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Paz y Ciencia
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martes, 13 de febrero de 2018

Arriba y Abajo. Una Bipolar con el Timón



EN UN BARCO A LA DERIVA

"Sube y baja con la marea. La diferencia: no tiene ciclos constantes ni predecibles, ni una luna que pueda controlarlo.

A veces, sube de forma repentina y cuando menos se espera. Se presenta como una gran ola. A medida que se eleva, se muestra llena de vivos y llamativos colores, bellas formas que captan toda su atención, que engatusan y seducen como haría el cántico de una hermosa sirena, que reducen el sueño y animan la líbido, engañando a todo aquél que se pone en su camino, estallando con toda su fuerza como las olas que rompen en las rocas en los días de tormenta.

Otras es sutilmente arrastrado hacia un remolino de tonalidades grises y colores apagados que se instaura poco a poco, vaciando y agotando a la persona día tras día, hasta que ya está metida de lleno en su espiral y no ve salida".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Zaragoza. Zona Centro. 653 379 269

Sugerencias: 

Tatiana de Blay: "En la Montaña Rusa".
Valèrie Tasso: "Diario de una Ninfómana"

miércoles, 29 de junio de 2016

Bipolaridad y Creatividad

Neus Barrantes-Vidal, en sus trabajos dedicados a la creatividad y el trastorno bipolar, explica cómo el proceso creativo implica la invención o redefinición de problemas, el descubrimiento de soluciones diferentes, no apreciables en primera instancia, basadas en la asociación de elementos aparentemente inconexos.
Runco define la creatividad como el desarrollo de nuevas soluciones que funcionan. Así las características novedad, originalidad y utilidad parecen ligadas a los productos creativos.

Existe un estudio de Jay Redfield Jamison, psiquiatra con trastorno bipolar, una de las más investigadoras, que en su libro "Touched with fire" trabaja el campo de la patología maníaco-depresiva de las últimas décadas. En su libro recoge un profuso listado de poetas, escritores, músicos y artistas asociados a la patología afectiva.

lunes, 21 de enero de 2013

Creatividad en el Trastorno Bipolar

Vincent Van Gogh y su "Noche estrellada"
Heredero del Impresionismo, Van Gogh fue capaz de crear un estilo muy personal, más allá de la luz y el color. Su obra es un claro ejemplo de cómo la pintura puede expresar las emociones y tensiones humanas.

Este gran maestro de la pintura tuvo una vida llena de fracasos. Su carácter inestable se iba alimentando de todo aquello que el pintor no conseguía: trabajos frustrados, desamores, ataques epilépticos, un acercamiento a la religión sin éxito, etc. Todo esto, unido a su fracaso como pintor, aumentó su soledad y desánimo.

Como anécdota, la pérdida de la oreja derecha del artista se dice que fue debido a una discusión con Gauguin; esta versión indica que Van Gogh amenazó a Gauguin con una navaja y que, como consecuencia del disgusto, por la noche se mutiló el lóbulo de la oreja izquierda. A continuación, Van Gogh habría envuelto el lóbulo en un paño y se habría dirigido a su burdel favorito, donde presentó este «regalo» a una prostituta llamada Rachel. Al regresar a su casa Van Gogh pintó el "Autorretrato con oreja vendada", mostrando toda la parte derecha de la cabeza con una venda. El cuadro debió ser pintado delante de un espejo.

Pero su angustia encontraba una vía de escape en la pintura, y aunque no reconocieran su trabajo, no abandonó esta habilidad innata para pintar emociones. Es así como aquel que entonces consideraban un loco se convirtió en un genio. Y es que su estilo, absolutamente personal, es pura fuerza expresiva. Sólo un genio loco como él, con una vida como la suya, es capaz de dejarse llevar por su obra y mostrar su mundo interior de una forma tan sugerente. Él lo conseguía continuamente y “La noche estrellada” es un claro ejemplo.

Vincent se encuentra recluido en el manicomio de Saint-Rémy desde el mes de mayo de 1889 y muestra en sus imágenes lo que contempla desde su ventana, un año antes de que se suicidara. En tan extrema situación, el genio holandés extrajo de su interior esta escena, en la cual la naturaleza estalla, despliega su energía y exhibe todo su esplendor.
De todos los paisajes que creó, este es el más vigoroso y sugerente. La naturaleza lo envuelve todo, deja al ser humano pequeño, que se ve abrumado ante una fuerza que no puede controlar. Van Gogh se debía sentir así, indefenso ante las adversidades de la vida e incluso ante si mismo, incapaz de superar su angustia.

