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Paz y Ciencia
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martes, 11 de febrero de 2020

Las enfermedades psíquicas y la Depresión




Las enfermedades psíquicas

La depresión puede ser consecuencia de un trastorno psíquico.

- La esquizofrenia, es una enfermedad mental que afecta al 1% de la población y se inicia en el adolescente o en el adulto joven. Su mecanismo es desconocido y conlleva, por una parte, una ruptura, una escisión de la actividad mental. Existe pérdida de la cohesión del pensamiento (las ideas se encadenan mal y su conjunto es hermético para la comprensión), un desapego afectivo y, por otra parte, un delirio.

El déficit intelectual es progresivo, sin regreso al estado anterior. El paciente se desalienta ante la dificultad para ordenar sus ideas, el vacío interior y la impotencia para luchar contra estas modificaciones, lo que origina una depresión.

La depresión del enfermo esquizofrénica se denomina depresión atípica.
El tratamiento con neurolépticos, recomendado en las esquizofrenias, es también responsable de los trastornos del estado de ánimo y se estima que, al menos, un 10% de las personas con esquizofrenia tratados pasarán por una depresión.

- Las neurosis (de angustia, histéricas, obsesivas o fóbicas) pueden estar teñidas por una evolución depresiva. Las neurosis son trastornos psicológicos que tienen su origen en la infancia y en la evolución afectiva del individuo. Estos trastornos son responsables de síntomas en las que el sujeto es consciente y se queja, pues se siente mal en su existencia y pide ayuda para vencerlos. Se distinguen cuatro tipos:

- la neurosis de angustia, descrita por Freud como excitabilidad general, estado ansioso, acceso de angustia aguda...
- la neurosis histérica se caracteriza por una tendencia a expresar las emociones con teatralidad e hiperexpresividad, una gran variabilidad de los síntomas en función del contexto, una dependencia afectiva excesiva, manifestaciones físicas (ceguera, parálisis...) llamados trastornos de conversión, y que no corresponden a una lesión orgánica.
- la neurosis obsesiva se caracteriza por ideas obsesivas que irrumpen en la mente del sujeto, así como compulsiones, acciones que el individuo se siente impelido a realizar para que disminuya su ansiedad, pero cuyo carácter absurdo reconoce.
- la neurosis fóbica se caracteriza por un miedo-pánico a ciertas situaciones (ascensor, grandes superficies, embotellamientos, reunión pública, metro...) o ciertos objetos (cubos de basura, fobia a los microbios y las enfermedades) o animales (perros) que conllevan una modificación de los comportamientos para evitar enfrentarse a estas situaciones estresantes.

- El alcoholismo, a veces posterior a la depresión, puede ser también la causa, ya sea por efecto directo del alcohol sobre el humor, ya sea por reacción ante la degradación física, social, profesional y familiar. El alcoholismo femenino parece más asociado a la depresión que el alcoholismo masculino.
La depresión puede presentarse durante la intoxicación alcohólica, durante el síndrome de abstinencia (y desaparece después de algunas semanas).

- La toxicomanía está asociada frecuentemente a la depresión. La ingesta regular de psicofármacos y de anfetaminas, así como la privación de drogas, en particular los opiáceos produce problemas emocionales y conductuales, así como marginación social.

- Los trastornos de personalidad están a veces asociados a los trastornos afectivos. En ciertos casos, la impulsividad de estos individuos, así como el mal control de su violencia, conducen a impulsos heteroagresivos, con violencia a terceros o autoagresividad (automutilación o suicidio).

- La demencia es un deterioro global, progresivo e irreversible de las funciones cognitivas superiores. Se traduce en trastornos de la memoria, del juicio y del razonamiento, dificultades para adquirir nuevos conocimientos, para calcular, y alteraciones de la personalidad que entorpecen la vida diaria.

