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Paz y Ciencia

sábado, 21 de noviembre de 2020

Apego e Ignorancia. Budismo


 Para el budismo la ignorancia es el primero de los tres fuegos que nos consumen. Esta no es lo opuesto al conocimiento, sino a la iluminación. No es que el ignorante carezca de conocimientos intelectuales, sino de sabiduría, que es una forma de saber más profunda y no nace del intelecto, sino de la conciencia.

Cuando el budismo habla acerca de los tres fuegos que nos consumen, se refiere a ellos de diferentes formas. Les llaman, “los tres venenos”, “las tres raíces del mal”, “los tres envilecimientos”, “las tres corrupciones” y otros nombres más. Genéricamente se agrupan bajo la palabra kleśā.

Los budistas piensan que los tres fuegos que nos consumen son los que llevan con mayor rigor al sufrimiento. Los ven como una energía poderosa, capaz de originar compulsiones autodestructivas en los seres humanos y de intensificar cualquier conflicto con los demás. Su efecto directo es la infelicidad y la insatisfacción.

El budismo también señala que esos tres fuegos que nos consumen son aquello a lo que en conjunto se le llama  el mal". Estos tres envilecimientos se alimentan entre sí; el uno da lugar al otro, o viceversa. No se presentan de manera individual, sino que actúan en conjunto.

Así mismo, en esa filosofía la aparición de alguno de los tres fuegos que nos consumen es una ocasión que debe ser aprovechada. Otorga la oportunidad de evolucionar, mediante el entrenamiento de la voluntad para enfrentarlos. ¿Cuáles son esos tres venenos? Enseguida lo veremos.

Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.

-Viktor Fankl. Para el budismo la ignorancia es el primero de los tres fuegos que nos consumen. Esta no es lo opuesto al conocimiento, sino a la inundación. No es que el ignorante carezca de conocimientos intelectuales, sino de sabiduría, que es una forma de saber más profunda y no nace del intelecto, sino de la conciencia.

Los budistas señalan que conocer es penetrar en la naturaleza esencial de cada realidad. La vía para conseguir esa compenetración es la contemplación y la lucha contra el ego. El ego impide ver las cosas como son, las distorsiona. Por eso, quien no ha vencido a su ego, es ignorante.

EEsta ignorancia se superaría con la atención plena, la misma que nos permite fundirnos con aquello que contemplamos, adquiriendo la posibilidad de vivir esa naturaleza dentro de nosotros mismos. Se entiende una planta cuando se contempla y se logra sentir como planta, experimentar el mundo como lo haría ella. Lo mismo cabe para toda realidad y esto es lo que permite superar la ignorancia.


Para el budismo la ignorancia es el primero de los tres fuegos que nos consumen. Esta no es lo opuesto al conocimiento, sino a la iluminación. No es que el ignorante carezca de conocimientos intelectuales, sino de sabiduría, que es una forma de saber más profunda y no nace del intelecto, sino de la conciencia.

Los budistas señalan que conocer es penetrar en la naturaleza esencial de cada realidad. La vía para conseguir esa compenetración es la contemplación y la lucha contra el ego. El ego impide ver las cosas como son, las distorsiona. Por eso, quien no ha vencido a su ego, es ignorante.

Esta ignorancia se superaría con la atención plena, la misma que nos permite fundirnos con aquello que contemplamos, adquiriendo la posibilidad de vivir esa naturaleza dentro de nosotros mismos. Se entiende una planta cuando se contempla y se logra sentir como planta, experimentar el mundo como lo haría ella. Lo mismo cabe para toda realidad y esto es lo que permite superar la ignorancia.

El apego nace de la ignorancia y lleva al odio. A su vez, el odio provoca apego e ignorancia y la ignorancia, apego y odio. Los seres humanos no se apegan a algo porque realmente lo aprecien o lo amen, sino que que ese algo sirve de alguna manera como soporte del ego y por eso se le considera indispensable. En realidad lo es, pero para el ego, no para el ser como tal.

El apego es una negación de la ley de la impermanencia. Esta señala que todo está en continuo cambio. Ya no somos el que éramos hace un minuto, igual que los demás tampoco lo son. Eso hace que el apego sea básicamente un absurdo, pues estamos atándonos a algo que tiene una existencia cambiante, es decir, algo que ya no es lo que fue cuando nos apegamos a ello.





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