EL MALESTAR EN LA CULTURA
Resumen
Aparecido en 1930, en este artículo
Sigmund Freud plantea que la insatisfacción del hombre por la cultura se debe a
que esta controla sus impulsos eróticos y agresivos, especialmente estos
últimos, ya que el hombre tiene una agresividad innata que puede desintegrar la
sociedad. La cultura controlará esta agresividad internalizándola bajo la forma
de Superyo y dirigiéndola contra el yo, el que entonces puede tornarse
masoquista o autodestructivo.
1 Freud había
escuchado decir de cierta persona que en todo ser humano existe un sentimiento
oceánico de eternidad, infinitud y unión con el universo, y por ese solo hecho
es el hombre un ser religioso, más allá de si cree o no en tal o cual credo.
Tal sentimiento está en la base de toda religión. Freud no admite ese
sentimiento en sí mísmo pero intenta una explicación psicoanalítica -genética-
del mismo.
Captamos nuestro yo como algo definido y demarcado, especialmente
del exterior, porque su límite interno se continúa con el ello. El lactante no
tiene tal demarcación. Empieza a demarcarse del exterior como yo-placiente,
diferenciándose del objeto displacentero que quedará 'fuera' de él.
Originalmente el yo lo incluía todo, pero cuando se separa o distingue del
mundo excterior, el yo termina siendo un residuo atrofiado del sentimiento de
ser uno con el universo antes indicado. Es lícito pensar que en la esfera de lo
psíquico aquel sentimiento pretérito pueda conservarse en la adultez.
Sin embargo
dicho sentimiento oceánico está más vinculado con el narcisismo ilimitado que
con el sentimiento religioso. Este último deriva en realidad del desamparo
infantil y la nostalgia por el padre que dicho desamparo suscitaba.
2 El peso de
la vida nos obliga a tres posibles soluciones: distraernos en alguna actividad,
buscar satisfacciones sustitutivas (como el arte), o bien narcotizarnos.
La religión
busca responder al sentido de la vida, y por otro lado el hombre busca el
placer y la evitación del displacer, cosas irrealizables en su plenitud. Es así
que el hombre rebaja sus pretensiones de felicidad, aunque busca otras
posibilidades como el hedonismo, el estoicismo, etc. Otra técnica para evitar
los sufrimientos es reorientar los fines instintivos de forma tal de poder
eludir las frustraciones del mundo exterior. Esto se llama sublimación, es
decir poder canalizar lo instintivo hacia satisfacciones artísticas o
científicas que alejan al sujeto cada vez más del mundo exterior. En una
palabra, son muchos los procedimientos para conquistar la felicidad o alejar el
sufrimiento, pero ninguno 100% efectivo.
La religión
impone un camino único para ser feliz y evitar el sufrimiento. Para ello reduce
el valor de la vida y delira deformando el mundo real intimidando a la
inteligencia, infantilizando al sujeto y produciendo delirios colectivos. No
obstante, tampoco puede eliminar totalmente el sufrimiento.
3 Tres son las fuentes del sufrimiento humano: el poder de la
naturaleza, la caducidad de nuestro cuerpo, y nuestra insuficiencia para
regular nuestras relaciones sociales. Las dos primeras son inevitables, pero no
entendemos la tercera: no entendemos porqué la sociedad no nos procura
satisfacción o bienestar, lo cual genera una hostilidad hacia lo cultural.
Cultura es la
suma de producciones que nos diferencian de los animales, y que sirve a dos
fines: proteger al hombre de la naturaleza, y regular sus mutuas relaciones
sociales. Para esto último el hombre debió pasar del poderío de una sola
voluntad tirana al poder de todos, al poder de la comunidad, es decir que todos
debieron sacrificar algo de sus instintos: la cultura los restringió.
Freud
advierte una analogía entre el proceso cultural y la normal evolución libidinal
del individuo: en ambos casos los instintos pueden seguir tres caminos: se
subliman (arte, etc), se consuman para procurar placer (por ejemplo el orden y
la limpieza derivados del erotismo anal), o se frustran. De este último caso
deriva la hostilidad hacia la cultura.
