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Paz y Ciencia

jueves, 22 de mayo de 2008

La Clínica Viva

La Clínica Viva

D.W. Winnicott habló de letras vivas, Lacan de palabra vacía (“No hay metalenguaje”).
La clínica viva es la clínica de la creatividad, en ella se deja ser al paciente, interviniendo, al decir de Winnie “para que el paciente conozca los límites de mi comprensión, no el alcance de mi saber”.

Intervenir es ineludible, más aún en la clínica de adultos de Winnicott, esto es, los fenómenos esquizoides, donde el silencio puede ser vivido como atroz, sin poder soportar la duda. Se trata de sostener y de proporcionar el ambiente suficiente como para que se sienta seguro, incluso con cariño (si no es mucho decir). Dice Daniel Ripesi en su artículo ¿Intervenciones Winnicottianas?, que "el analista winnicottiano rara vez guarda silencio completo (como las madres)". Esto es bien distinto a aquello de lo que se desmarcaron, la interpretación en base a las fantasías del terapeuta, que podían ser vividas como locuras del terapeuta. Acertadamente muchas veces, las locuras y las interpretacion.

Ripesi comenta la anécdota de Groucho: “según él decía, cuando estaba en una reunión, y en tanto no pronunciara palabra alguna, su auditorio dudaba de si él era un genio o un perfecto idiota… Reflexionaba entonces, ¡¿para qué abrir la boca y sacarlos de la duda?!”

El trabajo de la clínica winnicottiana es la de la vida, con la absolución del impulso de muerte como factor dinámico de envidia, odio y ataques. En cambio, es una clínica de aportes menudos en lo intelectual en un ambiente de juego, espacio donde se solapan las dos realidades presentes en la clínica, aquél analista que no se solapa con el juego del otro debe aprender a jugar. Para ello existen unas reglas, las del marco terapéutico, rudimentos que Winnie fue perfeccionando desde su “bajalenguas” en La observación de niños en una situación fija (1941), artículo en Escritos de Pediatría y Psicoanálisis, hasta La Naturaleza Humana y Realidad y Juego.

NOTA

Algunas madres de fina sensibilidad y agudo ingenio pueden percatarse del énfasis otorgado a la mamá y lo ausente de este discurso del papá, si Winnie dijo que “eso que llaman infans no existe”, podríamos decir que eso que llaman mamá no existe, siempre hay otro, el padre ejerce el papel de corte, la Ley Paterna, el nombre del padre. La madre es con el padre, el hijo es con la madre primero y luego con la madre y el padre. En todo ese proceso de natural sufrimiento y disfrute pueden surgir dudas en cuanto a si una madre es “suficientemente buena”, el propio Winnie en Los bebés y sus madres nos advierte que ningún libro puede ni debe decir a una madre cómo debe acunar a su hijo, como debe de darle el pecho o como debe acariciarle. En todo caso qué alimentos darle.

Quizás, una madre suficientemente buena pueda haber vivido una madre perfecta y confundirla al pensar que aquello que ella sufrió con una madre ansiosa puede haber dejado marca en la siguiente generación. Esa madre suficientemente buena merece descansar sabiendo que ella sabe más que los libros y que su sufrimiento y comprensión alcanzan a comprender la magnitud de una búsqueda más allá de construcciones oníricas, en la elección del objeto amoroso está el residuo de nuestras vivencias, si un hijo sostiene a su madre no tiene nadie quien le sostenga, esas primeras vivencias son decisivas en el desarrollo de la “confianza en” (confiabilidad). Mientras eso no sea trabajado en su análisis la madre suficientemente buena, que fue niña de una madre suficientemente asustada y sancionada por ello, puede seguir vinculándose a un padre excesivamente rígido.

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