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domingo, 29 de septiembre de 2013

Disociación. Tipos y explicación

 
Disociacion
 
 
¿Que es la disociación?

Disociación es una palabra que se utiliza para describir la desconexión entre cosas generalmente asociadas entre sí. Las experiencias disociativas no se integran en el sentido del yo, dando por resultado discontinuidades en el conocimiento consciente. En la disociación se da una falta de conexión en los pensamientos, memoria y sentido de identidad de una persona. Por ejemplo, alguien puede pensar en un acontecimiento que le trastornaba enormemente y aún así no experimentar ninguna emoción en absoluto. Es lo que se llama embotamiento emocional, uno de los aspectos principales del trastorno de estrés postraumático. La disociación es un proceso psicológico que se encuentra comúnmente en personas que buscan un tratamiento por problemas psicológicos (Maldonado et al., 2002).

La disociación cae dentro de una línea continua de severidad. Por ejemplo, una disociación leve sería quedarse absorto leyendo un libro y no darse cuenta de lo que sucede alrededor, o cuando estás conduciendo por una carretera familiar y te das cuenta de que no recuerdas los últimos kilómetros porque tu mente estaba "en otra parte" mientras tu cuerpo se encargaba de conducir. Estos síntomas no se consideran patológicos y caen dentro de la normalidad. Reciben el nombre de abstracción hipnótica. Una forma más severa y crónica de disociación puede verse en el trastorno de identidad disociativo, antes llamado trastorno de personalidad múltiple, y otros trastornos disociativos que iremos viendo a lo largo de estas páginas.

La disociación puede afectar a la subjetividad de una persona en forma de pensamientos, sentimientos y acciones que parecen no provenir de ninguna parte, o se ve a sí misma llevando a cabo una acción como si estuviera controlada por una fuerza externa. (Dell, 2001). Por lo general, una persona se siente "controlada" por una emoción que no parece tener en ese momento. Por ejemplo, puede sentir repentinamente una tristeza insoportable, sin una razón evidente, y después esa emoción desaparece de la misma manera que llegó. O bien, una persona puede encontrarse a sí misma haciendo algo que no haría normalmente pero incapaz de detenerse, como si alguien le estuviera obligando a hacerlo. Esto se describe a veces como la experiencia de ser un "pasajero" en su propio cuerpo, más que el conductor.

Hay cinco maneras principales mediante las cuales la disociación de procesos psicológicos cambia la manera en que una persona experimenta la vida: despersonalización, desrealización, amnesia, confusión de la identidad, y alteración de la identidad. Se sospecha de la existencia de un trastorno disociativo cuando se da cualquiera de las cinco características.
 
Despersonalización

Despersonalización es la sensación de estar separado, o fuera del propio cuerpo. Sin embargo, algunas personas hablan de una profunda alienación de sus cuerpos, la sensación de que no se reconocen en el espejo, no reconocen su cara, o simplemente, no se sienten "conectados" con sus cuerpos de maneras que son difíciles de expresar con palabras (Frey, 2001; Guralnik, Schmeidler, Y Simeon, 2000; Maldonado et al., 2002).


Desrealización

Es la sensación de que el mundo no es real. Algunas personas explican que el mundo parece falso, brumoso, lejano, o como si lo vieran a través de un velo. Otras dicen ver el mundo como si estuvieran fuera, o como si vieran una película (Steinberg, 1995).
Amnesia disociativa

La amnesia se refiere a la incapacidad para recordar información personal importante que es tan extensa que no es debida al olvido ordinario. La mayoría de las amnesias típicas de los trastornos disociativos no suelen ser del tipo de la fuga disociativa, donde las personas recorren largas distancias y de repente se dan cuenta de que no saben dónde están ni cómo llegaron allí. Por el contrario, la mayoría de las amnesias consisten a menudo en el olvido de un acontecimiento importante, por ejemplo, una boda, o una reunión social, o un periodo de tiempo, que puede abarcar minutos o años. Más típicamente, se producen micro-amnesias, en las que no se recuerda una discusión, o el contenido de una conversación se olvida de un momento a otro. Algunas personas afirman que este  tipo de experiencias las dejan a menudo luchando por recordar de qué estuvieron hablando. Mientras tanto, esta persona intenta no dejar que su interlocutor se dé cuenta de que no tiene ni idea de lo que se ha estado diciendo.