Los colores llamativos y las líneas en espiral del cielo y del ciprés reproducen la inestabilidad de su estado de ánimo y la necesidad de descargar esta frustración que le inundaba por dentro. El ciprés gigante seguramente
es una alusión a la muerte.

CREATIVIDAD

Se cree que la alta creatividad que da lugar a logros importantes podría ser una manifestación de un trastorno bipolar. Ahora se habla de que el pintor Vincent Van Gogh padecía un trastorno bipolar, al menos cuando ingresó en el hospital, en 1889, donde realizó su obra La Noche Estrellada. Este hecho ha dado lugar a la hipótesis de que la creatividad extrema pueda ser una manifestación del TB. La energía creativa podría ser entonces una alteración de la personalidad, lo que nos lleva ya a una deformación de lo que supone ser una persona "normal". Si la alta autoestima, la seguridad en uno mismo, la inquietud por el trabajo bien realizado, la necesidad de estar activo y la creatividad que puede dar lugar a grandes logros son señales de alteración emocional, es casi imposible que hoy en día alguien pueda estar libre de necesitar ayuda psicológica.
Nuevas tendencias en el campo de la psiquiatría intentan demostrar que la "energía creativa", como la que demuestran multitud de artistas, músicos, escritores, poetas y científicos, es una condición de bipolaridad que deberá ser tratada por ellos. Estos nuevos profesionales "diagnostican" con premura, basándose en cartas, escritos, hechos contemporáneos o en otros materiales para aconsejar una terapia cognitiva. La prensa se hace eco de estas manifestaciones y ahora vemos que numerosas personas famosas ya fallecidas han tenido que vivir durante toda su vida sometidos a laberintos emocionales y que gran cantidad de los genios o artistas padecen o han padecido este trastorno. Una de las mayores defensoras de esto es Kay Redfield Jamison, considerada una experta y líder en el tema de asociar creatividad con TB.
Según ella, la manía puede contribuir a la creatividad, y en ciclotimia parece producirse una mayor contribución a la creatividad, y con ella un incremento en la confianza y actividad, aunque pronto termina en un estado que debilita la creatividad.

http://youtu.be/CxRLap9xLag Kay R. Jamison sobre la Bipolaridad
http://youtu.be/rYIYXdVj8xQ Alejandro Sanz -La Música no se Toca- Disco Completo

sábado, 26 de mayo de 2012

Testimonios sobre Afecto y Locura: Kay R. Jamison





En solución de continuidad con respecto al post anterior, que se sitúa debajo de este, seguiré el relato de Jamison. Psícologa, especialista en Bipolaridad y su relación con la Creatividad. Este "post" comienza con un bipolar genial, Shumann, estudiado, junto a otros por Jamison, en la beca que recibió de Oxford. Actualmente trabaja en Los Angeles como docente de la Facultad de Medicina, impartiendo clases para psiquiatras.
El fragmento que comparto con ustedes forma parte de la introducción. Si quieren hacerse una completa composición de su trabajo lean lo anterior o bien accedan al libro: Kay R. Jamison: "Una mente inquieta. Testimonio sobre afecto y locura". Tusquets, 2011, Barcelona. 
Así comienza su narración (Rodrigo Córdoba Sanz):

