El amor puede convertirse en amistad. La amistad en amor... nunca. Albert Camus.
Emilio, conversando en torno a tu vida personal, ¿qué te gustaría que te preguntaran?
R. Gustaría que fuéramos discurriendo sin un guión previamente definido. Como una conversación que se va desplegando conforme la inspiración del momento. Ignoro lo que a ti, te interesa indagar. Imagino que no será algo centrado en cuestiones académicas que a esta altura son secundarias para mí. Gustaría contarte algunos encuentros que ya tuve con la muerte y referirme a algunos períodos de tormenta, rabia, fracasos y angustias que me tuvieron entre el desespero y la violencia durante mi adolescencia final y buena parte de mi juventud; entre los 17 y los 31 años. Fueron intervalos de estadías en el infierno, con otros de paz; treguas en una guerra prologada Pero como esta sería una larga historia que ya he narrado en parte, solo en parte, en una novela que aun no publiqué, cuyo título te sugiere su contenido, “Recordando con ira y com-pasión”.
2. Por lo que me consta, has escrito unos 20 títulos sobre la mayoría de las cuestiones que interesan a la psicología. ¿Cómo juzgas tu propia obra?
R. De todos los libros que ya escribí, sólo he publicado los que versan sobre cuestiones psicológicas; los textos literarios hasta ahora no han sido publicados, y tal vez sean los que más me revelan y los que más y mejor expresen mi mundo personal. Son cuentos y novelas. Algunos cuentos ya circulan en revistas, otros están en internet. Ahora quiero hacer un breve comentario sobre los libros que implican una contribución significativa en el campo de la psicología. Voy a referir sólo cuatro. Seria excesivo comentar los 17 que hasta ahora publiqué.
En primer lugar voy a mencionar “Las dimensiones de la vida Humana”. En este texto intento establecer una concepción general de la vida humana en términos existenciales. Procuro formular los postulados, principios y métodos en términos de dimensiones, que me parece ser una vía apropiada para escapar de la pura ontología de los filósofos para entrar a lo óntico en su conexión con lo vivido como actor y espectador. Distingo 8 grandes dimensiones, que incluyen las líneas fundamentales de la existencia, desde lo más primario y visible, el cuerpo, hasta lo más sutil y problemático –el tiempo y el espacio. Acredito que ofrece una buena introducción a una psicología comprensiva, de inspiración existencial y vocación dialéctica.
El libro que más me agrada es “Las formas de la sensibilidad”, que es un tratado sobre la psicología fenomenológica de los afectos. Si algún libro mío consigue salvarse del olvido, quiero creer que será éste. Inclusive ha recibido la consideración de algunos colegas eminentes, lo que me hace pensar que no veo este engendro apenas con los ojos de un padre, deslumbrados por los primeros pasos de su primogénito. Sobre este asunto se ha escrito mucho, mas casi todo lo que se ha hecho carece de fundamentos firmes. Procuro colocar los principios rectores para los estudios en la dimensión de los afectos.
Otro libro que me agrada, y es uno de los más recientes, versa sobre un tema muy complejo y difícil, tanto que la mayoría de los grandes psicólogos no se atreve a abordar; es “El encuentro de sí en la trama del mundo –Personalidad, subjetividad, singularidad”. Elaboro en él una teoría general de la personalidad, de su estructura fundamental y de sus dinamismos. Sé que es un tema que ni todos los existencialistas gustan de abordar. Piensan que el concepto de personalidad destaca demás los aspectos constituidos y constituyentes del ser humano. De hecho la mayoría de las teorías sobre este asunto destacan las programaciones y los factores estructurantes y configurantes, sin insistir en la subjetividad y la singularidad del ente humano. Tuve especial cuidado para evitar esta tendencia, insistiendo justamente en el carácter abierto y en la constante libertad que caracterizan al existente.
El cuarto libro versa sobre terapia; en “Neogénesis” abordo los temas que un terapeuta precisa conocer para hacer un buen trabajo de ayuda, facilitando tanto la superación de las programaciones que entraban el desarrollo de su cliente como estimulando nuevas formas de encarar los desafíos de su realidad. Entrar en los numerosos temas abordados en este libro ocuparía unas 20 páginas, lo que seria caer en lo impertinente.
¿ Cómo sientes que la perspectiva existencial ha influido en tu vida?
R. Fue una influencia gradual, que se fue se diseñando a lo largo de unos 10 años. Comenzó con algunos libros de Sartre. A los 18 anos vi en B.Aires dos obras del filósofo representadas por la Cia de Ibañez-Menta. Huis clos y Las manos sucias. Fue un impacto; Ahí se mostraba como eran las relaciones humanas y como era preciso actuar en el plano político, tal como está en las palabras de Hoederer “en la política es preciso ensuciarse las manos si se quiere mudar alguna cosa”. Luego leí La Náusea, algo tremendo, aunque no entendiera sus tesis centrales y algunas observaciones que ya aparecen en la primera página del libro
Entendí mejor el libro después que lo comentamos con una amigo, Daniel B. que hasta ahora nos frecuentamos. Él era más inteligente, y yo tenía gran admiración por su manera de posicionarse ante los asuntos más diversos. La conversación me indicó que yo había resaltado lo más anecdótico del texto.
La verdad es que ya había comenzado mis lecturas con Freud, que me resultaban fascinantes, sobre todo sus libros antropológicos e históricos. Totem y Tabú, Moises y la religión monoteísta, El Porvenir de una ilusión. Y también era un buen lector de Bertrand Russell, un viejo escéptico y de un raciocinio sin fisuras. Dos autores muy diferentes, y hasta opuestos en todo, pero es de esta manera que me atraen las cosas. Oscilo entre opuestos. Y me siento bien, en uno u otro polo (eso lo capté mucho después). Desde los 17 a los 27 mi formación fue por las vías de lo literario y filosófico en segundo término. En esa época era posible estudiar lenguas sin pagar un centavo. El Goethe Instituto y el Consulado ruso ofrecían cursos gratuitos, dos institutos que frecuenté por un par de años, sin que eso me permitiera competencia en esas lenguas. Estudié literatura europea, rusa y francesa, en especial. Fue por esta avenida que fui entrando en contacto con escritores de cuño existencialista. El teatro de Sartre y de Camus fueron los que me abrieron las puertas para este tipo de enfoque. En los años 60, además, estaba en la moda el existencialismo francés. Inclusive a los 25 años representamos en un grupo de teatro “A puerta cerrada”, siendo yo Garcin. Tenía 25 años y mil fantasías florecían en mi jardín.