Confusión de la identidad y alteración de la identidad

La confusión de la identidad es un sensación de confusión respecto a quién es uno mismo. Por ejemplo, cuando una persona siente excitación y una emoción positiva mientras está realizando una actividad (por ejemplo,  conducción temeraria, uso de drogas) que por lo general le resulta desagradable. La alteración de la identidad es la sensación de ser marcadamente diferente de otra parte de su ser. Así, una persona puede cambiar a una personalidad diferente, sentirse confusa, y preguntar a su terapeuta, "¿Quién eres tú, y qué hago yo aquí?" Además de estos cambios observables, la persona puede experimentar distorsiones del tiempo, lugar, y situación. Por ejemplo, en el curso de un descubrimiento inicial de la experiencia de la alteración de la identidad, una persona puede creer incorrectamente que es cinco años mayor, que está en la casa de su niñez y no en el despacho de su terapeuta, o temer que una persona fallecida a la que teme aparezca de un momento a otro (Fine, 1999; Maldonado et al., 2002; Spiegel Y Cardena, 1991; Steinberg, 1995).

Más a menudo, pueden observarse formas más sutiles de alteración de la identidad cuando una persona utiliza diferentes tonos de voz, forma de hablar, o expresiones faciales. Éstos cambios pueden estar asociados a un cambio en la forma de ver el mundo del paciente. Por ejemplo, durante una discusión sobre el miedo, un cliente puede sentirse inicialmente joven, vulnerable, y asustado, seguido por un cambio repentino a un estado de hostilidad y crueldad. La persona puede expresar confusión sobre sus emociones y percepciones, o puede tener dificultades para recordar qué acaba de decir, incluso aunque no diga ser una persona diferente o tener otro nombre.

El paciente puede ser capaz de confirmar la experiencia de una alteración de la identidad, pero a menudo la parte de sí mismo que se presenta a terapia no es consciente de la existencia de estados disociados. Si se sospecha de una alteración de la identidad, puede confirmarse al observar amnesia para el propio comportamiento, cambios de humor, cambios en los patrones de discurso, lenguaje corporal, conducta y relación con el terapeuta.

¿Cuál es la causa de la disociación y de los trastornos disociativos?

La investigación tiende a indicar que la disociación procede de una combinación de factores ambientales y biológicos. La probabilidad de que una tendencia a disociar sea heredada se considera que es de cero (Simeon et al., 2001). Por lo general, el abuso repetido físico y/o  sexual en la infancia y otras formas de trauma se asocian al desarrollo de los trastornos disociativos (Putnam, 1985). En el contexto de un trauma crónico y severo en la niñez, la disociación puede ser considerada adaptativa porque reduce el intenso dolor emocional creado por el trauma. Sin embargo, si la disociación continúa utilizándose en la edad adulta, cuando el peligro original ya no existe, puede ser disfuncional. El adulto que disocia puede desconectar automáticamente de las situaciones que percibe como peligrosas o amenazantes, sin tener tiempo para determinar si existe un peligro real. Esto deja a la persona fuera de contacto en muchas situaciones de la vida diaria, e incapaz protegerse en momentos de peligro real.

La disociación puede también ocurrir cuando ha habido negligencia severa o abuso emocional, incluso cuando no ha habido abuso físico o sexual ostensible (Anderson y Alexander, 1996; Del oeste, Adán, Spreng, Y Rose, 2001). Los niños pueden también disociar en las familias en las que los padres son amenazadores, imprevisibles, disocian ellos mismos, o utilizan un estilo de comunicación altamente contradictorio (Blizard, 2001; Liotti, 1992, 1999a, b).

El desarrollo de desórdenes disociativos en la edad adulta parece estar relacionado con la intensidad de la disociación durante el acontecimiento traumático real; la disociación severa durante la experiencia traumática aumenta la probabilidad de la generalización de tales mecanismos tras el acontecimiento.

