@psicoletrazaragoza
Rodrigo Córdoba Sanz
Dice Norbert Bilbeny (catedrático y ensayista español), que la locura del que no está loco mantiene en vilo a los psiquiatras.
La locura cuerda, la que empleamos para adaptarnos a nuestro ambiente, para sobrevivir.
La cultura de supervivencia crea reglas propias de grupo, lentes mediante las cuales la vida se ve diferente.
Un psiquiatra de Río de Janeiro puede contestarte que muchos de los pacientes que él trata, chicos de la calle, habitantes de las favelas, viven en un entorno socialmente psicopático, totalmente normalizado.
La normalidad no es del individuo, sino de la sociedad.
Por ello, no es fácil determinar qué es una conducta normal y cuál es patológica:
¿Dónde está el límite, quién lo establece?
¿Cuántas veces ha arrojado la sociedad al campo de lo psiquiátrico todo aquello en lo que no quiere reconocerse?
Podemos determinar con exactitud el funcionamiento normal de un corazón, de un aparato respiratorio y digestivo, pero no el de la personalidad.
Manuel Desviat (psiquiatra español), dice lo siguiente sobre la etiología psiquiátrica:
“... puede haber una herencia maldita, una falla neurobiológica, maltrato y abuso de los padres, vulnerabilidad biológica y psicológica, pero sobre todo hay una gran incompetencia de la sociedad, una idiocia moral que no solo posibilita las conductas psicopáticas sino que las difunde y a veces convierte en modelos de consumo.”
Así que tengamos, por favor, mucho cuidado.
Con el trato al paciente, con los diagnósticos, con la mirada.
¿Cómo afrontar todo esto?
Estudiando, formándose, empatizando y queriendo escuchar y sanar.
Los trastornos de personalidad son un laberinto, con miles de entradas y salidas, con curvas y aperturas que no son lo que parecen.
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