PEACE

PEACE
Paz y Ciencia
Mostrando entradas con la etiqueta Psicología Existencial. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Psicología Existencial. Mostrar todas las entradas

jueves, 16 de marzo de 2023

VIKTOR FRANKL: SENTIDO A LA EXISTENCIA


Instagram: @psicoletrazaragoza

1. Biografía

Soy del tiempo y de la ciudad de Freud, pero no pienso como él.

Viktor Frankl

Viktor Emil Frankl (médico, psiquiatra, neurólogo, filósofo, escritor, alpinista, dibujante hábil, dramaturgo de una sola obra) nació en Viena el 26 de marzo de 1905 en el seno de una familia judía practicante. Desde los tres años expresó su deseo de ser médico. También a muy temprana edad mostró una inclinación particular por la reflexión filosófica, ante lo cual fue llamado por algunos «el pensador», e incluso «señor filósofo».

Un tema recurrente en él desde sus años escolares fue la pregunta por el sentido de la vida, que por lo demás ha sido una de las preguntas que se ha planteado la humanidad desde lo más antiguo de la historia, con lo cual podemos ver la importancia elemental de dicho cuestionamiento. A los 16 años Frankl impartía conferencias y compartía sus reflexiones al respecto.

Adolescente aún, solía allegarse al Prater, un famoso parque de Viena, junto con sus compañeros de escuela, con quienes entablaba discusiones sobre temas que le apasionaban —como la filosofía, la psicología aplicada y la experimental, el psicoanálisis, etc.—. Asimismo leía sobre estos temas y acudía a conferencias, charlas y clases nocturnas de psicología en la escuela para adultos, por lo que podemos suponer que este periodo es el antecedente primigenio de su deseo por encontrar las relaciones entre psicología y filosofía.

Por aquellos años (1921-22), Frankl comenzó a tener comunicación epistolar con Sigmund Freud, quien decidió publicar en la Revista Internacional de Psicoanálisis en 1924 un artículo enviado por el joven estudiante. Un año después, tras el desencanto por lo que él consideraba la estrechez y los reduccionismos del psicoanálisis, Frankl traslado sus intereses a la otra opción terapéutica de que podía echar mano: la psicología individual de Alfred Adler, con quien se formó como psicólogo individual, obteniendo su certificado a los 21 años. En esta escuela terapéutica Frankl se sintió más a gusto y comenzó a desarrollar su pensamiento, el cual incluía, ahora de manera explícita, la reflexión entre psicoterapia y filosofía. Un antecedente de esto se puede encontrar en el artículo publicado por la Revista Internacional de Psicología Individual en 1925.

En el seno del grupo adleriano, Frankl conoció a los médicos Rudolf Allers y Oswald Schwarz, a la postre sus maestros y amigos, quienes tuvieron una influencia decisiva en su formación médica, experimental, psicoterapéutica y, muy importante de resaltar aquí, filosófica. Allers fue un reputado filósofo escolástico, fenomenólogo y, a decir de algunos, precursor legítimo de lo que hoy conocemos como análisis existencial; Schwarz era reconocido por sus conocimientos de urología y filosofía existencial, iniciador de la medicina psicosomática.

Debido a diferencias irreconciliables en la perspectiva antropológica, ese mismo año, Allers y Schwarz se separan de Adler, poco tiempo después lo haría el propio Frankl. A partir de entonces comienza a desarrollarse la que posteriormente será reconocida como la Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia: el análisis existencial y la logoterapia. (La primera escuela era la psicoanalítica y la segunda la de la psicología del individuo).

A más de lo que pudo aprender directamente de la perspectiva filosófica de estos maestros, en el año de 1927 Frankl entró en contacto con el pensamiento de un filósofo que es fundamental para comprender el análisis existencial y la logoterapia frankliana: Max Scheler, a quien reconoce como «mi gran maestro (…) fue entre todos el que más influyó en mí». De cualquier manera, el encuentro con el filósofo muniqués supuso un bálsamo para Frankl, quien por entonces atravesaba un periodo de alta angustia existencial (una de sus primeras “neurosis noógenas”), debido al predominante cinismo y nihilismo de la época. La obra de Scheler le condujo a una «reevaluación del proceso por el que atravesaba».  Particularmente, dos obras schelerianas marcaron esta fase de pensamiento de Frankl: la Ética —la cual llevaba consigo a todos lados «como una Biblia» — y De lo eterno en el hombre.