Al mes de firmar el nombramiento como profesora asistente de psiquiatría en la Universidad de California en Los Angeles, iba ya firmemente hacia la locura. Era en 1974 y tenía veintiocho años. Tres meses después, mi estado maniaco me hacía irreconocible mientras iniciaba una larga y costosa guerra contra la medicación que, años más tarde, yo misma recomendaría efusivamente a otros. Mi enfermedad, y mis luchas contra el fármaco que terminó por salvarme la vida devolviéndome a la lucidez, habían ido forjándose a lo largo del tiempo.
Siempre fui alarmamente propensa, a menudo de forma maravillosa, a la inestabiliad afectiva. Emocional de niña, veleidosa de jovencita, severamente deprimida al principio de la adolescencia y envuelta al inciar mi vida profesional en los ciclos inexorables de la enfermedad maniaco-depresiva, me vi convertida, tanto por necesidad como por inclinación intelectual, en estudiante de estados afectivos. Ha sido la única manera a mi alcance de comprender, incluso de aceptar, la afección que padezco, así como la única manera que conozco para tratar de cambiar las vidas de otros que sufren de tales trastornos. La enfermedad que en varias ocasiones casi acabó conmigo: la mayoría son jóvenes, la mayoría muere de manera innecesaria y, muchos de ellos, son los más imaginativos e inteligentes de la sociedad.
Los chinos creen que antes de poder vencer a una bestia es preciso volverla hermosa. A mi .manera, yo he tratado de hacer lo mismo con la enfermedad maniaco-depresiva, mi enemiga y mi compañera fascinante y mortífera durante toda la vida; me ha parecido seductoramente compleja, la esencia de lo mejor y, también, de lo más peligroso que llevamos dentro. Para poder luchar contra la bestia, tuve primero que conocer todos sus estados de ánimo y sus infinitos disfraces, tuve que comprender sus poderes reales e imaginarios. Debido a que, al principio, mi dolencia me parecía ser únicamente una prolongación de mí misma -es decir, de mis estados afectivos, de mis energías y de mis entusiasmos normalmente variables-, es posible que a veces le diera demasiado cuartel. Y como pensaba que debía controlar sin ayuda de nadie mis cambios de humor cada vez más irascibles, durante los primeros diez años no busqué ningún tipo de tratamiento. Incluso después de que mi estado mental se convirtiese en una urgencia médica, rechazaba aún de manera intermitente las medicaciones que tanto mi formación como mi competencia clínica me sugerían como el único medio para combatir la enfermedad.
Mis episodios maniacos, al menos en sus fases iniciales, eran ciclos intoxicantes que producían un inmenso placer personal, un flujo incomparable de pensamientos y una enérgía inacabable que facultaba el trasvase de nuevas ideas hacia artículos cientificos y proyectos. Los tratamientos médicos no solamente terminaban con aquellos tiempos desbordantes y exagerados, sino que llevaban consigo efectos secundarios aparentemente intolerables. Necesité mucho tiempo para darme cuenta de que los años y las amistades que se pierden son irrecuperables, que el daño que una se hace a sí misma y a los otros no siempre puede ser reparado y que el escape fuera de control que impone el tratamiento pierde su sentido cuando las únicas alternativas posibles son la muerte y la locura.
La guerra que inicié contra mí misma no es algo infrecuente. El problema más grande al tratar la enfermedad maniaco-depresiva no es la falta de medicamentos eficaces -los hay-, sino que quienes la sufren a menudo se niegan a tomarlos y, lo que es peor, no buscan ningún tratamiento debido a una ausencia de información, a consejos médicos inadecuados, al estigma o al miedo a sufrir represalias personales o profesionales. La enfermedad maniaco-depresiva distorsiona el estado de ánimo y el raciocinio, incita a conductas espantosas, destruye la génesis del pensamiento racional y, muy a menudo, erosiona la voluntad y el deseo de vivir. Tiene un origen biológico, pero actúa en la esfera mental. Única en su capacidad de proporcionar ventajas y placer, empuja asimismo a sufrimientos casi insoportables y, con frecuencia, al suicidio.
Soy afortunada por no haber sucumbido a mi afección, por haber recibido el mejor tratamiento disponible y por tener los amigos, los colegas y la familia que tengo.
Debido a eso, he intentado a mi vez, de la mejor manera posible, utilizar mis propias experiencias con la enfermedad como fuente de inspiración en mis investigaciones, en mi experiencia clinica y en mis consejos profesionales. A través de la escritura y de la enseñanza, he intentado convencer a mis colegas del carácter paradójico de esta caprichosa dolencia capaz de matar y de ser creativa y, junto con otros muchos, he luchado por cambiar las actitudes sociales sobre los problemas psiquiátricos en general y sobre la enfermedad maniaco-depresiva en particular. A veces ha resulta difícil entretejer la disciplina científica de mi actividad intelectual con las más exigentes realidades de mis propias experiencias emocionales. Y, sin embargo, ha sido a través de esa fusión de emociones desnudas con el ojo distante de la ciencia médica como creo haber obtenido la libertad de vivir la vida que deseo y la experiencia necesaria para lograr una mayor conciencia pública y un ojo clínico más certero.
He tenido muchas reticencias antes de escribir un libro que relata de manera tan explícita mis propios episodios de manía, de depresión y de psicosis, así como mis angustias a la hora de aceptar la neecsidad de una medicación continuada. Por razones obvias, a la hora de obtener la colegiación y los privilegios hospitalarios de ejercer la medicina, los clínicos se han mostrado siempre poco dispuestos a confesar sus altibajos psiquiátricos. Esa inquietud se encuentra a menudo justificada. Ignoro el alcance que tendrá para mí, a largo plazo, airear estos asuntos de mi voda personal y profesional, pero sean cuales sean las consecuencias, no tienen más remedio que ser mejores que el silencio. Estoy cansada de disimulos, de retener y de malgastar energía, de conducirme como si tuviese algo que ocultar. Una es lo que es, y refugiarse tras un diploma o un cargo o una actitud, incluso si resulta necesario, no es más que deshonestidad.
Sigo teniendo dudas sobre si hago bien al hacer público mi problema, pero una de las ventajas de padecer la enfermedad maniaco-depresiva durante más de treinta años es que pocas cosas parecen imposibles de vencer. De manera similar a lo que ocurre cuando hay tormenta en Chesapeake mientras se cruza el Bay Bridge, una puede sentir terror al avanzar, pero nunca se plantea volver atrás. Es entonces cuando la pregunta fundamental de Robert Lowell me procura un consuelo inevitable: "¿Por qué no decir lo que ocurrió?"