Me fui afinando con el existencialismo basado más en mi experiencia de vida que en un estudio minucioso de sus textos filosóficos. Mi vida en aquella época era un drama que oscilaba entre las dificultades materiales y mis escapadas para el espacio imaginario como una forma de refugio para atenuar mi situación de desespero. Fue a partir de los 27 que comencé a estudiar los textos canónicos de esta doctrina.
De todas maneras no me considero un existencialista de capilla, ni mucho menos. No comulgo con ninguna ortodoxia. Algunos de sus principios tienen pleno sentido para mí, pero rara vez permanezco en su formulación “oficial”: simplemente los dialectizo. Acepto la libertad, la finitud, la contingencia, el absurdo, la primacía de la existencia sobre la esencia y algunas categorías más, pero siempre las confronto con sus opuestos. Libertad sin determinismo me parece una bella fantasía; la posibilidad sin la necesidad me parece igualmente una linda promesa. El cuidado, que tanto destaca Heidegger, lo entiendo en su relación con el descuido y la indolencia. En general, somos seres contingentes, pero en el estrecho círculo de nuestros seres más íntimos somos también necesarios. Y es en este círculo donde acontece lo más significativo a nivel personal.
Los existencialistas “radicales”, detestan algunas dicotomías, en especial, subjetivo-objetivo, mundo interno-mundo externo, individuo-sociedad. Olvidan que las dicotomías siempre tienen una raíz común que las sustenta, existiendo entre uno y otra faz de la moneda un factor que los sustenta. Las tres dicotomías indicadas son vertientes de la vida en su expresión. Lo subjetivo se objetiva en el comportamiento. Lo objetivo de una situación se internaliza, se procesa en la trama de la historia personal. Pienso que estos conceptos tienen plena validez: basta que se defina el significado que le damos. Algunos detestan definiciones, olvidando que las palabras ya son definiciones, incluso siendo imprecisas, ambiguas. Y lo que llamamos realidad se caracteriza por su configuración definida, por lo menos en líneas vertebrales. Es verdad que el concepto de ser-en-el mundo nos muestra que hay algo de artificioso en estas dicotomías, mas ellas existen pues corresponden a formas de vida que las acentúan y las configuran con trazos bien notables. Es verdad que estamos insertos en la trama del mundo y en ella circulamos (es incluso la tesis básica de uno de mis libros), pero hay una primacía de la experiencia y de la vivencia -como configuración y estructuración de la experiencia.
¿Cómo ha sido tu experiencia como paciente de psicoterapia?
La primera experiencia fue con un rogeriano; algo breve, cuando pasaba por una de las peores etapas de mi vida (30-31 anos). Nada revelador. El tipo no parecía entender lo que era un tipo atormentado por mil demonios, incluido el problema de aún no encontrar un lugar en el sistema social –era un excluido. La segunda fue con un camarada que me confrontó directamente con algunas realidades bastante elementales pero que yo no había llevado en cuenta. Fue un confronto sin eufemismos ni rodeos. Me gustó. Tuvo efectos inmediatos. Precisaba cambiar de conducta y dirigir mi mirada e intereses para asuntos urgentes. Estaba en el último año de psicología. Todavía las telas de arañas confundían mi visión de las cosas básicas. Era preciso aceptar el principio de realidad, no importa cuan engañoso pueda ser ese principio en algunos casos.
En la secuencia, la tercera experiencia fue la más importante. Cosa extraña, que en cierto modo venía a desmentir la primacía de lo mental-existencial: fue la terapia con LSD. Sí, con una droga liberadora. Con una droga que ataca y reactiva directamente los procesos neuronales. Un verdadero milagro. Estaba viviendo un periodo depresivo-angustioso, cíclico, de 15 meses. Después de media hora de haber tomado la droga, recuperé la realidad plena, la presencia irrecusable del ser. Todas las experiencias narradas por los budistas zen recibían su comprobación vivencial. La experiencia era inefable y las palabras eran ruidos que rodaban por el piso sin afectar las cosas. Los signos escritos en libros era un amontonado de manchitas alineadas en el papel con escaso o nulo significado. ¿Y los seres humanos? Tenían escrito en sus rostros la historia de su vida y las formas de sufrimiento que vivían. Sólo nos niños eran los ángeles que iluminan el ambiente con sus ojos llenos de inocencia. La gente vieja cargaba el cansancio y la muerte en todos los gestos. Algo muy triste. Los sonidos tenían colores de acuerdo con el instrumento. El pensamiento se objetivaba como si se deslizase por las paredes. Había recuperado la experiencia originaria, esa que vivía en mi infancia. La depresión nos encierra en el abismo. De súbito había recuperado la vida en gracia incomparable. En la infancia fui un niño lisérgico.
Bastaron algunas sesiones para que saliera del marasmo existencial en cual me había extraviado. Sorprendente, ¿verdad?
Estos últimos años he repetido esta forma de terapia, con resultados diversos, pero siempre reveladores. NO digo que este tipo de experiencia sea suficiente; mas ayuda bastante. Cuidado: tiene contraindicaciones bastante serias; personas con experiencias condensadas de tipo psicótico pueden entrar en surto prolongado. Algunos entran en el túnel del terror. El terapeuta que usa esta forma de terapia debe ser muy experimentado. Ciertamente la terapia dialógica no puede ser eliminada.
¿Qué es lo que más has aprendido de tu labor como terapeuta al escuchar los dilemas, sufrimientos y conflictos de tus pacientes?
R. Que gran parte de los sufrimientos que atormentan a las personas derivan de programaciones precoces, de falsas representaciones de si y de la realidad, de estar presos en el laberinto de la impostura personal y social. Las normas y exigencias sociales atormentan a gran parte de la población, pues proponen objetivos de vida y comportamientos reñidos, tanto con las posibilidades como con la libertad de las personas. Sartre habla de una neurosis objetiva, esa que estimula el sistema social (véase su Flaubert), que el individuo internaliza desgraciando así su vida. Dilemas, conflictos y sufrimientos son inherentes a la existencia: se trata de cómo lidiar con todo eso. Es lo que un terapeuta procura hacer con su cliente
¿Por qué eres terapeuta?
