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Paz y Ciencia

viernes, 8 de enero de 2016

Confusión y Alteración de la Identidad


Confusión de la identidad y alteración de la identidad

La confusión de la identidad es un sensación de confusión respecto a quién es uno mismo. Por ejemplo, cuando una persona siente excitación y una emoción positiva mientras está realizando una actividad (por ejemplo,  conducción temeraria, uso de drogas) que por lo general le resulta desagradable. La alteración de la identidad es la sensación de ser marcadamente diferente de otra parte de su ser. Así, una persona puede cambiar a una personalidad diferente, sentirse confusa, y preguntar a su terapeuta, "¿Quién eres tú, y qué hago yo aquí?" Además de estos cambios observables, la persona puede experimentar distorsiones del tiempo, lugar, y situación. Por ejemplo, en el curso de un descubrimiento inicial de la experiencia de la alteración de la identidad, una persona puede creer incorrectamente que es cinco años mayor, que está en la casa de su niñez y no en el despacho de su terapeuta, o temer que una persona fallecida a la que teme aparezca de un momento a otro (Fine, 1999; Maldonado et al., 2002; Spiegel Y Cardena, 1991; Steinberg, 1995).

Más a menudo, pueden observarse formas más sutiles de alteración de la identidad cuando una persona utiliza diferentes tonos de voz, forma de hablar, o expresiones faciales. Éstos cambios pueden estar asociados a un cambio en la forma de ver el mundo del paciente. Por ejemplo, durante una discusión sobre el miedo, un cliente puede sentirse inicialmente joven, vulnerable, y asustado, seguido por un cambio repentino a un estado de hostilidad y crueldad. La persona puede expresar confusión sobre sus emociones y percepciones, o puede tener dificultades para recordar qué acaba de decir, incluso aunque no diga ser una persona diferente o tener otro nombre. 

El paciente puede ser capaz de confirmar la experiencia de una alteración de la identidad, pero a menudo la parte de sí mismo que se presenta a terapia no es consciente de la existencia de estados disociados. Si se sospecha de una alteración de la identidad, puede confirmarse al observar amnesia para el propio comportamiento, cambios de humor, cambios en los patrones de discurso, lenguaje corporal, conducta y relación con el terapeuta.

¿Cuál es la causa de la disociación y de los trastornos disociativos?

La investigación tiende a indicar que la disociación procede de una combinación de factores ambientales y biológicos. La probabilidad de que una tendencia a disociar sea heredada se considera que es de cero (Simeon et al., 2001). Por lo general, el abuso repetido físico y/o  sexual en la infancia y otras formas de trauma se asocian al desarrollo de los trastornos disociativos (Putnam, 1985). En el contexto de un trauma crónico y severo en la niñez, la disociación puede ser considerada adaptativa porque reduce el intenso dolor emocional creado por el trauma. Sin embargo, si la disociación continúa utilizándose en la edad adulta, cuando el peligro original ya no existe, puede ser disfuncional. El adulto que disocia puede desconectar automáticamente de las situaciones que percibe como peligrosas o amenazantes, sin tener tiempo para determinar si existe un peligro real. Esto deja a la persona fuera de contacto en muchas situaciones de la vida diaria, e incapaz protegerse en momentos de peligro real.

La disociación puede también ocurrir cuando ha habido negligencia severa o abuso emocional, incluso cuando no ha habido abuso físico o sexual ostensible (Anderson y Alexander, 1996; Del oeste, Adán, Spreng, Y Rose, 2001). Los niños pueden también disociar en las familias en las que los padres son amenazadores, imprevisibles, disocian ellos mismos, o utilizan un estilo de comunicación altamente contradictorio (Blizard, 2001; Liotti, 1992, 1999a, b).

El desarrollo de desórdenes disociativos en la edad adulta parece estar relacionado con la intensidad de la disociación durante el acontecimiento traumático real; la disociación severa durante la experiencia traumática aumenta la probabilidad de la generalización de tales mecanismos tras el acontecimiento.

El trauma repetido en la niñez aumenta perceptiblemente la probabilidad de desarrollar trastornos disociativos en la edad adulta. (International Society for the Study of Dissociation, 2002; Kisiel & Lyons, 2001; Martinez-Taboas & Guillermo, 2000; Nash, Hulsey, Sexton, Harralson & Lambert, 1993; Siegel, 2003; Simeon et al., 2001; Simeon, Guralnik, & Schmeidler, 2001; Spiegel & Cardena, 1991). 

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