Nota de Rodrigo Córdoba Sanz: estoy francamente cansado de leer, estudiar, asistir a cursos, ponencias, congresos y demás. Este tipo de libros, ya sean de bipolaridad, de esquizorfenia, de trastornos de personalidad o de cualquier problema psicológico-psiquiátrico, para mí tienen más valor en cuanto al plano VIVENCIAL. Del mismo modo que Donald Woods Winnicott en su obra más reconocida: "Realidad y Juego" dedica a sus pacientes lo siguiente: "A mis pacientes que pagaron por enseñarme". Estoy convencido de que estas lecturas son también parte de la Ciencia. En estido estricto no es un manual científico, claro, pero se obtienen matices, dimensiones, "afectos", sensaciones, sentimientos, fantasías, experiencias, pensamientos que aportan mucho más que la simple descripción de un trastorno en cuanto a sus síntomas y el tratamiento estandarizado. Es absolutamente bochornoso que lo que llega a la mayoría de librerías son los manuales escritos por médicos que, en bastantes ocasiones, basan su tratamiento en lo medicamentoso. Esto es una forma deplorable, convierte a la persona en un agente pasivo en relación a su enfermedad.
Mi postura, y creo que es muy cercana, tal vez pareja, a la de Jamison, es que hay que luchar como un guerrero, convirtiendo la bestia en algo hermoso, parafraseando a la autora. La Psicoterapia es el tratamiento que salvó a Jamison, comenta. Desde luego que es así, por eticidad, responsabilidad y profesionalidad, también hay que comentar que un tratamiento medicamentoso es necesario para prevenir episodios psicóticos y contribuir a la estabilidad. Con respecto a esto último aquellas personas acostumbradas a la "belleza" de la oscilación sienten que la medicación les desnaturaliza. Hay que familiarizarse con los medicamentos, sin abusos, y dar prioridad a la psicoterapia como medio de encontrar una salida a las vivencias tormentosas que se experimentan en este u otros trastornos. ¡Salud!