4 Examina aquí Freud qué factores hacen al origen de la cultura, y
cuáles determinaron su posterior derrotero. Desde el principio, el hombre
primitivo comprendió que para sobrevivir debía organizarse con otros seres
humanos. En 'Totem y Tabú' ya se había visto cómo de la familia primitiva se
pasó a la alianza fraternal, donde las restricciones mutuas (tabú) permitieron
la instauración del nuevo orden social, más poderoso que el individuo aislado.
Esa restricción llevó a desviar el impulso sexual hacia otro fin (impulso
coartado en su fin) generándose una especie de amor hacia toda la humanidad,
pero que tampoco anuló totalmente la satisfacción sexual directa. Ambas
variantes buscan unir a la comunidad con lazos más fuertes que los derivados de
la necesidad de organizarse para sobrevivir.
Pero pronto
surge un conflicto entre el amor y la cultura: el amor se opone a los intereses
de la cultura, y ésta lo amenaza con restricciones. La familia defiende el
amor, y la comunidad más amplia la cultura. La mujer entra en conflicto con el
hombre: éste, por exigencias culturales, se aleja cada vez más de sus funciones
de esposo y padre. La cultura restringe la sexualidad anulando su
manifestación, ya que la cultura necesita energía para su propio consumo.
5 La cultura
busca sustraer la energía del amor entre dos, para derivarla a lazos libidinales
que unan a los miembros de la sociedad entre sí para fortalecerla ('amarás a tu
prójimo como a tí mísmo'). Pero sin embargo, también existen tendencias
agresivas hacia los otros, y además no se entiende porqué amar a otros cuando
quizá no lo merecen. Así, la cultura también restringirá la agresividad, y no
sólo el amor sexual, lo cual permite entender porqué el hombre no encuentra su
felicidad en las relaciones sociales.
6 En 'Más
allá del principio del placer' habían quedado postulados dos instintos: de vida
(Eros), y de agresión o muerte. Ambos no se encuentran aislados y pueden
complementarse, como por ejemplo cuando la agresión dirigida hacia afuera salva
al sujeto de la autoagresión, o sea preserva su vida. La libido es la energía
del Eros, pero más que esta, es la tendencia agresiva el mayor obstáculo que se
opone a la cultura. Las agresiones mutuas entre los seres humanos hacen
peligrar la misma sociedad, y ésta no se mantiene unida solamente por
necesidades de sobrevivencia, de aquí la necesidad de generar lazos libidinales
entre los miembros.
7 Pero la sociedad también canaliza la agresividad dirigiéndola
contra el propio sujeto y generando en él un superyo, una conciencia moral, que
a su vez será la fuente del sentimiento de culpabilidad y la consiguiente
necesidad de castigo. La autoridad es internalizada, y el superyo tortura al yo
'pecaminoso' generándole angustia. La conciencia moral actúa especialmente en
forma severa cuando algo salió mal (y entonces hacemos un examen de
conciencia).
Llegamos así
a conocer dos orígenes del sentimiento de culpabilidad: uno es el miedo a la
autoridad, y otro, más reciente, el miedo al superyo. Ambas instancias obligan
a renunciar a los instintos, con la diferencia que al segundo no es posible
eludirlo. Se crea así la conciencia moral, la cual a su vez exige nuevas
renuncias instituales. Pero entonces, ¿de dónde viene el remordimiento por
haber matado al protopadre de la horda primitiva, ya que por entonces no había
conciencia moral como la hay hoy? Según Freud deriva de los sentimientos
ambivalentes hacia el mismo.
8 El precio
pagado por el progreso de la cultura reside en la pérdida de felicidad por
aumento del sentimiento de culpabilidad. Sentimiento de culpabilidad significa
aquí severidad del superyo, percepción de esta severidad por parte del yo, y
vigilancia. La necesidad de castigo es una vuelta del masoquismo sobre el yo
bajo la influencia del superyo sádico.
Freud
concluye que la génesis de los sentimientos de culpabilidad están en las
tendencias agresivas. Al impedir la satisfacción erótica, volvemos la agresión
hacia esa persona que prohíbe, y esta agresión es canalizada hacia el superyo,
de donde emanan los sentimientos de culpabilidad. También hay un superyo
cultural que establece rígidos ideales.
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