La influencia del pensamiento scheleriano (con su fundamento del poder de oposición espiritual con el que la persona puede hacer frente a la realidad atroz) sirvió para ayudar a Frankl a sostenerse de pie en una de las vivencias más desgarradoras de su vida: el internamiento en los campos de concentración y exterminio de los nazis durante la segunda gran guerra.

En los campos de concentración Frankl perdió a toda su familia (padre, madre, hermano, cuñada, esposa; sólo le sobrevivió su hermana quien logro huir antes del internamiento). A su regreso a Viena unos meses después de la liberación de los campos, Frankl busca reconectarse con sus antiguos amigos, con otros colegas, con su profesión, con algo que le permitiera afrontar el dolor por la pérdida de sus seres queridos. Frankl necesitaba contención y la encontró. A través del servicio y de retomar sus escritos inconclusos fue como pudo sostenerse en el dolor y encontrar un sentido a todo aquello. En este periodo sucedieron dos acontecimientos que cambiaron el rumbo de su vida para siempre: escribió el libro que hoy conocemos con el título de El hombre en busca de sentido y conoció a Elly, la mujer que, a decir de él mismo en una nota póstuma, lo convirtió de «un hombre que sufría en un hombre que amaba» 

A partir de entonces —todavía 1945— Frankl se dedicó a difundir el mensaje de la logoterapia, a pesar de todo, sí a la vida… el cual sonará aún más necesario en aquellas épocas en que mucho había quedado destruido, sobre todo la esperanza y la responsabilidad humanas. En lo personal, Frankl denominó el periodo de encierro en los campos de concentración como su experimentum crucis. Ahora liberado, podía dar testimonio vívido, constatar sus intuiciones juveniles, a partir de sus vivencias y observaciones de la vida en los campos, de que la vida tiene sentido bajo cualquier circunstancia, no importando lo trágica y absurda que parezca; y aún más, Frankl confirmó que, entre sus compañeros de encierro, los que tuvieron más oportunidad de sobrevivir, entre muchas otras cosas fueron los que vislumbraban una misión particular hacia el futuro, un sentido que la vida les anunciaba, con lo cual se hacía realidad palpable la frase de Nietzsche tan citada por nuestro autor: «Quien descubre un para qué vivir, es capaz de soportar casi cualquier cómo». Sentido y actitud ante la vida, sean cuales sean sus circunstancias, suenan como campanas anunciantes de una vida plena.

Ya en 1946, al haber reelaborado su manuscrito fundacional sobre logoterapia, Frankl lo presenta como trabajo de oposición para obtener la plaza de docente de la Universidad de Viena. Asimismo, por intermediación de un amigo, logra convertirse en Director del Hospital Policlínico de Viena, puesto que ocuparía durante veinticinco años.

Además de la dirección del hospital y de la publicación de sus libros, Frankl comenzó a ser solicitado como conferenciante alrededor del mundo. Era conocido por muchos como un orador nato, convincente y apasionado; y también se comenzaba a conocer y difundir su obra, y mucha gente estaba dispuesta a escucharlo. Comenzó así el periplo de Frankl en los cinco continentes, recorrió el mundo en varias ocasiones, siempre para difundir el mensaje de la logoterapia y el análisis existencial.

Resultado de su obra, recibió más de veinte doctorados honoris causa por prestigiosas universidades en todo el mundo. Hablo casi en cualquier rincón del mundo, desde América hasta Oceanía, con múltiples escenarios en África, Europa y Asia.

Sus propuestas no fueron siempre tan bien recibidas y reconocidas, pues para algunos el debía tomar posturas diferentes, sobre todo respecto al holocausto y a sus perpetradores. En este sentido Frankl siempre se mantuvo firme, sostuvo que él no estaba de acuerdo en cualquier propuesta que implicara un señalamiento colectivo del pueblo alemán. Sostenía que sólo podíamos reconocer dos tipos de seres humanos, los decentes y los que no lo eran, y que todos ellos se encontraban en personas de cualquier raza, credo o postura política. Por ello, siempre defendió a personas que eran perseguidas para ser juzgadas tan sólo por su pasado nazi, incluso escondiéndolas en su propia casa, pues él las consideraba personas «decentes» que pese a su afiliación habían siempre defendido y asistido a quienes los necesitaban, sin importar su raza o credo. Esta fue una de las tareas que Frankl se trazara aún estando en los campos de concentración, se dijo a sí mismo que si sobrevivía haría lo posible por ayudar a quienes él consideraba dignos de esta ayuda.