viernes, 25 de mayo de 2012

Testimonio de una Experta en Trastorno Bipolar hablando de su bipolaridad

Acabo de leer un artículo antiguo de Ricard Ruiz Garzón, el periodista e investigador que escribió "Las Voces del Laberinto". Un libro estremecedor que refleja las vivencias de la persona "acuñada" de esquizofrenia. En dicho artículo comenta algo que me parece justo recalcar. Las personas con esquizofrenia, según la evidencia científica y la experiencia clínica, así como algún amigo con tal sufrimiento, son personas ´menos agresivas que la norma. Sin embargo, los medios de comunicación y, por ende, la gente, ha construido una imagen de la persona con dicha enfermedad como si fueran personas peligrosas. En el artículo que voy a compartir ahora con ustedes se habla de un caso desgraciadamente célebre, como aquella médico que mató en el hospital a inocentes personas. Lo que provoca el eco insensible y desinformado de los medios de comunicación es provocar miedo, odio y discriminar a estos y otros pacientes mentales. La persona a la que hace referencia en el artículo, que arrojó a una joven al metro tenía alucinaciones y un delirio megalomaniaco en el que Dios le incitaba a hacer tal cosa. Después se presentó a los policías diciendo lo que había hecho. Esta enfermedad que afecta al menos a un 1% de la población es mal entendida y "estigmatizada", y como esta, otras muchas enfermedades mentales, que se asocian con que la persona está "loca". No es consciente de sus actos. En realidad, la persona que arrojó al metro a la joven, provocándole la amputación de la pierna entre otros graves daños físicos y psíquicos necesitaba un tratamiento. La condena fue la reclusion durante once años en un centro penitenciario-psiquiátrico.
Las personas con esquizofrenia son menos violentas porque su falta de energía, su desmotivación, su "apagamiento" provoca, lo que se dice técnicamente, un afecto aplanado. Lo que hay que hacer, por responsabilidad, es que esas personas con esquizofrenia reciban un tratamiento justo, psicológico, psiquiátrico y social. Es extremadamente raro que una persona con esquizorfenia medicada con neurolépticos (antipsicóticos) pueda provocar semejante tragedia. Desde aquí le mando un profundo abrazo a la víctima, a la que seguramente le pareció poco la condena. Esto es muy, muy comprensible.
Por otro lado, denunciar la mirada altiva y de desprecio hacia las personas con problemas psicológicos-psiquiátricos graves.
No se puede confundir la parte con el todo. Es injusto, como lo que hizo el enfermo con la joven, esto último tal vez más en cuanto a que hubo daños físicos graves y la consecuente reacción emocional devastadora para la joven. Es necesario mayor educación en cuanto a la "enfermedad mental" y menos sensacionalismo hortera, hueco, vacío y patético, pensando más en los índices de audiencia que en la naturaleza del problema. El enlace citado: http://blogs.publico.es/dominiopublico/category/ricard-ruiz-garzon/

A continuación compartiré la introducción del libro "Una Mente Inquieta", de la Doctora Kay R. Jamison, licenciada en psicología por la Universidad de California en Los Angeles, es reconocida como una autoridad en los procesos maniaco-depresivos (Trastorno Bipolar). Fue coautora del texto médico que define esta enfermedad, también conocida como desorden bipolar. Ejerció profesionalmente en Los Angeles, donde dio clases en la Universidad de California, y actualmente es profesora en la Johns Hopkins University, Washington, ciudad donde vive. Gracias a una beca de la Universidad de Oxford, investigó la relación entre la creatividad y síndrome maniaco-depresivo, analizando casos como el de Van Gogh, Shumann o Lord Byron, lo que le inspiró una de sus obras más conocidas, Touched with Fire, publicada en 1993. "Lo que me ha salvado de verdad", confiesa, "ha sido la psicoterapia", lo que ella llama (como decía Freud, o como se dice en la terapia Gestalt): "la cura mediante la palabra". Únicamente el equilibrio entre el fármaco como moderador y la psicoterapia como auténtico santuario, el ejercicio de su profesión (mi profesión) y el amor de su segundo marido han podido rescatarla del horror y situarla en un estado que se parece bastante a la serenidad.

Lo que ahora voy a escribir, es la Introducción al texto mencionado. Allí aparece la parte enferma de la autora, sin embargo su prosa tiene un valor profundo y poético que le da un valor muy importante. También puede transmitir esperanza a otras personas que padezcan este u otro trastorno. Se puede trabajar, desarrollar la creatividad y conseguir una vida que merezca la pena de ser vivida. Una vida, incluso, con felicidad, aunque esté, en cierto modo, subyugada a variables psíquicas que tienen que ser sostenidas en psicoterapia y compensadas por psicofármacos como el litio, el medicamento clásico al respecto. Decir, que actualmente, se están prescribiendo otro tipo de fámacos para la bipolaridad y resultan eficaces. También decir, que la psiquiatría, una industria ligada con intereses no siempre lícitos ha expresado que el tratamiento oficial para la bipolaridad es la medicación y que la psicoterapia tiene un papel secundario. Aquellas personas que padecen trastorno bipolar, como esta autora o Eduardo Grecco (pueden leer su modo de pensar en este blog) tienen la experiencia de que lo verdaderamente importante es la psicoterapia. Pero la Medicina, la ciencia dura, es la que manda los Preceptos en función de un pensamiento un tanto escéptico con respecto a la sanación o alivio significativo de las personas con este tipo de problemas. Y ahora les dejo con la genial autora revelando una experiencia de su enfermedad que se desató, justamente en la Universidad.  Rodrigo Córdoba Sanz. Experto en Trastornos de Personalidad y Bipolaridad. www.rcordobasanz.es

Kay Redfield Jamison: "Una Mente Inquieta. Testimonio sobre afecto y locura".Tusquets, 2011, Barcelona.

