Un trastorno de personalidad, puede entenderse como una forma de intentar un penoso truco con personas con las que no se puede vivir ni dejar de vivir. Kaplan, 1989
A continuación voy a relatar un hecho particular desde el punto de vista de lo relacional. Se trata de cómo excesos y fallas se convierten en elementos degeneradores. Partamos de la perversión más allá de la sexualidad, en concreto de esa ley autoproducida para la exaltación del Yo y el aniquilamiento del Otro (sic). Consiste en el persistente rechazo al cambio y la perseverante omisión del deseo del Otro para edificar en el aire con el trazado alzado de la fantasía una estructura hermética que rechaza su cuestionamiento y narcisísticamente ataca la posibilidad de duda para mantener un sistema de auto(de)generación.
Evoco el oscurantismo asociado a lo histérico a nivel de representaciones mentales (Jonson-Laird) y su “modus operandi”, el confusionismo, para inducir/compartir la locura en el otro y abrazar sádicamente a los participantes en esa dinámica, así se instaura el ejemplo que quiero esgrimir en este breve texto.
El oscurantismo supone una oposición sistemática a la difusión de la instrucción, las ideas y contenidos que desprenden la incoherencia formal y moral de una fe caníbal. Por tanto supone una negación y una anulación del deseo y del goce. Las redes de esta máquina demencial seducen a ingenuos, atrapan a incautos y persuaden a confiados convirtiéndose éstos en apósitos que engrandecen y justifican la decisión homicida. Son variables sutil e intuitivamente considerados por la fuente putrefacta que ensucia a sus súbditos y señala a los herejes.
La forma definitiva para que esta estructura siga invariable tiene una suerte de elecciones en cuanto a la relación de objeto y la comunicación, respondiendo más a una lógica natural que cultural, esto es pertenece a estratos inferiores del reino animal antes que a lo social.
Debe de ser algo con un fuerte componente biológico pero esto, en ningún caso, puede determinar la toma de decisiones y la selección de objetos, así como las tretas, argucias, extorsiones, manipulaciones y falacias vertidas para conseguir un fin que creo de manera benevolente que puede ser incluso adaptativo a nivel individual. Por tanto estamos ante una dificultad antropo(pato)lógica (Laín Entralgo), un error humano alimentado por una hueste con sed de odio, envidia y una intensa y compleja perturbación en la ética junto a la evidente dimensión patológica que se puede inferir por unos productos claramente altaneros, sirva como ejemplo Hanna Segal y sus despectivos comentarios en la Sociedad Británica de Psicoanálisis, así como la autocomplacencia de Melanie Klein (Ripesi).
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