El trauma repetido en la niñez aumenta perceptiblemente la probabilidad de desarrollar trastornos disociativos en la edad adulta. (International Society for the Study of Dissociation, 2002; Kisiel & Lyons, 2001; Martinez-Taboas & Guillermo, 2000; Nash, Hulsey, Sexton, Harralson & Lambert, 1993; Siegel, 2003; Simeon et al., 2001; Simeon, Guralnik, & Schmeidler, 2001; Spiegel & Cardena, 1991).
Problemas para manejar las emociones

Uno de los problemas principales para la persona con un trastorno disociativo es la alteración de la regulación de las emociones; es decir, la dificultad para tolerar y manejar experiencias emocionales intensas. Este problema procede en parte de haber tenido pocas  oportunidades de aprender a calmarse a sí mismos o modular sus emociones, debido al hecho de criarse en una familia abusiva o negligente, donde los padres no enseñaron estas habilidades. Los problemas en el manejo de las emociones se componen de la intrusión repentina de recuerdos traumáticos y de las emociones abrumadoras que los acompañan (Metcalfe y Jacobs, 1996; Rauch, van der Kolk, Fisler, Alpert, Orr et al., 1996).

La incapacidad para manejar emociones intensas puede desencadenar un cambio en el estado del yo, desde un estado de ánimo a otro. La despersonalización, la desrealización, la amnesia y la confusión de la identidad pueden considerarse esfuerzos de autorregulación cuando la regulación de las emociones falla. La despersonalización (o verse a sí mismo como si estuviera fuera de su propio cuerpo), por ejemplo, es un modo de no estar presente mientras se está siendo sometido a un acto de abuso o crueldad insoportable. Como última alternativa de una mente abrumada para escapar del miedo cuando no hay escapatoria, una persona puede, inconscientemente, adaptarse creyendo que es alguien diferente. Así, la experiencia traumática que la persona no se ve capaz de afrontar ni de admitir, queda en un compartimento aislado de su mente, desconectado del resto, y desarrollándose de un modo independiente con cada repetición del trauma hasta dar lugar a una personalidad diferente. No es raro que una de las personalidades sea agresiva y sienta ira y desprecio hacia la personalidad víctima, a quien considera débil, cobarde y merecedora del castigo. Esta personalidad airada ha observado a la víctima desde fuera sin sentir nada hacia ella. Por eso, uno de los pasos principales para la integración de esta personalidad pasaría por lograr que sienta compasión por la víctima y empatía hacia ella. La aproximación terapéutica requiere ayudar a construir la confianza en la capacidad de una persona para tolerar sus emociones, aprender, y crecer como persona.

Tipos de trastornos disociativos

Hay cuatro categorías principales de trastornos disociativos:

Amnesia disociativa, fuga disociativa, trastorno de identidad disociativo, y trastorno de despersonalización.

La amnesia de disociativa (amnesia psicógena) se caracteriza por una incapacidad para recordar información personal importante, generalmente de una naturaleza traumática o estresante, que es demasiado amplia como para ser explicada por el olvido ordinario. Es la más común de todos los trastornos disociativos, y puede verse con frecuencia en las salas de emergencia de los hospitales (Maldonado et el al., 2002; Steinberg et al., 1993). Además, la amnesia disociativa se asocia a menudo a otros trastornos psicológicos (por ejemplo, trastornos de ansiedad, otros trastornos disociativos). Los individuos que sufren de amnesia disociativa son generalmente conscientes de su pérdida de memoria, la cual suele ser reversible debido a que los problemas de memoria se dan en el proceso de recuperación, no en el proceso de codificación. La duración del trastorno varía desde algunos días a varios años.

La fuga disociativa (fuga psicógena) se caracteriza por un viaje repentino e inesperado lejos del hogar o del trabajo, acompañado por una incapacidad para recordar su pasado y confusión sobre la identidad personal o la asunción de una nueva identidad. Estas personas son vistas como normales por los demás. És decir, su psicopatología no es obvia. No suelen ser conscientes de su pérdida de memoria

El trastorno de despersonalización se caracteriza por una sensación persistente o recurrente de estar separado de los propios procesos mentales o del propio cuerpo. Las personas que padecen este trastorno dicen sentirse como si estuvieran mirando sus vidas desde fuera de sus cuerpos, como si vieran una película.

A menudo informan de problemas de concentración, memoria y percepción (Guralnik et al., 2001). La despersonalización debe ocurrir independientemente del trastorno de identidad disociativo, trastornos por abuso de sustancias y esquizofrenia (Steinberg et al., 1993).