R. Estaría tentado de responder de la manera más fácil: por que me interesa ayudar a las personas; este es un presupuesto de toda terapia, tarea nada fácil, pero que ofrece buenos elementos para de orientación y sustento para quien procura un terapeuta. Pero hay otro factor: siempre me interesé en conocer los pliegues más íntimos de las personas, esos elementos que permanecen en segundo plano y que incluso se intentan disimular y negar. La dicotomía ocultamiento-revelación; comencé a observarla desde mi infancia en la mayoría de los individuos. En parte es una forma de inautenticidad, mas también forma parte de nuestras defensas.
En los 40 años que me he dedicado a este oficio, aprendí mucho con las personas que acompañe en su tentativa de escapar del laberinto en que se encontraban atrapados. Pero no me defino apenas como terapeuta; como soy formado en psicología, la cual me ha proporcionado un campo de investigaciones muy amplio, tanto por sus recursos metodológicos, como por las diversas áreas que le competen, que va desde los fundamentos biológicos del ser humano hasta sus inquietudes metafísicas. No hay plano de la existencia humana que no pueda ser cuestionado e investigado desde una perspectiva psicológica existencial, o de acuerdo con otros enfoques.
Para ser más preciso, diría que me siento muy en mi territorio en lo que se ha denominado desde la época de Dilthey y Jaspers como una psicología comprensiva, es decir, una psicología que se indaga sobre el significado y el sentido de las vivencias y comportamientos humanos en todos los planos, incluido el histórico-social. Este es el enfoque, además, que está presente en todos mis libros.
¿Cuál es o ha sido tu mayor dolor como terapeuta?
Ver muchos pilantras (pillos), granujas disfrazados de terapeutas, ejerciendo este oficio, apelando para todos los trucos; desde las flores de Bach hasta la “terapia de vidas pasadas.” O esos fulanos que llegan a usar el grado de intimidad afectiva con sus clientes para luego entrar en el plano sexual, cobrando incluso la consulta. Más que dolor, existen decepciones en nuestro oficio; ocurre al comprobar que no tenemos recursos suficientes para estimular el despertar de algunos clientes. Que lo único que podemos hacer es ofrecerles nuestra presencia para que no resbalen hacia el abismo.
¿A quien le darías el "premio Nobel” como terapeuta?
R. No consigo imaginar un premio de esta naturaleza para nadie de nuestro oficio. Entiendo que los premios son también una trampa: comprometen al receptor con el donante, que generalmente es una institución que quiere conquistar o neutralizar posibles críticas (no olvidemos que los mayores premios son otorgados por los reyes de Suecia y de España). Supongo entonces que quieres saber a quién otorgaría un galardón de excepcionalidad.
Entre las figuras innovadoras surge en mi campo mental el nombre de Ronald Laing, pero en razón de su trabajo teórico. No tengo claro cual sería su competencia como terapeuta aunque nos ofrece algunas buenas pistas en sus libros. Pienso que Rogers está en la misma posición, pero lo encuentro muy pasivo y sus casos me parecen adecuados para un aconsejamiento. Yo prefiero tratar personas de una grande complejidad existencial, como son los casos que yo mismo he expuesto en “El Inquilino de lo Imaginário” (el caso Omar y el caso Hermes, en especial) y los que componen el libro “Recordando con ira y sin perdón”. (2010) Binswanger también es un gran teórico, pero el relato de sus casos revela las actitudes de su formación psiquiátrica, cuyo ejemplo más notable está justamente en el caso Ellen West. Gusto del estilo de Yalom, ese que muestra en “El verdugo del amor”. Rompe bastante con el estilo del terapeuta omni-comprensivo, sin problemas psicológicos y existenciales, que en parte transmite Rogers. Al Dr. Yaqui Martinez le otorgaría el galardón de excepcionalidad, más por su capacidad discursiva que por su talento como terapeuta, pues hasta ahora no conozco la exposición de sus historias clínicas. Por lo que pude apreciar de la personalidad y por sus escritos, pienso que Pablo Rispo merece igualmente una aureola distintiva. Otro tanto puedo decir de Alvin Mahrer, un hombre de una gran vitalidad, con ese daimon transformador que los griegos atribuían a hombres notables.
¿Quien o qué es para ti un buen terapeuta?
R. Las tres exigencias propuestas por Rogers me parecen indispensables. En Neogénesis propongo siete saberes-actitudes como necesarias. Pero eso no impide hacer un trabajo más incisivo y exigente, sobretodo después que el cliente se entrega al proceso y confía en su terapeuta. Un buen terapeuta sabe confrontar a su cliente con las realidades más profundas, sin tener miedo de contrariar sus ilusiones, programaciones y pretensiones egocéntricas, egoístas y narcisistas, los tres ídolos ante los cuales se prosternan la mayoría de las personas, y que nunca son erradicados del todo porque forman parte de la estructura básica del existente. La tarea del terapeuta es provocar esa confrontación sin desencadenar defensas que terminen en la desistencia del cliente.
¿Has hecho el ridículo o te has avergonzado en tu profesión?
R. NO recuerdo en este momento, pero por hipótesis debo haber cometido errores que no honran mi supuesta competencia. Nunca intenté ser chamán ni gurú con mis clientes; tal vez esta actitud me evitó caer en imposturas o pretensiones excesivas. En otros planos he hecho el ridículo muchas veces, debido a mis pretensiones egóicas excesivas y a mi incapacidad relativa para aceptar las convenciones sociales.
¿Quién es tu filosofo favorito?