Rodrigo Córdoba Sanz. Nº Col.: A-1324
Tfno.: 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es


miércoles, 21 de julio de 2010

Reflexiones invitadas

El infierno de la persona alcohólica no es el alcohol en primer orden. Hay distintos tipos de alcoholismo y uno de los primeros obstáculos en el tratamiento es el hecho de sentirse alcohólico, saben eso de "él se puede considerar machista pero que no se lo digan...". El alcohólico, dichosa mención y rótulo implacable que cronifica la poca esperanza que tiene en una recuperación.
El problema es más profundo, tiene que ver con el self, un problema de identidad y de un estar-en-el-mundo heideggeriano en el que el alcohol se convierte en el elixir que a corto plazo evita el malestar de la cultura y el dolor lacerante de lo intrapsíquico. Recuerdos, culpa, experiencias tempranas desagradables, una biografía que se quiere olvidar, y que se ahoga en etanol. Primero es una copa y luego la euforia sigue a otra copa hasta que se acaba convirtiendo en un refugio donde el goce no tiene cabida sino ser un salvapantallas del dolor propio. El entorno es muy importante, tener una fuente de apoyo sostenible es imprescindible para que la resiliencia sea posible, llegar a un lugar donde la esperanza se vislumbre es una manera de salir de ese pozo líquido.
"Mi problema no es el alcohol", cuando escuchamos esto, paradójicamente, estamos oyendo la voz interior de ese niño que se esconde y se enmascara en el alcohol.
Detrás del "alcoholismo" hay un sufrimiento que poca gente se detiene a escuchar, también por la dificultad de la persona para conectar con sus problemas psíquicos y problemas de los profesionales para conectar con la persona. Pensemos en los cuadros de patología dual, cada vez más estudiados y más frecuentes en las estadísticas. Quizá ese sea el futuro, atender a la persona, no a la sustancia que consume la persona. Aunque no obviemos ninguna variable, claro está.

viernes, 16 de abril de 2010

Humana sensibilidad

Qué difícil es la labor como analista. Una persona viene a veces indefensa, con un bagaje previo de tratamientos infructuosos, con cierta sospecha, dolida (estoy pensando en una mujer en particular) y llena de heridas. Sintiendo que no se le escucha, que no se le presta atención, que no se le reconoce, que no se le ayuda. Estamos hablando de ejercer la función de sostén cuando alguien está al límite del derrumbe.
Una persona con alcoholismo acude a consulta algo más integrada de lo que acostumbra a hacer, son sesiones esporádicas infrecuentes y cercanas a eso que Winnicott llamaba "consulta terapéutica". Yo le hago ver las dificultades que tiene en su vida de una manera rotunda, ella no está preparada para escuchar de mi boca la corriente de una vida fantasmática y proyectada en la realidad empírica muy fútil. Esta mujer está en tratamiento en salud mental (servicio público), la ven cada 3 meses aproximadamente y mientras una enfermera psiquiátrica le realiza unos ejercicios de control y supervisión de hábitos de vida. Ella se siente infantil en dicho proceso, empequeñecida y poca cosa.
Me comenta que está pensando dejarlo, no sabe si hacerlo cara a cara o por la simple anulación de la cita.
Le comento que requiere de un tratamiento algo más armado y le propongo apuntalar una psicoterapia de una frecuencia quincenal (insuficiente a todas luces), me comenta que si hace eso pierde lo que más quiere: su marido.
En ese momento digo algo incorrecto pero lógico, humanamente poco cálido, fuera de la atmósfera que habíamos desarrollado a lo largo del proceso, lugar donde pudo dejar de beber antes de una "fuga". Le comento que le ampara la Constitución, solemne estupidez y evidencia, que ella es libre y autónoma para hacer lo que quiera. Sin embargo esto no es del todo cierto, ella debe respeto a su marido, está enferma y no puede sostener el tratamiento sino con los requisitos que ella escribe. Todo fuera de un encuadre riguroso sensu estricto, así que finalmente, muy enojada y triste se marcha, un mensaje de acercamiento en el móvil me señala que tal vez hice una interpretación "inteligente", una intervención a destiempo. Y es que a pesar de la literatura científica sobre el perfil del alcohólico, sus manejos y problemas en la transferencia lábil siempre hay que proveer de una atmósfera cálida para sostener una persona que se intentó suicidar en el período en el que no tuvo tratamiento. La experiencia indica que estas personas sufren mucho y ella desarrolla relaciones escindidas con los médicos y psicólogos. Ahora está medicada, sin tratamiento psicoterápico y con revisiones muy esporádicas, insuficiente para reconstruir una biografía que se tambalea, también sin los efectos del alcohol.