El amor sirve a muchas personas para ayudar a superar sus problemas. Dicho sea estamos restando la hermosura del amor, sin duda. Pero, llegados a una determinada edad, la adultez, por lo menos por edad, es el momento de apoyarse en la pareja o en el matrimonio para tener ese apuntalamiento fundamental. He conocido a personas que se sentían vacías, solas, desesperadas, a personas que llevaban vidas erráticas, impulsivas y autodestructivas y el encontrar una pareja les ha hecho cambiar el rumbo de sus vidas. Otras veces he comentado que para ello se requiere cierto equilibrio.
Una persona extraordinariamente inteligente, tiene un problema de autoestima, de celos, de desconfianza en sus propios recursos y eso afecta la mirada hacia la otra persona, hacia la mujer. Piensa que no merece una mujer bonita e inteligente y le asaltan pensamientos deliroides sobre que esa persona estará con otro o puede estarlo.
Vive en un tormento en el que en momentos fugaces estos pensamientos parásitos, que provienen de un desarrollo poco armónico y la consiguiente mala experiencia con las mujeres, ha construido un teorema, por así decir, en el que la mujer es un peligro potencial. Su familia fue un absoluto caos, alcoholismo, violencia y vejaciones.
Sin embargo, él ha podido superar parcialmente todos esos avatares de la vida teniendo una buena posición en la vida. Con un componente de ansiedad, estados depresivos minor y suspicacia. Es una persona que empezó siendo mal estudiante y ahora tiene dos carreras importantes y un puesto de mucha relevancia. Resulta atractivo física y psicológicamente para las mujeres porque es una persona genial.
Sin embargo, como reflexionaba otra paciente "Somos lo que creemos que somos".
Esta persona, de mediana edad, más bien joven, está en constante autoobservación, hipervigilante, investigando indicios y esto le impide disfrutar de las relaciones. Ahora ha encontrado una pareja con la que coincide en cuanto a la formación intelectual, la posición socioeconómica y le sirve de contrapunto. Cuando ella le dice "Te quiero", él se siente fuera de lugar. Nadie antes le había dicho eso con tanta dulzura, al menos nadie que él, de verdad, hubiese querido. No ha aprendido a amar, no ha tenido una urdimbre afectiva para sentirse valorado, reafirmado y deseado. Recuerda tormentos y humillaciones. Sin duda, sufre. Cabe la posibilidad, si su suspicacia no lo impide, que esta nueva relación pueda ser una oportunidad para poder empezar a vivir una experiencia donde desmonte y desaprenda los artificios vivenciados e interiorizados. Para cualquier persona, es una persona fantástica, generosa, inteligente, afectuosa y con un gran corazón. Pero el miedo y la desconfianza, entre otras cosas que aquí no puedo mencionar, le llevan a vivir sus relaciones como posibles amenazas como si aquel mito de la mujer con cabezas de serpiente se le fuera a comer. Eso ya lo ha vivido. Como diría Winnicott, ese derrumbe ya lo has pasado, ahora te toca comenzar a desaprender. Disfrutar pensando en el aquí y ahora, construir un proyecto existencial, un organigrama de vida, una forma de proyectarse en el futuro disfrutando del presente. Plantearse que esa mujer puede ser la que le devuelva la confianza. Darse una oportunidad y negociar la autoestima y su autoconcepto. Por su inteligencia y colaboración, no me cabe duda que está en ello, sin embargo no siempre es fácil desaprender y quitarse de en medio lo vivido que nos condiciona y nos deja una huella indeleble en el espejo de nuestra identidad. Un abrazo.
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