Después de los campos de concentración, Frankl vivió todavía 52 años más, durante los cuales se dedicó fervorosamente a fundamentar, sistematizar y comprobar científicamente sus intuiciones y hallazgos respecto al sentido, a la responsabilidad humana y a la facultad de esta humanidad para hallar y desear tal sentido.

En 1997 Viktor Emil Frankl fue intervenido para una cirugía de corazón, la cual soportó a sus 95 años, sin embargo, jamás logró regresar a la conciencia, y el 2 de septiembre murió. Podríamos sintetizar su vida como él mismo lo reconociera alguna vez, de la siguiente manera: «Encontré el sentido de mi vida en ayudar a otros a encontrar el suyo sentido».

miércoles, 22 de octubre de 2014

Carl Rogers



Carl Rogers nació el 8 de enero de 1902 en Oak Park, Illinois, un suburbio de Chicago, siendo el cuarto de seis hijos. Su padre fue un exitoso ingeniero civil y su madre ama de casa y devota cristiana. Su educación comenzó directamente en segundo grado, ya que sabía leer incluso antes de entrar en parvulario.
Cuando Carl tenía 12 años, su familia se trasladó a 30 millas al oeste de Chicago, y sería aquí donde pasaría su adolescencia. Con una estricta educación y muchos deberes, Carl sería más bien solitario, independiente y auto-disciplinado.
Fue a la Universidad de Wisconsin a estudiar agricultura. Más tarde, se cambiaría a religión para ser religioso. Durante esta época, fue uno de los 10 elegidos para visitar Beijing para el “World Student Christian Federation Conference” por 6 meses. Carl nos comenta que esta experiencia amplió tanto su pensamiento que empezó a dudar sobre algunas cuationes básicas de su religión.
Después de graduarse, se casó con Helen Elliot (en contra de los deseos de sus padres), se mudó a Nueva York y empezó a acudir al Union Theological Seminary, una famosa institución religiosa liberal. Aquí, tomó un seminario organizado de estudiantes llamado “Why am I entering the ministry?” Debería decirles que, a menos que quieran cambiar de carrera, nunca deberían asistir a un seminario con tal título. Carl nos cuenta que la mayoría de los participantes “pensaron en salirse inmediatamente del trabajo religioso”.
La pérdida en la religión sería, por supuesto, la ganancia de la psicología: Rogers se cambió al programa de psicología clínica de la Universidad de Columbia y recibió su PhD en 1931. No obstante, Rogers ya había empezado su trabajo clínico en la Rochester Society for the Prevention of Cruelty to Children (Sociedad Rochester para la Prevención de la Crueldad en los Niños). En esta clínica, aprendería la teoría y aplicaciones terapéuticas de Otto Rank, quien le incitaría a coger el camino del desarrollo de su propia teoría.
En 1940, se le ofreció la cátedra completa en Ohio. Dos años más tarde, escribiría su primer libro “Counseling and Psychotherapy”.(Todos los títulos de sus libros en castellano, lo situaremos al final del capítulo. N.T.). Más tarde, en 1945 fue invitado a establecer un centro de asistencia en la Universidad de Chicago. En este lugar, en 1951, publicó su mayor trabajo, la Terapia Centrada en el Cliente, donde hablaría de los aspectos centrales de su teoría.
En 1957, volvió a enseñar en su alma mater, la Universidad de Wisconsin. Desafortunadamente, en ese momento había serios conflictos internos en el Departamento de Psicología, lo que motivó que Rogers se desilusionara mucho con la educación superior. En 1964, aceptó feliz una plaza de investigador en La Jolla, California. Allí atendía terapias, dio bastantes conferencias y escribió, hasta su muerte en 1987.