El trastorno de identidad disociativo (conocido anteriormente como trastornos de personalidad múltiple) es la manifestación más severa y más crónica de la disociación, caracterizado por la presencia de dos o más estados de personalidad o identidades diferentes  que, recurrentemente, toman el control del comportamiento del individuo, acompañado por una incapacidad para recordar información personal importante que es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario. Ahora se sabe que estos estados disociados no son personalidades totalmente formadas, sino más bien representan un sentido de la identidad fragmentado. La amnesia asociada típicamente a este trastorno es asimétrica, es decir, las diferentes personalidades recuerdan aspectos diferentes de la información autobiográfica. Suele haber una personalidad principal que se identifica con el nombre verdadero del cliente. Por lo general,  la personalidad principal no está enterada de la presencia de las demás. Las diferentes personalidades pueden jugar papeles distintos al hacer frente a áreas problemáticas. Suelen aparecer un promedio de 2 a 4 identidades en el diagnóstico, con un promedio de 13 a 15 personalidades que emergen durante el curso del tratamiento (Coons, Bowman y Milstein, 1988; Maldonado et al., 2002). Los acontecimientos ambientales suelen desencadenar el cambio repentino de una personalidad a otra.

Trastorno disociativo no especificado. Incluye los trastornos disociativos que no satisfacen totalmente los criterios diagnósticos  para ninguno de los trastornos mencionados. En la práctica clínica, éste parece ser el diagnóstico más habitual.
Prevalencia de los trastornos disociativos

Algunos estudios indican que la disociación ocurre en un 2-3 % de la población en general. Otros estudios han estimado un índice de prevalencia del 10% para todos los trastornos disociativos (Loewenstein, 1994). La disociación puede darse en formas agudas o crónicas. Inmediatamente después de un trauma severo, la incidencia de fenómenos disociativos es bastante alta. Aproximadamente el 73 % de las personas expuestas a un incidente traumático experimentarán estados disociativos durante el incidente o durante las horas, días o semanas posteriores. Sin embargo, para la mayoría de las personas estas experiencias desaparecerán por sí mismas en algunas semanas.
  • Amnesia disociativa: no se conoce la prevalencia exacta.
  • Fuga disociativa:0,2 % de la población general. Esta prevalencia se considera más alta durante periodos de estrés extremo.
  • Trastorno de identidad disociativo. Entre el 0,1 y el 1 %. En pacientes psiquiátricos la prevalencia oscila entre el 5 y el 10 %
  • Trastorno de despersonalización. No se conoce la prevalencia exacta pero algunos investigadores lo consideran el tercer trastorno psicológico más frecuente después de la depresión y la ansiedad.
http://www.trastornolimite.com/Otros-Trastornos-y-Enfermedades/disociacion-y-trastornos-disociativos

miércoles, 23 de mayo de 2012

Dos temas centrales: Relaciones Afectivas y Plan de Vida

 (Nota de Rodrigo S.: el autor -Eduardo H. Grecco- ha expuesto su noción de bipolaridad y el método para la auto-curación y la terapéutica. Esto ha sido compartido con ustedes en post anteriores. El último trataba de algo fundamental en el crecimiento personal, búsqueda del balance y la plenitud: el desarrollo de la Creatividad. Al que, en este espacio, se le dio un valor propio y especial. Grecco sigue desarrollando su modelo, en líneas generales, para abrir boca en su texto "Despertar el Don Bipolar".)
Nos faltaría, para completar esta presentación general, abordar el tema de los vínculos y el concepto de Plan de Vida como herramienta terapéutica.

1. Relaciones Afectivas
Las relaciones afectivas son un condimento importante de la vida y la salud del paciente bipolar. Los vínculos existen cuando hay un sentido de contacto, comunicación y comunión ["Para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia" (Octavio Paz)]. Y siempre es mejor tener una relación, aunque sea tormentosa, que carecer de ella ["En caso de vida o muerte, se debe estar siempre con el más prójimo" (Antonio Machado)]; por otra parte, es en el campo de los empalmes afectivos donde se dirime la batalla por conquistar ese eje interior que le permite, al bipolar, lograr oscilar ponderada y armónicamente.
Quiero recalcar que la experiencia vincular es una llave maestra en la cura de la bipolaridad, comenzando por la relación terapeuta-paciente que debe estructurarse como una situación de mucho compromiso, ya que -tal como señala Harry Guntrip-: Los contactos físcos despersonalizados y los contactos intelectuales despersonalizados deben ser considerados por igual, como traiciones hechas al verdadero vivir humano, como sustitutos de relaciones personales genuinas.

