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Paz y Ciencia

sábado, 26 de septiembre de 2015

El Camino al SER


   
En general el ser humano mantiene su foco de atención en el afuera. Un afuera, (familia, profesión, amistades, status) que en principio nos da la única referencia de nosotros mismos y al que de algún modo retribuimos con aquello que creemos se espera de nosotros.
            Nuestros niveles de acción (cada una de nuestras acciones físicas)  son generados por niveles de pensamientos, que están argumentados en esto de devolver al afuera aquello que se espera de nosotros. Nuestras acciones, entonces, responden al mundo aprendido y no a nosotrosmismos.
            Cada uno de nuestros yoes utiliza una “máscara”  individualizando a cada una de las personas que somos en cada circunstancia. El por qué las utilizamos, cómo se forman, son el objeto de la Psicología, por lo que en este momento introducimos el término ”Inconciente”, que para Freud significaba algo así como la “piecita del fondo” en la que vamos guardando nuestras porquerías, cosas inútiles, (fuertes estímulos externos) que van generando complejos, traumas, fobias, miedos, hasta aquí nuestros maestros.
Pero es aquí donde Jung se diferencia de Freud, aún siendo su discípulo favorito, para dejarnos ver que detrás de la oscuridad está la luz, la infinita potencialidad de la vida abriéndose paso a través de los oscuros velos por los cuales nos vamos reconociendo, son estos nuestros demonios, es este nuestro infierno.
            Llamamos “oscuridad” a la “ignorancia”, llamamos "Luz" a la “conciencia de Ser” , y llamamos Individuación al proceso por el cual vamos dejando de lado cada una de nuestras máscaras, para confundir nuestra conciencia en la preciosa unidad de nuestro ser, percibiendo de este modo una inmensidad que más nos recuerda al cosmos, que a la pequeñez de nuestra estrecha y miserable casa que confundimos con él.
            Es aquí donde nos encontramos con los tópicos de estudio de la Psicología Transpersonal. Definida esta como “el estudio psicológico de las experiencias transpersonales (a través de la persona), es decir, aquella en las que el Self, (si mismo) se extiende más allá del individuo o la persona y llega a abarcar aspectos de la humanidad, la vida, el psiquismo y el cosmos, que antes eran experimentados como ajenos, permitiendo determinar la naturaleza, variedades, causa y efecto de experiencias y desarrollos transpersonales”. Al mismo tiempo que nos permite comprender psicologías, filosofías, disciplinas, artes y religiones, como manifestaciones preciosas de una UNIDAD… ya no ajena.
            Es este tipo de experiencias, llamadas de LUZ, las que nos van permitiendo dejar a nuestros viejos maestros  (odio, dolor, miedo) y encontrarnos con que nuestra realidad puede apreciarse y comprenderse mucho mejor desde la FELICIDAD, que en esta UNIDAD, en este reencuentro comienza a ser NUESTRA REALIDAD.
Es  así que la conciencia solo obtiene estímulos externos, es como si miráramos un abanico de espejos con independencia del observador
Llegado el momento un estado de insatisfacción, un “algo me falta”, aún teniéndolo todo, comienza a manifestarse y es en este punto cuando comenzamos nuestro trabajo interno.
Las distintas máscaras que nos hemos ido poniendo a través del tiempo ya no surten el mismo efecto y preguntas como: ¿de dónde vengo?, ¿cuál es mi sentido?, ¿adónde voy? , comienzan a hacerse concientes.
La primera noche del Alma se hace presente, todo aquello que hasta este momento nos había satisfecho ya no lo hace. Es la luz del atardecer que preludia la noche.
Es aquí donde comenzamos a dar los primeros pasos en “nuestro trabajo interno”, son específicos, en primer lugar “dar vuelta la mirada”, “hacernos presentes”, sentir, habitar, ese insondable y profundo vacío del que comenzamos a ser concientes.
