En El Porvenir de una Ilusión, Freud, en la estela del Nietzsche ilustrado, evocaba la fe en la razón como antídoto crítico frente a la ilusión que toda religión representa. El duelo del Padre significaba para él la reivindicación orgullosa del carácter finito de la existencia. Pero ¿por qué este carácter finito de la existencia debería ser tal que suprimiera cualquier forma de misterio? La existencia, su "contingencia ilimitada", ¿acaso no es un misterio en sí misma? ¿No estamos aquí frente a un aspecto fundamental de la función paterna en la época hipermoderna? ¿Cómo preservar la apertura de la existencia al misterio evitando hacer de la desilusión una nueva religión, una nueva forma de ilusión? ¿Cómo hacer posible la experiencia del límite? La experiencia de nuestra castración ¿acaso no es la experiencia central de cualquier auténtica oración? ¿Y no es una tarea crucial de la función paterna hacer posible el encuentro con nuestro límite más radical?
El Padre ya no es una cuestión de género o de sangre. Su Imago ideal ya no gobierna ni la familia ni el cuerpo social. Sin embargo, no se trata ni de añorar su reino ni de decretar su desaparición irreversible. Para prescindir de un Padre es necesario ser capaz servirse de él, diría Lacan.
:: Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta.
:: Tfno. Citaciones: 653 379 269
:: Zaragoza (Zona Centro).
lunes, 26 de noviembre de 2018
El Padre
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