2. Plan de Vida
Al paciente bipolar no hay que proponerle un tratamiento sino un nuevo PLAN DE VIDA, esto es, motivarlo a realizar un cambio sustancial y progresivo de su existencia. Este plan va a funcionar como un esquema referencial capaz de ir ayudándolo a ordenar, afuera y adentro, el remolino de sus conductas y vivencias. Por otra parte, esto entraña procurarle un proyecto con el cual identificarse y poder asumir como propio. De por sí, esto ya tiene eficacia terapéutica, pero es el conjunto de alternativas -interactuando entre sí, valga la redundancia- lo que va a ir facilitando su sanación.
El paciente bipolar necesita una regla, no rígida, pero sí bien estructurada; necesita un tejido que lo sostenga pero que no lo ahogue; necesita desarrollar espacios sistemáticos y definidos de actividades diarias sin sentirse en prisión. En suma, necesita distribuir adecuada y prioritariamente el tiempo e incorporar acciones rituales (terapéuticas y no terapéuticas) en la vida cotidiana y en momentos definidos, que le van a ir permitiendo construir un orden interior y un dispositivo para enfrentar con éxito su padecer. Tal andamiaje representa la plataforma inicial para que el paciente tenga un marco que lo aleje de las crisis y del desamparo y que, más adelante, funcione como un hábito altamente positivo y le procure beneficios sigfnificativos en el camino de su cura.
El cambio de vida es un cambio de creencias y cambiando las creencias podemos cambiar la vida. Pero lo inverso también es cierto: cambiando la vida (errada) se cambian las creencias (erróneas).
Este PLAN DE VIDA debe incluir las siguientes actividades:
a) Tratamiento
Los pacientes deben recibir un tratamiento con las herramientas más adecuadas para cada circunstancia (algunas de las cuales describimos y recomendamos aquí), pero siempre con la idea de aumentar en el paciente el mayor grado de autonomía posible; es decir, ayudarlo pero no fomentar la dependencia.
No considero que los diferentes abordajes terapéuticos sean excluyentes entre sí (y la bipolaridad se presta para un enfoque de impacto múltiple), pero nos parece importante, por muchas razones, que cada paciente tenga un "terapeuta guía" que actúe como tal y sea el punto de orientación, sostén transferencial y consultor habitual.
En varios textos sobre la bipolaridad se recomienda el trípode de la medicación, la psicoterapia y la autoayuda y, en casi todos ellos, la psicoterapia es considerada un instrumento de apoyo, secundario a la acción psicofarmacológica.
Creo que hay que revisar este criterio. Se hace tan importante la participación activa del paciente bipolar en un trabajo terapéutico sobre sus emociones, vínculos, historia y personalidad, como el recibir la ayuda de prescripciones que le permitan sostener sus síntomas hasta que pueda dejarlos atrás.
Pero el nervio de la cuestión es comprender que el mejor tratamiento es el que le hace bien y efecto al paciente, el que lo ayuda a despertar sus poderes y talentos y el que lo reconforta en su posibilidad de ser feliz. Y esto no se logra con un "remedio terapéutico" sino con una "relación terapéutica".
b) Descanso
El buen dormir, en cantidad y calidad suficiente, es una recomendación fundamental que el bipolar debe cumplir. El insomnio, el mal dormir, el poco descanso, el estrés, son factores irritativos que pueden contribuir a desencadenar crisis maníacas o depresivas.
Por otra parte, durante el dormir, se elaboran ansiedades, fantasías, conflictos y miedos. Junto con la natural regeneración de la fuerza física, un buen sueño procura, además, una recuperación emocional significativa que aumenta el bienestar y proporciona alegría y buen humor.
Descansar no es solo dormir. También incluye aprender a distenderse, relajarse y reposar. El bipolar debe incorporar la práctica habitual de encontrar momentos, durante el día, en el cual ejercitar una relajación profunda con todos los efectos positivos que esto conlleva.