Teoría

La teoría de Rogers es de las clínicas, basada en años de experiencia con pacientes. Rogers comparte esto con Freud, por ejemplo, además de ser una teoría particularmente rica y madura (bien pensada) y lógicamente construida, con una aplicación amplia.
Sin embargo, no tiene nada que ver con Freud en el hecho de que Rogers considera a las personas como básicamente buenas o saludables, o por lo menos no malas ni enfermas. En otras palabras, considera la salud mental como la progresión normal de la vida, y entiende la enfermedad mental, la criminalidad y otros problemas humanos, como distorsiones de la tendencia natural. Además, tampoco tiene que ver con Freud en que la teoría de Rogers es en principio simple.
En este sentido, no es solo simple, sino incluso ¡elegante! En toda su extensión, la teoría de Rogers está construida a partir de una sola “fuerza de vida” que llama la tendencia actualizante. Esto puede definirse como una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales hasta el mayor límite posible. No estamos hablando aquí solamente de sobreviviencia: Rogers entendía que todas las criaturas persiguen hacer lo mejor de su existencia, y si fallan en su propósito, no será por falta de deseo.
Rogers resume en esta gran única necesidad o motivo, todos los otros motivos que los demás teóricos mencionan. Nos pregunta, ¿por qué necesitamos agua, comida y aire?; ¿por qué buscamos amor, seguridad y un sentido de la competencia? ¿por qué, de hecho, buscamos descubrir nuevos medicamentos, inventar nuevas fuentes de energía o hacer nuevas obras artísticas?. Rogers responde: porque es propio de nuestra naturaleza como seres vivos hacer lo mejor que podamos.
Es importante en este punto tener en cuenta que a diferencia de cómo Marlow usa el término, Rogers lo aplica a todas las criaturas vivientes. De hecho, algunos de sus ejemplos más tempranos ¡incluyen algas y hongos! Piénsese detenidamente. ¿No nos sorprende ver cómo las enredaderas se buscan la vida para meterse entre las piedras, rompiendo todo a su paso; o cómo sobreviven los animales en el desierto o en el gélido polo norte, o cómo crece la hierba entre las piedras que pisamos?
También, el autor aplica la idea a los ecosistemas, diciendo que un ecosistema como un bosque, con toda su complejidad, tiene mucho mayor potencial de actualización que otro simple como un campo de maíz. Si un simple bichito se extinguiese en un bosque, surgirán otras criaturas que se adaptarán para intentar llenar el espacio; por otro lado, una epidemia que ataque a la plantación de maíz, nos dejará un campo desierto. Lo mismo es aplicable a nosotros como individuos: si vivimos como deberíamos, nos iremos volviendo cada vez más complejos, como el bosque y por tanto más flexiblemente adaptables a cualquier desastre, sea pequeño o grande.
No obstante, las personas, en el curso de la actualización de sus potenciales, crearon la sociedad y la cultura. En sí mismo esto no parece un problema: somos criaturas sociales; está en nuestra naturaleza. Pero, al crear la cultura, se desarrolló una vida propia. En vez de mantenerse cercana a otros aspectos de nuestras naturalezas, la cultura puede tornarse en una fuerza con derecho propio. Incluso, si a largo plazo, una cultura que interfiere con nuestra actualización muere, de la misma manera moriremos con ella.
Entendámonos, la cultura y la sociedad no son intrínsecamente malas. Es un poco como los pájaros del paraíso de Papúa en Nueva Guinea. El llamativo y colorido plumaje de los machos aparentemente distrae a los depredadores de las hembras y pequeños. La selección natural ha llevado a estos pájaros a cada vez más y más elaboradas alas y colas, de forma tal que en algunas especies no pueden ni siquiera alzar el vuelo de la tierra. En este sentido y hasta este punto, no parece que ser muy colorido sea tan bueno para el macho, ¿no? De la misma forma, nuestras elaboradas sociedades, nuestras complejas culturas, las increíbles tecnologías; esas que nos han ayudado a prosperar y sobrevivir, puede al mismo tiempo servirnos para hacernos daño e incluso probablemente a destruirnos.

