Pensaba que, por haber sido todos nosotros niños antes que hombres, y habernos hecho falta, durante largo tiempo, ser gobernados por nuestros apetitos y por nuestros preceptores, los cuales a menudo se contradecían, y acaso no nos aconsejaban, ni los unos ni los otros, siempre lo mejor, es entonces casi imposible que nuestros juicios sean tan puros o tan sólidos como lo hubieran sido en caso de haber dispuesto enteramente de nuestra razón desde nuestro nacimiento, y no haber sido conducidos, entonces más que por ella. Descartes, Discurso del método
No hay comentarios:
Publicar un comentario