Luego, el no identificarnos con los niveles de pensamiento que hasta el momento son los que han ido generando nuestros niveles de acción, siendo en realidad, “la contraparte energética del nivel traumático que los genera”.
Todos hemos oído hablar de un antiguo dicho popular “el mundo es de acuerdo al cristal con que se mira”, aquí es que hablamos de proyección, y al hacerlo vamos a definirlo como un mecanismo de defensa inconciente mediante el cual les atribuimos características propias a otros. Al proyectar, depositamos un aspecto interno en alguna persona o situación externa, y luego reaccionamos frente a este de una manera positiva o negativa, con atracción o con rechazo. 
La proyección puede ser utilizada para culpar a otros por nuestras faltas, por ej. un estudiante ante un examen aduce el mal humor del profesor como causa del aplazo, o adjudicar actitudes y tendencias inconcientes a otros, por ej. el hombre que proyecta su vulnerabilidad y dependencia en una mujer. Esto ya fue dicho: “no veas la paja en el ojo ajeno sino la viga en el propio”.
Nuestra personalidad, conjunto de máscaras, se origina a partir de los siete años de edad, es en este período donde a nivel cerebral comienzan a generarse las conexiones neuronales que nos permiten ingresar en uno de los niveles de conciencia que llamamos “lógico-formales”, primera elaboración de conceptos , comienza a estructurarse entonces sobre la memoria de un niño o niña generalmente herido, temeroso, inseguro, muchas veces impotente ante el accionar adulto, es este niño lo que conocemos como “el niño interno”, aquel que todos llevamos dentro y que expresa sus atributos a través de nosotros, y es en este impulso de la vida cuando comenzamos a integrar su presencia. Esta es una de las puertas que no podemos desconocer en este trabajo interno que intentamos llevar adelante, pues la puerta que él nos abre nos lleva a otra inmensa puerta , la de nuestro nacimiento, la de nuestra gestación, y finalmente a la de nuestra concepción.
Aquí nos detenemos, nos preguntamos por qué nacimos donde nacimos, por qué nuestros padres fueron estos y no otros, al igual que nuestros hermanos, primos, tíos, país, mundo?
En el momento de nuestra concepción,  “de concebirnos como seres concientes en este plano”, dueños de una multidimensionalidad estructurada a través de los niveles genéticos que generan la traducción de una actitud del alma en el momento de encarnar.
El alma no encarna pura y prístina como se nos ha hecho creer, lo hace cargada de recuerdos desde una actitud que podríamos parangonar con la de un niño de 3 a 5 años tomando decisiones, es a través de sucesivas encarnaciones, que deben leerse como experiencias que van generando las decisiones que luego se asumen en la “actitud que encarna”. Es esta y no otra la semilla de nuestra estructura psicológica.
Sabemos por la Teoría de Sistemas que ningún sistema puede ser resuelto en el mismo nivel que es generado, por lo tanto, el poder ser felices significa encontrarnos en conciencia con lo que en otro momento no lo fue, es ese niño inconciente tomando decisiones, el que hoy como adulto debe hacerse cargo de lo que ha generado, somos todos y cada uno de nosotros haciéndonos cargo de nuestro verdadero SER, una responsabilidad que desde lo individual nos lleva a lo cósmico. Es este sentido estaríamos en condiciones de afirmar que la Iluminación es la autoconciencia del Alma manifestándose a través de doce dimensiones físicas, cumpliendo concientemente su sentido, que en esa plenitud, en ese gozo, se une a la Vida Cósmica, al no tiempo, a la eternidad. Ya no hay pasado, ya no hay futuro, solo hay SER CONCIENTE DE SER.
Encontrar luego, un hilo conductor a través de nosotros mismos, permitiéndonos ser testigos mudos de nuestro pensar y actuar, pues del mismo modo en que un niño no se juzga nosotros no lo hacemos, nos observamos sin miedo, sin culpa , incorporando en el tiempo un marco teórico  referencial que nos permita comprender fácilmente nuestra identidad psicológica.