Es conveniente, para lograr buenos niveles de aflojamiento mental y corporal, recurrir a técnicas de masajes y baños de inmersión prolongados que coadyuvan a liberar tensiones, bloqueos y condicionamientos emocionales arraigados en el cuerpo.
La consigna es no dormirse tenso, no comer tenso, no enfrentar ninguna situación en estado de tensión. En cualquier momento que note presión y nerviosismo la prioridad es relajarse. Del mismo modo, cuando se sienta cansado no debe exigirse ni acumular fatiga. La distensión, en todas las esferas de la vida, es para el bipolar un prerrequisito para alejar riesgos de mayor inestabilidad.
c) Alimentación
Una alimentación inteligente es un factor para asegurar y mantener una buena salud; pero sin otros ingredientes como aire, sol, actividades físicas, descanso, creatividad y emociones placenteras (entre otras), no hay equilibrio posible. (La dicha necesita el concurso de muchas manos, a la desdicha le basta una.)
Nutrición no solo significa la asimilación de alimentos necesarios para el mantenimiento de la vida del cuerpo, sino que hay que pensar también que, en el acto de comer, estamos realizando una actividad mucho más compleja y abarcadora que el ingerir y digerir, ya que los alimentos no son solo un combustible, ni el organismo una máquina.
Tener una alimentación hipotóxica, bien balanceada, a horarios adecuados y rítmicos, sin fanatismo, lo más simple y natural posible, ayuda al bipolar a lograr un mejro estado psicofísico que redunda en su armonía emocional. También lo ideal sería comer despacio y en un clima acogedor y sereno (y esto vale para todas las personas), sin televisor encendido, anunciado hecatombes y tentando al consumismo irracional, y sin entrar en acaloradas discusiones con los enventuales compañeros de mesa ["No es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de su boca, esto es lo que contamina al hombre"(Mateo 15:11)].
Hay una serie de recomendaciones alimenticias concretas para la bipolaridad, que señalaremos más adelante, pero hay que tener siempre presente el principio esencial de que:
La alimentación es fuente de vida; al comer estamos asimilando todo el entorno; los alimentos son energía, son emociones, y debemos construir una dieta correcta para ayudarnos a no agravar nuestros males y para ayudarnos a recobrar el balance perdido.
d) Ejercicio
La práctica de algún deporte -el caminar o correr todos los días, por ejemplo- también es un factor muy importante a tener en cuenta. El paciente está en movimiento, quema el exceso de energía, desintoxica el organismo, mantiene la flexibilidad corporal y, sobre todo, promueve la sensación de estar vivo y activo. Y en el ejercicio detiene el "disco rayado" de su mente.
Por otra parte, el deporte y la gimnasia generan un mayor equilibrio emocional, algo necesario para el bipolar. Así como en la alimentación, en el ejercicio físico debe existir una suerte de disciplina progresiva hasta llevar al paciente a hacer de aquel un hábito cotidiano.
Sin embargo, hay otro costado en el cual el deporte brinda un aporte a la cura de la bipolaridad. La actividad deportiva lleva, a quien la practica, a vivir totalmente en el presente, con gran conciencia de los movimientos del cuerpo, a lograr un buen equilibrio interior y, cuando se involucra plenamente, a alcanzar una especie de "Estado alterado de conciencia". (En este sentido, un buen ejemplo son los libros de Michael Murphy: Golf en el Reino y The Psychic Side of Sports).
Pero lo interesante es que la vivencia bipolar, en sí misma, también puede ser pensada como un cierto "estado alterado de conciencia", pero de naturaleza perturbada. He comprobado cómo el bipolar, al ir viviendo estos mismos estados en el deporte y aprender a controlarlos y canalizarlos, puede ir incorporando este aprendizaje a su campo emocional y descubrir el costado positivo de ellos.
De manera que la actividad física provee no solo bienestar al cuerpo sino capacidad de dominio, determinación, resistencia y armonía al psiquismo, y estas son cualidades que a la persona bipolar le conviene desarrollar para aliviar e incluso sanar sus síntomas.