R. Son más de uno. Continúan siendo Nietzsche y Sartre, y también Karl Marx. Puede parecer extraño que cite Nietzsche y Marx siendo ellos tan opuestos en todo, pero ya decía en otro momento que en mi están presentes los opuestos, que en general sé controlar debido a un permanente diálogo que mantengo con la dupla faz, que entiendo, además, que existe en todas las cosas. Acepto los postulados básicos del enfoque dialéctico. De todas maneras, en este periodo de mi vida, no me siento discípulo de ninguno de estos pensadores. Sé que ellos, y otros han influenciado mi pensamiento, pero mi visión del mundo emana sobretodo de mi experiencia. Hoy, todos ellos me merecen los más serios reparos. Los tres han errado en aspectos fundamentales; los tres son pretensiosos en grado extremo, aunque Marx fuera menos en razón de su estrechez económica y de su identificación con los de abajo. El hecho de reconocer sus resbalones no impide que los admire. No reverencio ningún ídolo. Detesto toda forma de idolatría. Sartre es pretencioso en el montaje de “El ser y la nada”;. Es alambicado demás para terminar diciendo que “el hombre es una pasión inútil”. No lo es tanto en su modo cotidiano de ser. Las pretensiones aristocratisantes de Nietzsche me parecen una broma él, que vivió con un modesto salario de profesor jubilado. Peregrinando de pensión en pensión. Su timidez en relación a las mujeres desmiente su famosa sentencia de que “es preciso usar el látigo con las mujeres”. Por todas esas contradicciones los admiro. El ente humano es contradictorio de manera insuperable: “Es lo que no es y no es lo que es”, escribe Jean Paul.
¿Cuál ha sido tu más grande locura personal y cual la profesional?
R. Querer ser más de lo que me era posible ser en su época, lo que no fue algo negativo, pero me costó muy caro. Fue en los tiempos de mi adolescencia (mi adolescencia fue tardía, comenzó a los 17, entre los 13 y los 17 precisé trabajar 8 horas por día; soy huérfano desde los 13) y juventud; en ciertas situaciones era fuera de órbita, extravagante tal vez. Hubo muchas locuras, algunas bastante peligrosas, de franca oposición al orden social dominante. No digo que no sobró nada positivo; fue una época muy rica a pesar del enorme sufrimiento que experimentaba. Aprendí con ese aprendizaje que todo lo que me podría acontecer de adverso en el futuro no seria peor de lo que ya había vivido. ¿Locura profesional? Como profesor, acreditar que podría influenciar de manera suficiente a mis alumnos para que llevasen en serio su formación profesional. ¿Otras locuras? Por hipótesis, debe haber, mas mi memoria no quiere en este momento colocarlas en el escenario.
¿Cuál ha sido tu más grande error personal y cual el profesional?
R. En lo personal haber sido injusto y estúpido con una joven que era un modelo de bondad para conmigo y de corrección para todos; la única escusa que tengo para semejante estupidez fue que me debatía entre el abismo y la desesperación. Hasta ahora me duela esa injusticia. ¿Error profesional? Como profesor de psicología, acreditar que mis simientes caerían en tierra propicia. Pienso que las jóvenes que pretenden ser psicólogas ni siempre evalúan las exigencias que impone esta profesión y no llegan a comprender la complejidad humana en sus dimensiones básicas. Esto vale para la mayoría de los estudiantes de este país (50% más uno), pero debe ocurrir algo similar en los otros. La mayoría de las estudiantes entran a estudiar psicología porque tienen una representación errada de su futuro oficio y porque ignoran las oscilaciones del mercado profesional
¿Cual es tu libro favorito?
R Son varios. Toda la obra de Dostoyevski, en especial sus primeros cuentos y novelas, que llegan hasta la edición de “Crimen y Castigo”. Zaratustra fue mi libro-compañero durante mi juventud. Fue mi gran amigo, aunque infló en parte mi arrogancia, que en aquella época era mi manera de sostenerme en pie, erguido. Leo también con agrado lo que escribo, especialmente los textos literarios.
¿Existe la felicidad? ¿Cómo es?
R. La felicidad es ese largo lamento que emerge de nuestras entrañas y se convierte en canto de esperanza y de alegría al transformarse en melodía. La felicidad es sólo un estado momentáneo de contentamiento, a menos que la persona alcance el nirvana búdico, que es una forma de no existir, pues en este estado no hay más posibilidades. Y la existencia es posibilidad y abertura para el futuro.
¿De que se trata la vida para ti?
R. De ir viviéndola, rien plus.
¿Crees que hay algo después de la vida? ¿Qué?
R. Me basta sólo una vida. El eterno retorno de Nietzsche me parece una broma.
¿Crees en un ser superior? ¿Cómo es para ti?
R. Creo en seres superiores; son los grandes Maestros, esos que inauguran una época o señalan nuevas rutas para el mundo. Creo en su poder transformador, inclusive si tienen una etapa de desmantelamiento y de destrucción de la máquina social. Uno de esos seres es Jesús de Nazaret, uno de los mayores revolucionarios de Occidente, cuya rebelión continúa con la antorcha iluminada para quien la quiera llevar adelante. Ese Jesús que esta maniatado y crucificado en la mayoría de las iglesias llamadas cristianas.
Hay otros maestros en otras esferas; uno me emociona siempre: Chaplin. No inauguran una nueva época, pero te marcan con su presencia, incluso si los otros no reciben los beneficios de su presencia. Agustín Gutierrez Córdova es uno de esos maestros que marcaron el inicio de mi adolescencia y hasta ahora me acompaña con su palabra iluminadora.
Supongo que querías saber si creo en un Ser Supremo, que las religiones llaman Dios. Pienso que la Trinidad cristiana y la Trimurti india nos dan la respuesta; son equivalentes y son comprensibles desde la dialéctica, que es muy clara en la Trimurti. Brahma, el creador, Vishnú el conservador. Shiva el renovador. El padre, el espíritu santo y el hijo. En uno de mis libros expongo esta forma de entender este misterio. De todos modos, Dios es el misterium tremendum. ¿Que puedo decir yo de verdadero?
¿Si te concedieran 3 deseos, que pedirías?
R. a) Una mejor distribución de los bienes materiales, de la llamada riqueza de un país; b) una justicia social más severa para los canallas, especialmente los que ocupan altos cargos, sea en el Estado, sea en las empresas. c) Una educación más liberadora y accesible a todos, que tornase a las personas más conscientes de sus responsabilidades y de sus derechos. Reconozco que estos tres pedidos no tienen posibilidades de ser atendidos según el modelo político dominante. Es preciso batallar mucho para conseguirlos. Para mi NO pido nada, nada mismo.
Saludos cordiales…..Emilio
[1] Emilio Romero.- psicólogo nacido en Chile y radicado en Brasil, há escrito más de 17 libros sobre su propia perspectiva y propuesta de una psicología existencial y comprensiva (a veces utilizando seudónimos). Su impulso es fundamental para el desarrollo de la psicoterapia existencial en Latinoamérica.