Detalles

Rogers nos dice que los organismos saben lo que es bueno para ellos. La evolución nos ha provisto de los sentidos, los gustos, las discriminaciones que necesitamos: cuando tenemos hambre, encontramos comida, no cualquier comida, sino una que nos sepa bien. La comida que sabe mal tiende a ser dañina e insana. Esto es lo que los sabores malos y buenos son: ¡nuestras lecciones evolutivas lo dejan claro! A esto le llamamos valor organísmico.
Rogers agrupa bajo el nombre de visión positiva a cuestiones como el amor, afecto, atención, crianza y demás. Está claro que los bebés necesitan amor y atención. De hecho, muy bien podría morirse sin esto. Ciertamente, fallarían en prosperar; en ser todo lo que podrían ser.
Otra cuestión, quizás exclusivamente humana, que valoramos es la recompensa positivo de uno mismo, lo que incluye la autoestima, la autovalía y una imagen de sí mismo positiva. Es a través de los cuidados positivos de los demás a lo largo de nuestra vida lo que nos permite alcanzar este cuidado personal. Si esto, nos sentimos minúsculos y desamparados y de nuevo no llegamos a ser todo lo que podríamos ser.
De la misma forma que Maslow, Rogers cree que si les dejamos a su libre albedrío, los animales buscarán aquello que es lo mejor para ellos; conseguirán la mejor comida, por ejemplo, y la consumirán en las mejores proporciones posible. Los bebés también parecen querer y gustar aquello que necesitan. Sin embargo, a todo lo largo de nuestra historia, hemos creado un ambiente significativamente distinto de aquel del que partimos. En este nuevo ambiente encontramos cosas tan refinadas como el azúcar, harina, mantequilla, chocolate y demás que nuestros ancestros de Africa nunca conocieron. Esta cosas poseen sabores que parecen gustar a nuestro valor organísmico, aunque no sirven para nuestra actualización. Dentro de millones de años, probablemente logremos que el brócoli nos parezca más apetitoso que el pastel de queso, pero para entonces no lo veremos ni tu ni yo.
Nuestra sociedad también nos reconduce con sus condiciones de valía . A medida que crecemos, nuestros padres, maestros, familiares, la “media” y demás solo nos dan lo que necesitamos cuando demostremos que lo “merecemos”, más que porque lo necesitemos. Podemos beber sólo después de clase; podemos comer un caramelo sólo cuando hayamos terminado nuestro plato de verduras y, lo más importante, nos querrán sólo si nos portamos bién.
El lograr un cuidado positivo sobre “una condición” es lo que Rogers llama recompensa positiva condicionada. Dado que todos nosotros necesitamos de hecho esta recompensa, estos condicionantes son muy poderosos y terminamos siendo sujetos muy determinados no por nuestros valores organísmicos o por nuestra tendencia actualizante, sino por una sociedad que no necesariamente toma en cuenta nuestros intereses reales. Un “buen chico” o una “buena chica” no necesariamente es un chico o una chica feliz.
A medida que pasa el tiempo, este condicionamiento nos conduce a su vez a tener una autovalía positiva condicionada. Empezamos a querernos si cumplimos con los estándares que otros nos aplican, más que si seguimos nuestra actualización de los potenciales individuales. Y dado que estos estándares no fueron creados tomando en consideración las necesidades individuales, resulta cada vez más frecuente el que no podamos complacer esas exigencias y por tanto, no podemos lograr un buen nivel de autoestima.

Incongruencia

La parte nuestra que encontramos en la tendencia actualizadora, seguida de nuestra valoración organísmica, de las necesidades y recepciones de recompensas positivas para uno mismo, es lo que Rogers llamaría el verdadero yo (self) . Es éste el verdadero “tú” que, si todo va bien, vas a alcanzar.
Por otro lado, dado que nuestra sociedad no está sincronizada con la tendencia actualizante y que estamos forzados a vivir bajo condiciones de valía que no pertenecen a la valoración organísmica, y finalmente, que solo recibimos recompensas positivas condicionadas, entonces tenemos que desarrollar un ideal de sí mismo (ideal del yo) . En este caso, Rogers se refiere a ideal como algo no real; como algo que está siempre fuera de nuestro alcance; aquello que nunca alcanzaremos.
El espacio comprendido entre el verdadero self y el self ideal; del “yo soy” y el “yo debería ser” se llama incongruencia . A mayor distancia, mayor será la incongruencia. De hecho, la incongruencia es lo que esencialmente Rogers define como neurosis: estar desincronizado con tu propio self. Si todo esto les suena familiar, es porque ¡precisamente es de lo que habla Karen Horney!