(Nota de Rodrigo C.: Existen otros puntos de anclaje, ejes vertebradores del PLAN DE VIDA que propone Eduardo Grecco; los siguientes son: Respiración; Aire y Sol; Sexualidad; Trabajo; Actividad Artística, expresiva y creatividad; Autoayuda, con respecto a esta última dice dos cosas importantes: que de ningún modo susutituye a un tratamiento individual, a la relación terpaéutica y que siempre es bueno recordar que las técnicas curan pero lo que sana es la relación, y nunca más cierto este adagio que en el campo de la bipolaridad.)

jueves, 10 de mayo de 2012

La finalidad del Psicoanálisis

Hagámonos la primera pregunta, que también es la pregunta fundamental en todo: ¿Qué fin tiene el psicoanálisis? Pues bien, esta pregunta tan sencilla tiene también una contestación muy sencilla: conocerse a sí mismo. Pero el conocerse a sí mismo es un deseo humano muy antiguo, y desde los griegos y la Edad Media hasta el presente encontramos la idea de que conocerse a sí mismo es el fundamento para conocer el mundo, o, como dijo lapidariamente el maestro Eckhart: "El único medio para conocer a Dios es conocerse a sí mismo". Se trata de una de las aspiraciones humanas más antiguas. Y verdaderamente, es una aspiración, o finalidad, que se origina en factores objetivos. ¿Cómo vamos a conocer el mundo, cómo vamos a vivir y reaccionar adecuadamente, si el mismo medio que ha de actuar, que ha de decidir, no nos es conocido? Nosotros somos los guías, los dueños de este "yo" que se las arregla para vivir en el mundo, para tomar decisiones, ordenar prioridades y tener estimaciones. Si este yo, este sujeto principal que decide y actúa no nos es bien conocido, debe seguirse que todos nuestros actos, todas nuestras decisiones las tomamos medio a ciegas, o en estado semidespierto. Piénsese que el hombre no está dotado de instintos como el animal, que le digan cómo debe actuar, y así no tenga en realidad que saber nada, salvo lo que sus instintos le manden. Aunque hemos de hacer una reserva a lo dicho, pues incluso en el reino animal, y contando también a los animales de inferior grado de evolución, se necesita aprender algo. Los instintos no obran sin un mínimo de aprendizaje. Esto tiene poca importancia, pero, en general, los animales no tienen que saber muchas cosas, aunque deben tener cierta experiencia, que se transmite por la memoria. Sin embargo, el hombre tiene que saberlo todo para poder decidir. Sus instintos no le dicen nada sobre qué decisiones debe tomar, salvo que debe comer, beber, defenderse, dormir y, quizá, engrendar hijos, mediante la treta de la naturaleza, por decirlo así, de haberlo dotado de cierto placer o deseo de satisfacción sexual, aunque este no represente, con mucho, una exigencia instintiva tan apremiante como los demás impulsos. Así pues, el conocerse a sí mismo no solo es una condición espiritual o, si se quiere, religiosa, o moral, o humana, sino que es también una exigencia biológica, porque el grado de eficacia vital depende de aquel en que nos conozcamos a nosotros mismos, como ese medio que debe orientarse en el mundo y tomar decisiones. Evidentemente, cuanto mejor nos conozcamos, más adecuadas serán nuestras decisiones. El psicoanálisis no es solo una terapéutica, sino también un medio para comprenderse a sí mismo, es decir, un medio para la propia liberación, un medio para el arte de vivir, lo que en mi opinión es la función más importante que pueda tener el psicoanálisis. El valor principal del psicoanálisis es realmente procurar una transformación espiritual de la personalidad, no el curar síntomas. Y no está mal que cure síntomas mientras no haya métodos mejores y más breves, pero la verdadera importancia histórica del psicoanálisis se halla en la corriente de pensamiento que puede verse también en el budismo, y que aspira al conocimiento de uno mismo, a la "atención", que representa un papel esencial en la práctica budista, con el fin de alcanzar un estado de ser más elevado, o mejor, que el hombre medio de hoy, y de encontrar más sentido a la vida que el hombre medio. El psicoanálisis pretende que el conocerse a sí mismo lleva a curarse. Solo que, tal afirmación se hace ya en los Evangelios: "La verdad os hará libres" [San Juan, 8, 32]. ¿Cómo es eso? El conocimiento de lo inconsciente propio, es decir, el pleno conocimiento de uno mismo, ¿cómo puede contribuir a liberar a una persona de sus síntomas, e incluso de hacerla más feliz? Erich Fromm: "El Arte de Escuchar". Paidós, 2012, Barcelona. Pp.: 47-49 "Además de conocerse a sí mismo, hay que aprender y practicar." Rodrigo Córdoba Sanz.