R. Gustaría que fuéramos discurriendo sin un guión previamente definido. Como una conversación que se va desplegando conforme la inspiración del momento. Ignoro lo que a ti, te interesa indagar. Imagino que no será algo centrado en cuestiones académicas que a esta altura son secundarias para mí. Gustaría contarte algunos encuentros que ya tuve con la muerte y referirme a algunos períodos de tormenta, rabia, fracasos y angustias que me tuvieron entre el desespero y la violencia durante mi adolescencia final y buena parte de mi juventud; entre los 17 y los 31 años. Fueron intervalos de estadías en el infierno, con otros de paz; treguas en una guerra prologada Pero como esta sería una larga historia que ya he narrado en parte, solo en parte, en una novela que aun no publiqué, cuyo título te sugiere su contenido, “Recordando con ira y com-pasión”.
2. Por lo que me consta, has escrito unos 20 títulos sobre la mayoría de las cuestiones que interesan a la psicología. ¿Cómo juzgas tu propia obra?
R. De todos los libros que ya escribí, sólo he publicado los que versan sobre cuestiones psicológicas; los textos literarios hasta ahora no han sido publicados, y tal vez sean los que más me revelan y los que más y mejor expresen mi mundo personal. Son cuentos y novelas. Algunos cuentos ya circulan en revistas, otros están en internet. Ahora quiero hacer un breve comentario sobre los libros que implican una contribución significativa en el campo de la psicología. Voy a referir sólo cuatro. Seria excesivo comentar los 17 que hasta ahora publiqué.
En primer lugar voy a mencionar “Las dimensiones de la vida Humana”. En este texto intento establecer una concepción general de la vida humana en términos existenciales. Procuro formular los postulados, principios y métodos en términos de dimensiones, que me parece ser una vía apropiada para escapar de la pura ontología de los filósofos para entrar a lo óntico en su conexión con lo vivido como actor y espectador. Distingo 8 grandes dimensiones, que incluyen las líneas fundamentales de la existencia, desde lo más primario y visible, el cuerpo, hasta lo más sutil y problemático –el tiempo y el espacio. Acredito que ofrece una buena introducción a una psicología comprensiva, de inspiración existencial y vocación dialéctica.
El libro que más me agrada es “Las formas de la sensibilidad”, que es un tratado sobre la psicología fenomenológica de los afectos. Si algún libro mío consigue salvarse del olvido, quiero creer que será éste. Inclusive ha recibido la consideración de algunos colegas eminentes, lo que me hace pensar que no veo este engendro apenas con los ojos de un padre, deslumbrados por los primeros pasos de su primogénito. Sobre este asunto se ha escrito mucho, mas casi todo lo que se ha hecho carece de fundamentos firmes. Procuro colocar los principios rectores para los estudios en la dimensión de los afectos.
Otro libro que me agrada, y es uno de los más recientes, versa sobre un tema muy complejo y difícil, tanto que la mayoría de los grandes psicólogos no se atreve a abordar; es “El encuentro de sí en la trama del mundo –Personalidad, subjetividad, singularidad”. Elaboro en él una teoría general de la personalidad, de su estructura fundamental y de sus dinamismos. Sé que es un tema que ni todos los existencialistas gustan de abordar. Piensan que el concepto de personalidad destaca demás los aspectos constituidos y constituyentes del ser humano. De hecho la mayoría de las teorías sobre este asunto destacan las programaciones y los factores estructurantes y configurantes, sin insistir en la subjetividad y la singularidad del ente humano. Tuve especial cuidado para evitar esta tendencia, insistiendo justamente en el carácter abierto y en la constante libertad que caracterizan al existente.
El cuarto libro versa sobre terapia; en “Neogénesis” abordo los temas que un terapeuta precisa conocer para hacer un buen trabajo de ayuda, facilitando tanto la superación de las programaciones que entraban el desarrollo de su cliente como estimulando nuevas formas de encarar los desafíos de su realidad. Entrar en los numerosos temas abordados en este libro ocuparía unas 20 páginas, lo que seria caer en lo impertinente.
¿ Cómo sientes que la perspectiva existencial ha influido en tu vida?
R. Fue una influencia gradual, que se fue se diseñando a lo largo de unos 10 años. Comenzó con algunos libros de Sartre. A los 18 anos vi en B.Aires dos obras del filósofo representadas por la Cia de Ibañez-Menta. Huis clos y Las manos sucias. Fue un impacto; Ahí se mostraba como eran las relaciones humanas y como era preciso actuar en el plano político, tal como está en las palabras de Hoederer “en la política es preciso ensuciarse las manos si se quiere mudar alguna cosa”. Luego leí La Náusea, algo tremendo, aunque no entendiera sus tesis centrales y algunas observaciones que ya aparecen en la primera página del libro
Entendí mejor el libro después que lo comentamos con una amigo, Daniel B. que hasta ahora nos frecuentamos. Él era más inteligente, y yo tenía gran admiración por su manera de posicionarse ante los asuntos más diversos. La conversación me indicó que yo había resaltado lo más anecdótico del texto.
La verdad es que ya había comenzado mis lecturas con Freud, que me resultaban fascinantes, sobre todo sus libros antropológicos e históricos. Totem y Tabú, Moises y la religión monoteísta, El Porvenir de una ilusión. Y también era un buen lector de Bertrand Russell, un viejo escéptico y de un raciocinio sin fisuras. Dos autores muy diferentes, y hasta opuestos en todo, pero es de esta manera que me atraen las cosas. Oscilo entre opuestos. Y me siento bien, en uno u otro polo (eso lo capté mucho después). Desde los 17 a los 27 mi formación fue por las vías de lo literario y filosófico en segundo término. En esa época era posible estudiar lenguas sin pagar un centavo. El Goethe Instituto y el Consulado ruso ofrecían cursos gratuitos, dos institutos que frecuenté por un par de años, sin que eso me permitiera competencia en esas lenguas. Estudié literatura europea, rusa y francesa, en especial. Fue por esta avenida que fui entrando en contacto con escritores de cuño existencialista. El teatro de Sartre y de Camus fueron los que me abrieron las puertas para este tipo de enfoque. En los años 60, además, estaba en la moda el existencialismo francés. Inclusive a los 25 años representamos en un grupo de teatro “A puerta cerrada”, siendo yo Garcin. Tenía 25 años y mil fantasías florecían en mi jardín.
