y bajo cuyo disfraz acude la depresión en tropel a los consultorios de medicina interna, siendo allí objeto de las mil y una desatinadas pruebas y exploraciones que encarecen inútilmente la asistencia sanitaria.

Conviene comentar que el sufrimiento de los cuadros depresivos puede ser tan agudo e insoportable que obligue a la propia maquinaria psíquica a disparar un misterioso mecanismo que logra el prodigio de su conversión a un estado radicalmente opuesto, en el que la pasividad se sustituye por la actividad, el pesimismo por la megalomanía y el cansancio por una inagotable vitalidad. Este cuadro es conocido con el nombre de manía. En estas situaciones, caracterizadas por una actividad frenética, tan ineficaz como inoportuna, la persona es capaz de pasar días sin experimentar el menor signo de fatiga. Bien se deduce, entonces, que la manía no es ninguna especia genuina, sino la imperiosa respuesta al precedente estado de intolerable decaimiento.

En resumen, el hecho existencial de la indefensión del ser humano se encuentra en la raíz del fenómeno de la angustia que puede adoptar apariencias diversas, en consonancia con las condiciones de permanencia e intensidad. Así, se puede manifestar en un estado depresivo, en los múltiples cuadros de somatización o desembocar, finalmente, en el estado psicótico. Lo de menos es encontrar un nombre para cada uno de ellos y de la convertibilidad de uno en otro (patoplastia tienen la osadía de llamar a esa posibilidad); lo fundamental es el logro de una explicación satisfactoria del conflicto esencial, al abrigo de las referencias biográficas particulares.

Material elaborado sobre dos fuentes: Comunicaciones Personales y la base del texto es de Onésimo Fernández Rubio, el titulo de su obra es La Enfermedad de la Vida. Mira editores. Se trata de una obra de Análisis Existencial. Un estudio humanista muy interesante que aúna materiales indisolubles: la vida, la angustia, la psiquiatría, la existencia y el dispositivo artificioso que rodea la asistencia psiquiátrica. Un mensaje positivo, vitalista y mesurado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no creo que pudiese equiparar la angustia con una viga, no si asumo la existencia de un modo dinámico y no estático, en ese sentido creo una equiparación mas cercana a un músculo. Me interesa mas que dar un optimismo barato, plantear la función sana de la enfermedad, la angustia (que bien podría también venir angustus-angosto) apuntaría a la condensación de energética con una condensación definida y existente a nivel simbólico, la depresión que su trasfondo carga siempre una amplia carga de hostilidad, intrapunitiva por momento, puede dar el viraje transformador permitiría un crecimiento, es decir “conciencia” la que como apunta Merton solo puede darse en libertad y esta solo en la trascendencia de las polaridades, es entonces la angustia vital el sufrimiento y el camino estrecho al crecieminto, sufrir, en su raíz indoeuropea no indica lo que se empuja desde abajo… lo que emerge… es entonces catastrófico las tendencias a-sintomáticas que es su inicio esta su fin “lo que mas evitas es lo que mas provocas” versa el viejo axioma clínico, y sin angustia donde dejaríamos la segunda de las tres grandes tareas que deja Jung, el saber contener?. luis_ange_rpv@hotmail.com