El amor no puede definirse ni describirse. Se puede vivir, como cualquier otro acicate.
Mi hija es una fuente de alegría que puede superar cualquier bronquitis, fiebre o un momento "flojo".
La conexión con mi hija, con el hilo conductor de su mamá podemos crecer como seres humanos, ser mejores personas.
Es cierto que hay fantasmas del pasado que se transmiten pero esas espinas son definitivamente extirpadas por una sonrisa, un abrazo...
Está experiencia es inefable. Los pediatras acostumbran a tener una mecánica impuesta.
Esperando en la sala antes de entrar con mi criatura, un mensaje como en el Oráculo de Delfos pude leer con pasión una cita de Oscar Wilde: El mejor medio de hacer buenos a los niños es hacerlos felices.
La piel me dio una señal de regocijo, esperanza y cuidado a mi chiquitina.
También tengo que dar las gracias a mi mujer, absolutamente esencial y a sus abuelos. Os lanzo un mensaje de reconocimiento y mucho Amor. Para educar a un niño hace falta toda la tribu. Sentencia de José Antonio Marina. Os quiero profundamente. Disfruten de sus hijos.
miércoles, 6 de abril de 2016
Amor
Etiquetas:
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pediatría,
Psicología infantil,
Rodrigo Córdoba Sanz
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