Me fui afinando con el existencialismo basado más en mi experiencia de vida que en un estudio minucioso de sus textos filosóficos. Mi vida en aquella época era un drama que oscilaba entre las dificultades materiales y mis escapadas para el espacio imaginario como una forma de refugio para atenuar mi situación de desespero. Fue a partir de los 27 que comencé a estudiar los textos canónicos de esta doctrina.
De todas maneras no me considero un existencialista de capilla, ni mucho menos. No comulgo con ninguna ortodoxia. Algunos de sus principios tienen pleno sentido para mí, pero rara vez permanezco en su formulación “oficial”: simplemente los dialectizo. Acepto la libertad, la finitud, la contingencia, el absurdo, la primacía de la existencia sobre la esencia y algunas categorías más, pero siempre las confronto con sus opuestos. Libertad sin determinismo me parece una bella fantasía; la posibilidad sin la necesidad me parece igualmente una linda promesa. El cuidado, que tanto destaca Heidegger, lo entiendo en su relación con el descuido y la indolencia. En general, somos seres contingentes, pero en el estrecho círculo de nuestros seres más íntimos somos también necesarios. Y es en este círculo donde acontece lo más significativo a nivel personal.
Los existencialistas “radicales”, detestan algunas dicotomías, en especial, subjetivo-objetivo, mundo interno-mundo externo, individuo-sociedad. Olvidan que las dicotomías siempre tienen una raíz común que las sustenta, existiendo entre uno y otra faz de la moneda un factor que los sustenta. Las tres dicotomías indicadas son vertientes de la vida en su expresión. Lo subjetivo se objetiva en el comportamiento. Lo objetivo de una situación se internaliza, se procesa en la trama de la historia personal. Pienso que estos conceptos tienen plena validez: basta que se defina el significado que le damos. Algunos detestan definiciones, olvidando que las palabras ya son definiciones, incluso siendo imprecisas, ambiguas. Y lo que llamamos realidad se caracteriza por su configuración definida, por lo menos en líneas vertebrales. Es verdad que el concepto de ser-en-el mundo nos muestra que hay algo de artificioso en estas dicotomías, mas ellas existen pues corresponden a formas de vida que las acentúan y las configuran con trazos bien notables. Es verdad que estamos insertos en la trama del mundo y en ella circulamos (es incluso la tesis básica de uno de mis libros), pero hay una primacía de la experiencia y de la vivencia -como configuración y estructuración de la experiencia.
¿Cómo ha sido tu experiencia como paciente de psicoterapia?
La primera experiencia fue con un rogeriano; algo breve, cuando pasaba por una de las peores etapas de mi vida (30-31 anos). Nada revelador. El tipo no parecía entender lo que era un tipo atormentado por mil demonios, incluido el problema de aún no encontrar un lugar en el sistema social –era un excluido. La segunda fue con un camarada que me confrontó directamente con algunas realidades bastante elementales pero que yo no había llevado en cuenta. Fue un confronto sin eufemismos ni rodeos. Me gustó. Tuvo efectos inmediatos. Precisaba cambiar de conducta y dirigir mi mirada e intereses para asuntos urgentes. Estaba en el último año de psicología. Todavía las telas de arañas confundían mi visión de las cosas básicas. Era preciso aceptar el principio de realidad, no importa cuan engañoso pueda ser ese principio en algunos casos.
En la secuencia, la tercera experiencia fue la más importante. Cosa extraña, que en cierto modo venía a desmentir la primacía de lo mental-existencial: fue la terapia con LSD. Sí, con una droga liberadora. Con una droga que ataca y reactiva directamente los procesos neuronales. Un verdadero milagro. Estaba viviendo un periodo depresivo-angustioso, cíclico, de 15 meses. Después de media hora de haber tomado la droga, recuperé la realidad plena, la presencia irrecusable del ser. Todas las experiencias narradas por los budistas zen recibían su comprobación vivencial. La experiencia era inefable y las palabras eran ruidos que rodaban por el piso sin afectar las cosas. Los signos escritos en libros era un amontonado de manchitas alineadas en el papel con escaso o nulo significado. ¿Y los seres humanos? Tenían escrito en sus rostros la historia de su vida y las formas de sufrimiento que vivían. Sólo nos niños eran los ángeles que iluminan el ambiente con sus ojos llenos de inocencia. La gente vieja cargaba el cansancio y la muerte en todos los gestos. Algo muy triste. Los sonidos tenían colores de acuerdo con el instrumento. El pensamiento se objetivaba como si se deslizase por las paredes. Había recuperado la experiencia originaria, esa que vivía en mi infancia. La depresión nos encierra en el abismo. De súbito había recuperado la vida en gracia incomparable. En la infancia fui un niño lisérgico.
Bastaron algunas sesiones para que saliera del marasmo existencial en cual me había extraviado. Sorprendente, ¿verdad?
Estos últimos años he repetido esta forma de terapia, con resultados diversos, pero siempre reveladores. NO digo que este tipo de experiencia sea suficiente; mas ayuda bastante. Cuidado: tiene contraindicaciones bastante serias; personas con experiencias condensadas de tipo psicótico pueden entrar en surto prolongado. Algunos entran en el túnel del terror. El terapeuta que usa esta forma de terapia debe ser muy experimentado. Ciertamente la terapia dialógica no puede ser eliminada.
¿Qué es lo que más has aprendido de tu labor como terapeuta al escuchar los dilemas, sufrimientos y conflictos de tus pacientes?
R. Que gran parte de los sufrimientos que atormentan a las personas derivan de programaciones precoces, de falsas representaciones de si y de la realidad, de estar presos en el laberinto de la impostura personal y social. Las normas y exigencias sociales atormentan a gran parte de la población, pues proponen objetivos de vida y comportamientos reñidos, tanto con las posibilidades como con la libertad de las personas. Sartre habla de una neurosis objetiva, esa que estimula el sistema social (véase su Flaubert), que el individuo internaliza desgraciando así su vida. Dilemas, conflictos y sufrimientos son inherentes a la existencia: se trata de cómo lidiar con todo eso. Es lo que un terapeuta procura hacer con su cliente
¿Por qué eres terapeuta?