MEDITACION

            En principio vamos a descartar el concepto de meditar como el de detenerse a considerar ciertas ideas, o como seguir el curso de una actividad intelectual determinada. Particularmente adhiero a la idea tibetana de meditación, en el sentido que es “el espacio entre pensamiento y pensamiento”. Este es un paso necesario en el trabajo interno ya que este estado supone poder observar las oleadas de pensamientos, emociones, imágenes, conceptos, que habitualmente guían nuestro accionar.
            Este es un tema sumamente complejo, y es necesario para comprenderlo pasar por ciertas vivencias que irán dando pauta de la veracidad de esta práctica que no es solo o privativa de oriente, de manera que vamos a comenzar adhiriendo a los conceptos vertidos por Ken Wilber a este respecto:
“Es común entre los eruditos dividir la meditación en dos amplias categorías llamadas meditación de concentración y de percepción (o de visión clara)”
            La meditación concentrativa lleva la atención hacia un objeto (una roca, la llama de una vela, la respiración, la oración del corazón, un mantra, etc), tratando de lograr una identificación con el objeto de nuestra meditación. Este tipo de meditación por sí misma no erradica nuestras tendencias a crear dualismo en primer lugar, solo las ignora, se centra en un punto e ignora el resto. Esta meditación puede mostrarnos algunos de los reinos más elevados, pero no puede asentarnos definitivamente en algunos de esos reinos.
            La meditación de percepción o abierta, es la que nos lleva a la visión de la totalidad, por ej: en la meditación por concentración (MC) observamos un punto en una pared, en la meditación perceptiva (MP) observamos todos los puntos.
            Los estados superiores que se logran en la M.C. se llaman “samadhi” o la concentración unidireccional, mientras que la M.P. nos conduce al “satori” o conciencia y sabiduría trascendental.
            Al iniciar este camino lo hacemos con “la mente de mono”, imaginen uds. un mono saltando de rama en rama, así nuestra mente va saltando de pensamiento en pensamiento, impidiendo de este modo que otras dimensiones mas sutiles y elevadas de la conciencia emerjan, las que serían según Wilber, los niveles Psíquico, Sutil , Causal y No Dual.
            El efecto de nuestro trabajo interno, este estado de silencio o meditación, lo vamos a ir percibiendo a medida de nuestro perfeccionamiento del estado de presencia. Esto nos va a ir permitiendo hacer conciencia de los distintos niveles que se van manifestando a medida que vamos llenando el espacio vacío que dejara abierto la ignorancia de nosotros mismos. Estos saltos cuánticos son los que finalmente van eliminando los niveles de tensión generados por la no integración de aspectos duales de los que solo percibimos su sombra, permitiendo de este modo iluminar la otra parte de nuestra realidad.
            Llegamos así a la conclusión de que nuestro pequeño yo es un cúmulo de tensiones que sostienen no- integraciones.
La sombra no es más que la focalización de nuestra conciencia en niveles de identificación unidireccionados. Es como el sujeto que ve su sombra reflejada en una pared desconociendo la luz que detrás de él genera la sombra, esto tiene cierta similitud con el Mito de la Caverna de Platón.
Dentro de las distintas técnicas de meditación algunas implican a los órganos del sentido, otras usan música, formas mentales, como los mandalas, mientras que otras proponen un alejamiento absoluto  de los sentidos, algunas predican la inacción total y otras incluyen la acción , otras requieren estados emocionales específicos, mientras que otras alientan la indiferencia y el situarse al margen de toda identificación con una ilusión en particular
Todas estas formas son solo aspectos diferentes de un mismo ejercicio básico, más ninguna de las formas puede darnos lo que es realmente necesario en el camino evolutivo: ACTITUD. No es el método , sino el modo en que se emplea, la actitud es método y objetivo, cada acto debe ser de meditación, una suspensión de lo que percibimos de nosotros mismos.
Pues ya no somos juguetes de nuestros pensamientos, comenzamos a generar un testigo que nos libera de las caprichosas formas mentales y nos permite el acceso a formas más sutiles o emociones más sublimes. Este estadio es lo que antiguamente se denominaba “testigo”, o siguiéndolo a Wilber estaríamos entre los niveles “psiquico y sutil”. Es lo que finalmente nos permite entrar en la visión de nuestro propio ser, como si pasando por una vidriera nos viéramos reflejados en el escaparate, del mismo modo vamos teniendo el vislumbre de nuestra divina realidad.
Cuando hablamos de actitud nos estamos refiriendo a la motivación correcta para recorrer un determinado camino de re-unión con nosotros mismos. Cabe preguntarse por qué cada uno de nosotros somos lo que somos, por qué mujeres, por qué varones, por qué en esta familia, por qué con estos padres, por qué  en este mundo, por qué….?
La actitud correcta es preguntarse para qué? Pues es nuestra realidad física en sus 12 niveles (representados en nosotros por los doce chakras, y en otras culturas y tiempos este número ha ido variando, el 5 de los budistas, el 7 de los egipcios e hindúes, el 9 de los sufíes, el 12 de los primitivos cristianos)  una resultante y no una causa en si misma.
De manera entonces, que en este marco definimos el trabajo interno como la toma de conciencia de niveles mucho más profundos que nuestra estructura psicológica, y es en este punto donde vamos a entender conciencia como la “aprehención directa de conocimiento sin actividad mental”. Lo que nos va dando pauta de lo correcto de nuestro trabajo es que estímulos a los que reaccionábamos de una manera determinada ya no nos obligan a repetir conductas, esto nos lleva a un incremento de lo que conocemos como  auto-estima que en este contexto los vamos a entender como la conciencia de aspectos de nosotros mismos que ya no son ajenos, nos vamos completando, habitando, haciéndonos presentes concientemente.

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