"A veces dudo si una vida tranquila y apacible me hubiese convenido y, sin embargo, a veces la anhelo". Lord Byron.

PRÓLOGO
Cuando son las dos de la madrugada y sufres de manía, incluso en el Centro Médico de la Universidad de California en Los Angeles tiene cierto atractivo. El hospital -normalmente una fría condensación de edificios sin interés-, se convirtió para mí, aquella jornada de hace casi veinte años, en el punto de mira de mi exquisitamente interconectado y avizor sistema nervioso. Con los bigotes en tensión, las antenas desplegadas, los ojos muy abiertos y cara de mosca, lo percibía todo a mi alrededor. Estaba en plena fuga, huyendo con furia y a todo correr, revoloteando de un lado a otro por el aparcamiento del hospital para consumir una energía maniaca desasosegada y sin fin. Huía con rapidez, pero enloquecía poco a poco.
El hombre con quien me encontraba, un colega de la Facultad de Medicina, había parado de correr una hora antes porque no podía más, según dijo con impaciencia. Esto, para una mente en su sano juicio, no hubiera sonado extraño: la normal separación entre días y noches había desaparecido tiempo atrás para nosotros dos, y las horas inacabables de whisky, reyertas y carcajadas acababan de cobrarse un precio innegable, si no definitivo. Hubiéramos debido estar durmiendo o trabajando, publicando y no destruyéndonos, leyendo revistas, escribiendo tablas o dibujando gráficas científicas de las que nadie lee.
De improviso, apareció un coche de la policía. Incluso en mi poco intuitivo estado mental, pude ver que el agente tenía la mano sobre su revólver al salir del automóvil.
-¿Qué cojones hacéis dando vueltas por el aparcamiento a estas horas?- dijo.
No era una pregunta estúpida. Las pocas luces que me quedaban fueron suficientes para hacerme concluir que aquella situación iba a ser difícil de explicar. Mi colega, por fortuna, se encontraba en mejor disposición que yo para pensar y, tras alcanzar alguna parte automática de sí mismo y del inconsciente colectivo universal, respondió:
-Los dos trabajamos en la facultad, en el Departamento de Psiquiatría.
El policía nos miró, sonrió, regresó a su coche y se fue. El hecho de ser profesores de psiquiatría lo explicaba todo.

Seguiré compartiendo con ustedes lo que la autora explica en este libro. Algo que me resulta muy familiar, algo que se escucha,se lee, se ve y se comparte en la Psicoterapia. Algo que, libros como este, reflejan de manera mucho más profunda e interesante que los manuales de psiquiatría con respecto al trastorno bipolar. Reflejando, esos últimos, un deshaucio a la persona con este trastorno. Esta creativa, ilustrada, especialista y docente no es, en absoluto, una isla, sino que otros muchos, bien pudieran transmitir sus vivencias al respecto.  Sin embargo, esconderse resulta más útil en ciertos términos "mercantiles" y de autoridad con respecto a la opinión pública. Es por esto, por lo que he conectado el desafortunado incidente que explica el periodista implicado en el sufrimiento de las personas con esquizofrenia: Ricard Ruiz Garzón, con lo que expresa esta especialista de la bipolaridad, a un lado y al otro de la mesa. Platón, en "La República" decía algo así como que el buen terapeuta debía atravesar el sufrimiento del otro. Esto no suele aceptarse demasiado en ambientes ortodoxos, no obstante, es, sin lugar a dudas, algo muy importante no solo para conocer intelectualmente: un Catedrático de la Universidad de X lugar puede saber mucho sobre el tema. Puede haber escrito muchos libros, puede tener mucho prestigio, por el hecho de ser profesor, catedrático, y en su caso, clínico.
Para mí, tiene más valor este tipo de libros. Todavía más, viniendo de una psicóloga con bipolaridad, que probablemente ya haya realizado un trabajo importante y profundo para que su vida actualmente sea más estable, serena y armónica. La Creatividad, uno de sus interes, uno de mis intereses, uno de los intereses de los profesionales que atienden personas, es el "fármaco" más útil para este tipo de trastornos, y, como no, para personas que puedan ser sanas o normales, lo cual, no es lo mismo.
Seguimos en contacto, un fuerte abrazo y ánimo a aquellos lectores que se identifiquen con estas palabras pronunciadas desde el corazón.