Nasrudín era un hombre mayor y contemplaba su vida ya casi terminada. Un día, sentado en una tetería junto a sus amigos, explicó:
- Cuando era joven, estaba lleno de energía y rezaba a Alá para que me diera fuerzas para cambiar el mundo.
Todos le escuchaban con atención pues era considerado un gran sabio.
- A los cincuenta años me di cuenta de que, pese a mis esfuerzos, el mundo seguiría igual. Así que pedí fuerzas para ayudar a aquellos que tenía cerca.
Nasrudín suspiró, bebió un poco de ti y concluyó:
- Y ahora que soy anciano mi oración es simple: "Alá, dame fuerzas para cambiarme a mí mismo".
- Cuando era joven, estaba lleno de energía y rezaba a Alá para que me diera fuerzas para cambiar el mundo.
Todos le escuchaban con atención pues era considerado un gran sabio.
- A los cincuenta años me di cuenta de que, pese a mis esfuerzos, el mundo seguiría igual. Así que pedí fuerzas para ayudar a aquellos que tenía cerca.
Nasrudín suspiró, bebió un poco de ti y concluyó:
- Y ahora que soy anciano mi oración es simple: "Alá, dame fuerzas para cambiarme a mí mismo".
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