Defensas

Cuando te encuentras en una situación donde existe una incongruencia entre tu imagen de ti mismo y tu inmediata experiencia de ti mismo (entre tu Ideal del yo y tu Yo) (a partir de este momento utilizaremos indistintamente los conceptos de Ideal del Self, Ideal del Yo, Yo ideal, etc. Para definir de forma más simple el mismo concepto exclusivamente con fines docentes, aún sabiendo que estos conceptos son etimológicamente distintos según las distintas escuelas psicológicas. N.T.) , te encontrarás en una situación amenazante. Por ejemplo, si te han enseñado a que te sientas incómodo cuando no saques “A” en todos tus exámenes, e incluso no eres ese maravilloso estudiante que tus padres quieren que seas, entonces situaciones especiales como los exámenes, traerán a la luz esa incongruencia; los exámenes serán muy amenazantes. 
Cuando percibes una situación amenazante, sientes ansiedad . La ansiedad es una señal que indica que existe un peligro potencial que debes evitar. Una forma de evitar la situación es, por supuesto, poner “pies en polvorosa” y refugiarte en las montañas. Dado que esta no debería ser una opción muy frecuente en la vida, en vez de correr físicamente, huimos psicológicamente, usando las defensas .
La idea rogeriana de la defensa es muy similar a la descrita por Freud, exceptuando que Rogers la engloba en un punto de vista perceptivo, de manera que incluso los recuerdos y los impulsos son formas de percepción. Afortunadamente para nosotros, Rogers define solo dos defensas: negación y distorsión perceptiva.
La negación significa algo muy parecido a lo que significa en la teoría freudiana: bloqueas por completo la situación amenazante. Un ejemplo sería el de aquel que nunca se presenta a un exámen, o que no pregunta nunca las calificaciones, de manera que no tenga que enfrentarse a las notas finales (al menos durante un tiempo). La negación de Rogers incluye también lo que Freud llamó represión: si mantenemos fuera de nuestra consciencia un recuerdo o impulso (nos negamos a recibirlo), seremos capaces de evitar la situación amenazante (otra vez, al menos por el momento).
La distorsión perceptiva es una manera de reinterpretar la situación de manera que sea menos amenazante. Es muy parecida a la racionalización de Freud. Un estudiante que está amenazado por las calificaciones y los exámenes puede, por ejemplo, culpar al profesor de que enseña muy mal, o es un “borde”, o de lo que sea. (Aquí también intervendría la proyección como defensa – según Freud- siempre y cuando el estudiante no se crea además capaz de superar exámenes por inseguridad personal. N.T.) El hecho de que en efecto existan malos profesores, hace que la distorsión sea más efectiva y nos pone en un aprieto para poder convencer a este estudiante de que los problemas son suyos, no del profesor. También podría darse una distorsión mucho más perceptiva como cuando uno “ve” la calificación mejor de lo que realmente es.
Desafortunadamente, para el pobre neurótico (y de hecho, para la mayoría de nosotros), cada vez que usa una defensa, crea una mayor distancia entre lo real y lo ideal. Se va tornando cada vez más incongruente, encontrándose cada vez más en situaciones amenazantes, desarrollando mayores niveles de ansiedad y usando cada vez más y más defensas...se vuelve un círculo vicioso que eventualmente será imposible de salir de él, al menos por sí mismo.
Rogers también aporta un explicación parcial para la psicosis : ésta surge cuando “se rebosa el caldero”; cuando las defensas se sobresaturan y el mismo sentido del self (la propia sensación de identidad) se “esparce” en distintas piezas desconectadas entre sí. Su propia conducta tiene poca consistencia y estabilidad de acuerdo con esto. Le vemos cómo tiene “episodios psicóticos”; episodios de comportamientos extraños. Sus palabras parecen no tener sentido. Sus emociones suelen ser inapropiadas. Puede perder su habilidad para diferenciar el self del no-self y volverse desorientado y pasivo.
 