R. Estaría tentado de responder de la manera más fácil: por que me interesa ayudar a las personas; este es un presupuesto de toda terapia, tarea nada fácil, pero que ofrece buenos elementos para de orientación y sustento para quien procura un terapeuta. Pero hay otro factor: siempre me interesé en conocer los pliegues más íntimos de las personas, esos elementos que permanecen en segundo plano y que incluso se intentan disimular y negar. La dicotomía ocultamiento-revelación; comencé a observarla desde mi infancia en la mayoría de los individuos. En parte es una forma de inautenticidad, mas también forma parte de nuestras defensas.
En los 40 años que me he dedicado a este oficio, aprendí mucho con las personas que acompañe en su tentativa de escapar del laberinto en que se encontraban atrapados. Pero no me defino apenas como terapeuta; como soy formado en psicología, la cual me ha proporcionado un campo de investigaciones muy amplio, tanto por sus recursos metodológicos, como por las diversas áreas que le competen, que va desde los fundamentos biológicos del ser humano hasta sus inquietudes metafísicas. No hay plano de la existencia humana que no pueda ser cuestionado e investigado desde una perspectiva psicológica existencial, o de acuerdo con otros enfoques.
Para ser más preciso, diría que me siento muy en mi territorio en lo que se ha denominado desde la época de Dilthey y Jaspers como una psicología comprensiva, es decir, una psicología que se indaga sobre el significado y el sentido de las vivencias y comportamientos humanos en todos los planos, incluido el histórico-social. Este es el enfoque, además, que está presente en todos mis libros.
¿Cuál es o ha sido tu mayor dolor como terapeuta?
Ver muchos pilantras (pillos), granujas disfrazados de terapeutas, ejerciendo este oficio, apelando para todos los trucos; desde las flores de Bach hasta la “terapia de vidas pasadas.” O esos fulanos que llegan a usar el grado de intimidad afectiva con sus clientes para luego entrar en el plano sexual, cobrando incluso la consulta. Más que dolor, existen decepciones en nuestro oficio; ocurre al comprobar que no tenemos recursos suficientes para estimular el despertar de algunos clientes. Que lo único que podemos hacer es ofrecerles nuestra presencia para que no resbalen hacia el abismo.
¿A quien le darías el "premio Nobel” como terapeuta?
R. No consigo imaginar un premio de esta naturaleza para nadie de nuestro oficio. Entiendo que los premios son también una trampa: comprometen al receptor con el donante, que generalmente es una institución que quiere conquistar o neutralizar posibles críticas (no olvidemos que los mayores premios son otorgados por los reyes de Suecia y de España). Supongo entonces que quieres saber a quién otorgaría un galardón de excepcionalidad.
Entre las figuras innovadoras surge en mi campo mental el nombre de Ronald Laing, pero en razón de su trabajo teórico. No tengo claro cual sería su competencia como terapeuta aunque nos ofrece algunas buenas pistas en sus libros. Pienso que Rogers está en la misma posición, pero lo encuentro muy pasivo y sus casos me parecen adecuados para un aconsejamiento. Yo prefiero tratar personas de una grande complejidad existencial, como son los casos que yo mismo he expuesto en “El Inquilino de lo Imaginário” (el caso Omar y el caso Hermes, en especial) y los que componen el libro “Recordando con ira y sin perdón”. (2010) Binswanger también es un gran teórico, pero el relato de sus casos revela las actitudes de su formación psiquiátrica, cuyo ejemplo más notable está justamente en el caso Ellen West. Gusto del estilo de Yalom, ese que muestra en “El verdugo del amor”. Rompe bastante con el estilo del terapeuta omni-comprensivo, sin problemas psicológicos y existenciales, que en parte transmite Rogers. Al Dr. Yaqui Martinez le otorgaría el galardón de excepcionalidad, más por su capacidad discursiva que por su talento como terapeuta, pues hasta ahora no conozco la exposición de sus historias clínicas. Por lo que pude apreciar de la personalidad y por sus escritos, pienso que Pablo Rispo merece igualmente una aureola distintiva. Otro tanto puedo decir de Alvin Mahrer, un hombre de una gran vitalidad, con ese daimon transformador que los griegos atribuían a hombres notables.
¿Quien o qué es para ti un buen terapeuta?
R. Las tres exigencias propuestas por Rogers me parecen indispensables. En Neogénesis propongo siete saberes-actitudes como necesarias. Pero eso no impide hacer un trabajo más incisivo y exigente, sobretodo después que el cliente se entrega al proceso y confía en su terapeuta. Un buen terapeuta sabe confrontar a su cliente con las realidades más profundas, sin tener miedo de contrariar sus ilusiones, programaciones y pretensiones egocéntricas, egoístas y narcisistas, los tres ídolos ante los cuales se prosternan la mayoría de las personas, y que nunca son erradicados del todo porque forman parte de la estructura básica del existente. La tarea del terapeuta es provocar esa confrontación sin desencadenar defensas que terminen en la desistencia del cliente.
¿Has hecho el ridículo o te has avergonzado en tu profesión?
R. NO recuerdo en este momento, pero por hipótesis debo haber cometido errores que no honran mi supuesta competencia. Nunca intenté ser chamán ni gurú con mis clientes; tal vez esta actitud me evitó caer en imposturas o pretensiones excesivas. En otros planos he hecho el ridículo muchas veces, debido a mis pretensiones egóicas excesivas y a mi incapacidad relativa para aceptar las convenciones sociales.
¿Quién es tu filosofo favorito?
