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Paz y Ciencia

martes, 25 de diciembre de 2007

EL PROBLEMA EPISTEMOLÓGICO EN PSIQUIATRÍA Y PSICOLOGÍA

Reflexiones con Castilla del Pino; “Un Estudio Sobre la Depresión. Fundamentos de Antropología dialéctica”. Ed. Península. Barcelona, 1974.
Ha llovido mucho y su productividad ha hecho que nos deleitaramos con otras obras como Teoría de los Sentimientos; Celos, Locura, Muerte; El Delirio: un error necesario o su autobiografía en dos volúmenes: p.ej.: La Casa del Olivo.
Anoto lo que puede ayudar a "pensarnos" (J.Hold).

Cuando un enfermo refería una vivencia de extrañamiento de la realidad se la juzgaba dotada de una significación que muchas veces el propio enfermo estaba lejos de habernos dado base para establecer. Es así como en los últimos años, cuando hemos dejado a un lado hábitos que procedían de prejuicios que entonces no sabíamos reconocer, estamos asistiendo a la inteligibilidad de algunos fenómenos psicopatológicos sobre los que antes habíamos postulado, de una vez para siempre su sin-sentido

La descripción del mundo maníaco a través del análisis de “la fuga de ideas” sirvió a Binswanger en 1932 para inaugurar el análisis existencial en Psiquiatría, y especialmente en el campo de las psicosis afectivas. Con anterioridad, Straus y Von Gebsattel, varios años antes, habían publicado sendos ensayos de interpretación de algunos aspectos de la depresión, específicamente el modo de vivenciar la temporalidad del enfermo depresivo, del cual derivaría su modo peculiar de estar-en-el-mundo. Lo que caracteriza al deprimido es su experiencia personal de la inhibición del devenir, merced a la cual carece de futuro y se encara, únicamente, al pasado como carencia proyecto y de posibilidad de realización. El mundo del depresivo se empobrece, surge la vivencia de culpa, la angustia frente al presente y el futuro, en consecuencia su incapacidad para la verificación de nuevos anclajes en la vida psíquica se desestructura (Minkowski) y aparece el aburrimiento patológico, independiente de las contingencias externas, y deja de operar como anticipo del yo en la perspectiva del futuro. Es la depresión que Häfner ha llamado “existencial”.

Pero la conducta es acción sobre la realidad y la realidad está hecha de objetos. Merced a la dinámica intrínseca del ello las relaciones con los objetos no son relaciones objetivas. El ello no opera con las cosas en sí, sino con cosas que “significan” para sí. Para una persona las cosas no son lo que objetivamente son, sino lo que para ella significan. Este significado, en apariencia personal, individual, pero en verdad social, por tanto dado, que las cosas poseen por encima o por debajo de lo que las cosas sean, son las relaciones que con ellas verifica. A estas relaciones no objetivas con los objetos de la realidad –realidad no sólo externa, sino interna, del propio yo- se las llama relaciones objetales. El niño establece relaciones objetales orales, sádicas, ambivalentes, etc., de acuerdo no a lo que las cosas –hombres y cosas- son, sino a lo que para él significan. Y estas relaciones objetales son adaptadas por él en virtud de las pautas de conducta que se les hace inferir.


El punto de vista antropológicoexistencial es insuficiente porque se mantiene en un plano descriptivo del hecho morboso, si bien sitúa el hecho morboso en un hombre viviente. No hace abstracción de la enfermedad, pero sí del enfermo. El enfermo es ahora el ente abstracto. Es cierto que, si ha de hacerse justicia, la analítica existencial ve a este hombre en su estar-en-el-mundo, que dependen, sin duda, de la situación que la enfermedad le provoca. Vive el tiempo, el espacio, las relaciones con el mundo, etc., de una forma determinada.

El punto de vista psicoanalítico es categorialmente distinto a los anteriores y, desde luego, supone frente a ellos la perspectiva de una realidad mucho más amplia. Tiene de positivo el hecho, ya consignado con anterioridad, de que su consideración es humana, concretamente humana. No trata de enfermedades en abstracto, ni de enfermos en abstracto, sino de hombres concretos. El dato morboso es tan solo el pretexto actual que suscita una relación terapeuta-paciente, a través de la cual se pretende dilucidar la índole de las motivaciones que subyacen en una conducta, en este caso morbosa. La puesta en relación de estas motivaciones con situaciones originarias, junto al efecto purificador, catártico, sólo sería posible merced a la superación de resistencias personales que impiden la objetivación de la realidad en cuanto tal. O sea, no se trata sólo de hacer meramente consciente aquello que perturba, sino de hacer conscientes también los dinamismos psíquicos que hasta ahora impedían la propia catarsis de la situación (Freud).

Una buena teoría es aquella que permite, en cualquier instante, la situación del acontecimiento en sus coordenadas históricas. Por tanto, una buena teoría ha de ser forzosamente una teoría de las relaciones entre los diversos elementos de la realidad. La consideración de la movilidad de todo hecho, su permanente mutabilidad. La teoría de las relaciones ha de ser ante todo teoría del cambio de las relaciones mismas.

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