La persona Funcional al completo

Como Maslow, Rogers solo se interesa por describir a la persona sana. Su término es funcionamiento completo y comprende las siguientes cualidades:
  1. Apertura a la experiencia. Esto sería lo opuesto a la defensividad. Es la percepción precisa de las experiencia propias en el mundo, incluyendo los propios sentimientos. También comprende la capacidad de aceptar la realidad, otra vez incluyendo los propios sentimientos. Los sentimientos son una parte importante de la apertura puesto que conllevan a la valoración organísmica. Si no puedes abrirte a tus propios sentimientos, no podrás abrirte a la actualización. La parte difícil es, por supuesto, distinguir los sentimientos reales de aquellos derivados de la ansiedad subsecuente a cuestione sde valía personal.
  1. Vivencia existencial. Esto correspondería a vivir en el aquí y ahora. Rogers, siguiendo su tendencia a mantenerse en contacto con la realidad, insiste en que no vivimos en el pasado ni en el futuro; el primero se ha ido y el último ni siquiera existe. Sin embargo, esto no significa que no debamos aprender de nuestro pasado, ni que no debamos planificar o ni siquiera soñar despiertos con el futuro. Simplemente, debemos reconocer estas cosas por lo que son: memorias y sueños, los cuales estamos experimentando ahora, en el presente.
  1. Confianza organísmica. Debemos permitirnos el dejarnos guiar por los procesos de evaluación o valoración organísmica. Debemos confiar en nosotros, hacer aquello que creemos que está bién; aquello que surge de forma natural. Esto, como imagino que podrán observar, se ha convertido en uno de los puntos espinosos de la teoría rogeriana. La gente diría: “sí, no hay problema, haz lo que te surja”; o sea, si eres un sádico, haz daño a los demás; si eres un masoquista, hazte daño; si las drogas o el alcohol te hacen feliz, ve a por ello; si estás deprimido, suicídate...Desde luego esto no nos suena a buenos consejos. De hecho, mucho de los excesos de los sesenta y setenta fueron debidos a esta actitud. Pero a lo que Rogers se refiere es a la confianza en el propio yo; en el sí mismo real y la única manera que tienes para conocer lo que es verdaderamente tu self es ¡abriéndote a la experiencia y viviendo de forma existencialista! En otras palabras, la confianza organísmica asume que está en contacto con la tendencia actualizante.
  1. Libertad experiencial. Rogers pensaba que era irrelevante que las personas tuvieran o no libre albedrío. Nos comportamos como si lo tuviéramos. Esto no quiere decir, por supuesto, que somos libres para hacer lo que nos dé la gana: estamos rodeados de un universo determinista, de manera que aunque bata las alas tanto como pueda, no volaré como Superman. Realmente lo que significa es que nos sentimos libres cuando se nos brindan las oportunidades. Rogers dice que la persona que funciona al cien por cien reconoce ese sentimiento de libertad y asume las responsabilidades de sus oportunidades.
  1. Creatividad. Si te sientes libre y responsable, actuarás acorde con esto y participarás en el mundo. Una persona completamente funcional, en contacto con la actualización se sentirá obligada por naturaleza a contribuir a la actualización de otros. Esto se puede hacer a través de la creatividad en las artes o en las ciencias, a través de la preocupación social o el amor paternal, o simplemente haciendo lo mejor posible el trabajo propio. La creatividad de Rogers es muy parecida a la generatividad de Erikson.