R. Son más de uno. Continúan siendo Nietzsche y Sartre, y también Karl Marx. Puede parecer extraño que cite Nietzsche y Marx siendo ellos tan opuestos en todo, pero ya decía en otro momento que en mi están presentes los opuestos, que en general sé controlar debido a un permanente diálogo que mantengo con la dupla faz, que entiendo, además, que existe en todas las cosas. Acepto los postulados básicos del enfoque dialéctico. De todas maneras, en este periodo de mi vida, no me siento discípulo de ninguno de estos pensadores. Sé que ellos, y otros han influenciado mi pensamiento, pero mi visión del mundo emana sobretodo de mi experiencia. Hoy, todos ellos me merecen los más serios reparos. Los tres han errado en aspectos fundamentales; los tres son pretensiosos en grado extremo, aunque Marx fuera menos en razón de su estrechez económica y de su identificación con los de abajo. El hecho de reconocer sus resbalones no impide que los admire. No reverencio ningún ídolo. Detesto toda forma de idolatría. Sartre es pretencioso en el montaje de “El ser y la nada”;. Es alambicado demás para terminar diciendo que “el hombre es una pasión inútil”. No lo es tanto en su modo cotidiano de ser. Las pretensiones aristocratisantes de Nietzsche me parecen una broma él, que vivió con un modesto salario de profesor jubilado. Peregrinando de pensión en pensión. Su timidez en relación a las mujeres desmiente su famosa sentencia de que “es preciso usar el látigo con las mujeres”. Por todas esas contradicciones los admiro. El ente humano es contradictorio de manera insuperable: “Es lo que no es y no es lo que es”, escribe Jean Paul.
¿Cuál ha sido tu más grande locura personal y cual la profesional?
R. Querer ser más de lo que me era posible ser en su época, lo que no fue algo negativo, pero me costó muy caro. Fue en los tiempos de mi adolescencia (mi adolescencia fue tardía, comenzó a los 17, entre los 13 y los 17 precisé trabajar 8 horas por día; soy huérfano desde los 13) y juventud; en ciertas situaciones era fuera de órbita, extravagante tal vez. Hubo muchas locuras, algunas bastante peligrosas, de franca oposición al orden social dominante. No digo que no sobró nada positivo; fue una época muy rica a pesar del enorme sufrimiento que experimentaba. Aprendí con ese aprendizaje que todo lo que me podría acontecer de adverso en el futuro no seria peor de lo que ya había vivido. ¿Locura profesional? Como profesor, acreditar que podría influenciar de manera suficiente a mis alumnos para que llevasen en serio su formación profesional. ¿Otras locuras? Por hipótesis, debe haber, mas mi memoria no quiere en este momento colocarlas en el escenario.
¿Cuál ha sido tu más grande error personal y cual el profesional?
R. En lo personal haber sido injusto y estúpido con una joven que era un modelo de bondad para conmigo y de corrección para todos; la única escusa que tengo para semejante estupidez fue que me debatía entre el abismo y la desesperación. Hasta ahora me duela esa injusticia. ¿Error profesional? Como profesor de psicología, acreditar que mis simientes caerían en tierra propicia. Pienso que las jóvenes que pretenden ser psicólogas ni siempre evalúan las exigencias que impone esta profesión y no llegan a comprender la complejidad humana en sus dimensiones básicas. Esto vale para la mayoría de los estudiantes de este país (50% más uno), pero debe ocurrir algo similar en los otros. La mayoría de las estudiantes entran a estudiar psicología porque tienen una representación errada de su futuro oficio y porque ignoran las oscilaciones del mercado profesional
¿Cual es tu libro favorito?
R Son varios. Toda la obra de Dostoyevski, en especial sus primeros cuentos y novelas, que llegan hasta la edición de “Crimen y Castigo”. Zaratustra fue mi libro-compañero durante mi juventud. Fue mi gran amigo, aunque infló en parte mi arrogancia, que en aquella época era mi manera de sostenerme en pie, erguido. Leo también con agrado lo que escribo, especialmente los textos literarios.
¿Existe la felicidad? ¿Cómo es?
R. La felicidad es ese largo lamento que emerge de nuestras entrañas y se convierte en canto de esperanza y de alegría al transformarse en melodía. La felicidad es sólo un estado momentáneo de contentamiento, a menos que la persona alcance el nirvana búdico, que es una forma de no existir, pues en este estado no hay más posibilidades. Y la existencia es posibilidad y abertura para el futuro.
¿De que se trata la vida para ti?
R. De ir viviéndola, rien plus.
¿Crees que hay algo después de la vida? ¿Qué?
R. Me basta sólo una vida. El eterno retorno de Nietzsche me parece una broma.
¿Crees en un ser superior? ¿Cómo es para ti?
R. Creo en seres superiores; son los grandes Maestros, esos que inauguran una época o señalan nuevas rutas para el mundo. Creo en su poder transformador, inclusive si tienen una etapa de desmantelamiento y de destrucción de la máquina social. Uno de esos seres es Jesús de Nazaret, uno de los mayores revolucionarios de Occidente, cuya rebelión continúa con la antorcha iluminada para quien la quiera llevar adelante. Ese Jesús que esta maniatado y crucificado en la mayoría de las iglesias llamadas cristianas.
Hay otros maestros en otras esferas; uno me emociona siempre: Chaplin. No inauguran una nueva época, pero te marcan con su presencia, incluso si los otros no reciben los beneficios de su presencia. Agustín Gutierrez Córdova es uno de esos maestros que marcaron el inicio de mi adolescencia y hasta ahora me acompaña con su palabra iluminadora.
Supongo que querías saber si creo en un Ser Supremo, que las religiones llaman Dios. Pienso que la Trinidad cristiana y la Trimurti india nos dan la respuesta; son equivalentes y son comprensibles desde la dialéctica, que es muy clara en la Trimurti. Brahma, el creador, Vishnú el conservador. Shiva el renovador. El padre, el espíritu santo y el hijo. En uno de mis libros expongo esta forma de entender este misterio. De todos modos, Dios es el misterium tremendum. ¿Que puedo decir yo de verdadero?
¿Si te concedieran 3 deseos, que pedirías?
R. a) Una mejor distribución de los bienes materiales, de la llamada riqueza de un país; b) una justicia social más severa para los canallas, especialmente los que ocupan altos cargos, sea en el Estado, sea en las empresas. c) Una educación más liberadora y accesible a todos, que tornase a las personas más conscientes de sus responsabilidades y de sus derechos. Reconozco que estos tres pedidos no tienen posibilidades de ser atendidos según el modelo político dominante. Es preciso batallar mucho para conseguirlos. Para mi NO pido nada, nada mismo.
Saludos cordiales…..Emilio
[1] Emilio Romero.- psicólogo nacido en Chile y radicado en Brasil, há escrito más de 17 libros sobre su propia perspectiva y propuesta de una psicología existencial y comprensiva (a veces utilizando seudónimos). Su impulso es fundamental para el desarrollo de la psicoterapia existencial en Latinoamérica.
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