¿Qué es en realidad la sincronicidad? Concepto de Jung desarrollado por el premio Nobel de Física, Wolfgang Pauli.
Sunchronos es el tiempo que va al unísono, tiempo que coincide con él mismo. Dicho de otro modo, se trata de dos acontecimientos sin ninguna relación entre sí según la causalidad clásica, y que, por lo tanto, al ocurrir simultáneamente, adquieren sentido para la persona que es sujeto de ellos.
De ahí la impresión de magia que suele dar, pero sin que la magia sea precisamente escenificada, como sería el caso de forma camuflada si admitiéramos, por ejemplo, que esos acontecimientos tienen su causa en última instancia en el psiquismo del observador, digamos, su inconsciente.
La sincronicidad nos invita a introducirnos en el terreno de la acuasalidad. El acontecimiento sincronístico responde a una meta del inconsciente, sin que éste, sin embargo, haya podido provocarla.
Retomando las viejas distinciones de Aristóteles sobre este punto, no se trata en ningún caso de causa final que reintroduciría subrepticiamente la causalidad repudiada - y nos reconduciría a una acción mágica, desde luego, y más filosóficamente refinada, pero en cierto modo también más intelectual y científicamente escandalosa.
Entre una instancia y otra, se efectúa un salto o, como dice Jung en su escrito canónico Tertium Datur, se da un tercer término que establece la relación y extrae el sentido - pero lo hace después, y que consiste precisamente en la interioridad del sujeto.
Si Jung proporcionó el concepto de sincronicidad, fue para escapar a esa tentación siempre tan viva en el hombre y para ofrecer a los fenómenos constatados en su práctica (en su clínica del inconsciente), el marco de referencia adecuado.
La genealogía que realizó iba de una ciencia a la filosofía. Un intento riguroso de pensar en sus datos de la experiencia. Del Unus Mundus del teólogo Escoto Erígena, a la armonía establecida de los composibles de Leibniz, por no hablar del Tao y de la estructura tan particular del tiempo que refleja su línea de pensamiento.
La sincronicidad, como queda constatado, es un tema que puede llevar muy lejos, dada la proximidad de su radicalidad conceptual, y nos reclama una reflexión nueva (o renovada) y ampliada.
Sunchronos es el tiempo que va al unísono, tiempo que coincide con él mismo. Dicho de otro modo, se trata de dos acontecimientos sin ninguna relación entre sí según la causalidad clásica, y que, por lo tanto, al ocurrir simultáneamente, adquieren sentido para la persona que es sujeto de ellos.
De ahí la impresión de magia que suele dar, pero sin que la magia sea precisamente escenificada, como sería el caso de forma camuflada si admitiéramos, por ejemplo, que esos acontecimientos tienen su causa en última instancia en el psiquismo del observador, digamos, su inconsciente.
La sincronicidad nos invita a introducirnos en el terreno de la acuasalidad. El acontecimiento sincronístico responde a una meta del inconsciente, sin que éste, sin embargo, haya podido provocarla.
Retomando las viejas distinciones de Aristóteles sobre este punto, no se trata en ningún caso de causa final que reintroduciría subrepticiamente la causalidad repudiada - y nos reconduciría a una acción mágica, desde luego, y más filosóficamente refinada, pero en cierto modo también más intelectual y científicamente escandalosa.
Entre una instancia y otra, se efectúa un salto o, como dice Jung en su escrito canónico Tertium Datur, se da un tercer término que establece la relación y extrae el sentido - pero lo hace después, y que consiste precisamente en la interioridad del sujeto.
Si Jung proporcionó el concepto de sincronicidad, fue para escapar a esa tentación siempre tan viva en el hombre y para ofrecer a los fenómenos constatados en su práctica (en su clínica del inconsciente), el marco de referencia adecuado.
La genealogía que realizó iba de una ciencia a la filosofía. Un intento riguroso de pensar en sus datos de la experiencia. Del Unus Mundus del teólogo Escoto Erígena, a la armonía establecida de los composibles de Leibniz, por no hablar del Tao y de la estructura tan particular del tiempo que refleja su línea de pensamiento.
La sincronicidad, como queda constatado, es un tema que puede llevar muy lejos, dada la proximidad de su radicalidad conceptual, y nos reclama una reflexión nueva (o renovada) y ampliada.
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