Terapia

Carl Rogers es mejor conocido por sus contribuciones en el área terapéutica. Su terapia ha cambiado en un par de ocasiones de nombre a lo largo de su evolución: al principio la llamó no-directiva , ya que él creía que el terapeuta no debía guiar la paciente, pero sí estar ahí mientras el mismo llevaba el curso de su proceso terapéutico. A medida que maduró en experiencia, Carl se dio cuenta que mientras más “no-directivo” era, más influía a sus pacientes precisamente a través de esa postura. En  otras palabras, los pacientes buscaban una guía en el terapeuta y lo encontraban aunque éste intentara no guiarles.
De manera que cambió el nombre a centrada en el paciente (también llamada terapia centrada en el cliente. N.T.). Rogers seguía creyendo que el paciente era el que debía decir lo que estaba mal, hallar formas de mejorar y de determinar la conclusión de la terapia (aunque su terapia era “centrada en el paciente”, reconocía el impacto del terapeuta sobre el paciente). Este nombre, desafortunadamente, supuso una cachetada en la cara para otros terapeutas: ¿es que no eran la mayoría de las terapias “centradas en el paciente”?
Actualmente, a pesar de que los términos “no-directiva” y “centrada en el paciente” se mantienen, la mayoría de las personas simplemente le llamanterapia rogeriana. Una de las frases que Rogers utiliza para definir su terapia es “de apoyo, no reconstructiva” y se  apoya en la analogía de aprender a montar en bicicleta para explicarlo: cuando ayudas a un niño a aprender a montar en bici, simplemente no puedes decirle cómo, debe traralo por sí mismo. Y tampoco puedes estarle sujetando para siempre. Llega un punto donde sencillamente le dejas de sostener. Si se cae, se cae, pero si le agarras siempre, nunca aprenderá.
Es lo mismo en la terapia. Si la independencia (autonomía, libertad con responsabilidad) es lo que quieres que un paciente logre, no lo logrará si se mantiene dependiente de ti como terapeuta. Los pacientes deben experimentar sus introspecciones por sí mismos, en la vida cotidiana, fuera de la consulta de su terapeuta. Un abordaje autoritario en la terapia parece resultar fabuloso en la primera parte de la terapia, pero al final solo crea una persona dependiente.
Existe solo una técnica por la que los rogerianos son conocidos: el reflejo . El reflejo es la imagen de la comunicación emocional: si el paciente dice “¡me siento como una mierda!”, el terapeuta puede reflejar esto de vuelta diciéndole algo como “Ya. La vida le trata mal, ¿no?” Al hacer esto, el terapeuta le está comunicando al paciente que de hecho está escuchando y se está preocupando lo suficiente como para comprenderle.
También el terapeuta está permitiendo que el paciente se de cuenta de lo que él mismo está comunicando. Usualmente, las personas que sufren dicen cosas que no quieren decir por el hecho de que el sacarlas hacen sentir mejor. Por ejemplo, una vez una mujer entró en mi consulta y dijo “¡Odio a los hombres!” Le reflejé diciéndole: “¿Odia a todos los hombres?” Ella contestó: “Bueno, quizás no a todos” Ella no odiaba a su padre, ni a su hermano y por continuidad, ni a mí. Incluso con esos hombres a los que “odiaba”, se dio cuenta luego que en la gran mayoría de ellos no sentía hasta el punto de lo que la palabra “odio” implica. De hecho, mucho más adelante se percató de que lo que sentía era desconfianza hacia los hombres y de que tenía miedo de que le trataran como lo hizo un hombre en particular.
De todas formas, el reflejo debe usarse cuidadosamente. Muchos terapeutas novatos lo usan sin sentirlo o sin pensarlo, repitiendo como loros las frases que salen de la boca de sus pacientes. Luego creen que el cliente no se da cuenta, cuando de hecho se ha vuelto el estereotipo de la terapia rogeriana de la misma manera en que el sexo y la madre lo han hecho en la terapia freudiana. El reflejo debe surgir del corazón (genuino, congruente).  
Esto nos conduce a los famosos requerimientos que según Rogers debe presentar un terapeuta. Para ser un terapeuta especial, para ser efectivo, un terapeuta debe tener tres cualidades especiales:
  1. Congruencia. Ser genuino; ser honesto con el paciente.
  2. Empatía. La habilidad de sentir lo que siente el paciente.
  3. Respeto. Aceptación, preocupación positiva incondicional hacia el paciente.
Rogers dice que estas cualidades son “necesarias y suficientes”: si el terapeuta muestra estas tres cualidades, el paciente mejorará, incluso si no se usan “técnicas especiales”. Si el terapeuta no muestra estas tres cualidades, la mejoría será mínima, sin importar la cantidad de técnicas que se utilicen. Ahora bien, ¡esto es mucho pedir a un terapeuta! Simplemente son humanos, y con frecuencia bastante más “humanos” que otros. Es como ser más humanos dentro de la consulta que lo que normalmente somos. Estas características deben dejarse ver en la relación terapéutica.
Estamos de acuerdo con Rogers, aunque estas cualidades sean bastante demandantes. Algunas de las investigaciones sugieren que las técnicas no son tan importantes como la personalidad del terapeuta, y que, al menos hasta cierto punto, los terapeutas “nacen” , no se “hacen”.



Carl Rogers