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Paz y Ciencia

miércoles, 8 de julio de 2015

Entrevista a Carlos Castilla del Pino

DOCUMENTOS

Charla con el psiquiatra Carlos Castilla del Pino sobre Celos, Locura, Muerte, mantenida en 1995 con motivo de la publicación del libro del mismo título en Editorial. Debate, y rescatada ahora de los archivos de nuestro colaborador Joaquín Santaella. .  La entrevista ha permanecido inédita hasta hoy, pero conserva la actualidad que corresponde al asuntoEl doctor Castillo del Pino acaba de sacar su último libro -va por la tercera edición diciembre 2000-  Teoría de los Sentimientos en Tusquets Editores    
                   
     
Carlos Castilla del Pino
por
©Joaquín Santaella

       Pregunta.- ¿Qué demonios son los celos?
     Respuesta.- Los celos se han definido como la angustia ante la pérdida del objeto amado, pero en realidad yo difiero por completo de esta definición. Para mi los celos son la angustia ante la posibilidad de que el objeto del deseo  -que no necesariamente es el objeto amado-  te sea sustraído por otra persona. Si no hay rival, no hay celos.
     Cuando digo que no necesariamente sea objeto amado no quiero decir que el celoso no ame al objeto, pero no es una condición necesaria. Incluso sostengo la tesis de que el celoso necesariamente odia al objeto, aunque en otros momentos lo puede amar. Lo odia en la medida en que es un objeto que puede cuestionar su identidad. Así, en el momento en que se sospecha de alguien, ese alguien es un objeto hostil, del cual se desconfía porque puede hacer daño.
     También es muy frecuente el celoso que se casa o empareja con personas que son muy atractivas desde el punto de vista erótico, porque el celoso, que es un inseguro, está utilizando ese objeto como forma de apuntalar su inseguridad, o el resto de seguridad que aún posee. El celoso está bloqueado para amar, porque en el momento en que ama o desea a un objeto, ya está sospechando de él y entonces ya no puede amarlo.
     P.- ¿Se puede llegar a superar los celos, o tienen algo de  positivo que tal vez convenga mantener?
     R.- No, los celos son insuperables porque responden a una profunda insuficiencia de la persona, y nunca es positivo sentir celos. Ya Cervantes habla en "La Gitanilla" de "la enorme pestilencia de los celos". Los celos son un veneno que se interfiere en una relación interpersonal.
     P.- Celos, locura, muerte...¿se trata de una        secuencia?
     R.- No es una secuencia. Yo he trabajado mucho el tema de la locura y hecho bastante pesquisa acerca de qué es lo que caracteriza a toda conducta que llamamos loca o psicótica, pero como eso en psicopatología es una cuestión que no está hecha del todo, pues escribí una especie de síntesis para ponerla con claridad y cierto ánimo divulgador.
     En cuanto a la muerte, entiendo que existen dos actitudes: una ante la muerte en sí y otra ante el morirse, como dos cosas distintas. Y después lo de los celos, un asunto sobre el que paradójicamente se ha trabajado poco en psicopatología. Lo han tratado mucho los literatos, la tragedia griega, Tirso de Molina, Shakespeare por supuesto, más tarde Flaubert, Tolstoi, sobre todo Marcel Proust, y Cervantes, que tiene una teoría muy curiosa, y es que el celoso, al desconfiar, está provocando el que se le engañe; entonces se le engaña por desconfiado y resulta que es una especie de venganza que se toma aquella persona de la cual se desconfía inmerecidamente.
     P.- La muerte, por supuesto no 'el morirse', ¿se puede     superar?
     R.- La muerte de un ser querido es un trauma, pero del que te recuperas por medio de ese proceso llamado 'duelo', que consiste en ir eliminando la imagen del objeto, que se va borrando hasta el momento en que te incorporas a la vida sin ella.
    P.- Hablemos del amor y el odio.
     R.- El odio lo considero destructivo, y todo eso desequilibra mucho. Yo creo que los sentimientos tienden mucho al alboroto y por ello es necesario procurar estabilizarlos a través del ejercicio mismo de la racionalidad sobre la vida afectiva. Yo no creo que se perturbe la vida afectiva porque ejerzamos sobre ella una racionalidad, sino todo lo contrario. En fin, quieres a una persona y, además, encuentras motivos para quererla. Por eso desconfío de los quereres puramente irracionales o pasionales, pues eso se agota en seguida.
     P.- ¿Cómo abordamos la locura?
     R.- Lo importante es tener una conceptualización clara de lo que es la locura. La locura es un trastorno del juicio, y el juicio es la exacta percepción de lo que acontece en un momento determinado. Una cosa es cometer errores de interpretación, que se corrigen, y otra instalarse en el error y montar toda la vida en torno a él... En fin, lo de Don Quijote: una vez que me creo que soy caballero andante todo lo demás viene por añadidura. El loco es el que se instala en el error, pero nunca voluntariamente. La locura es una desgracia.     
     P.- ¿Es posible tener conciencia de la locura?
     R.- Bueno, ese es un problema que acontece a veces cuando la locura está empezando. Cuando el sujeto está instalándose en ese error a veces tiene sus dudas sobre si está sano o cuerdo, y son momentos muy angustiosos. Es el caso de cuando aparece la psicosis, la esquizofrenia, y se pasan unos días que se conocen por 'trema'; una angustia o perplejidad, éstas voces que oigo, ¿son voces de mi cabeza, o son voces de fuera?, ¿de donde vienen?, ¿del techo o del rincón? Entonces piensa que se está volviendo loco.
     P.- ¿Pueden ser los celos o el amor una vía de acceso a la  locura como instalación en un error?
     R.- Si, y entonces tenemos el llamado "delirio de celos", o "paranoia de celos", o "celotipia", pero que yo prefiero llamar "delirio de infidelidad", porque el celoso es un sospechoso, pero no considera que su pareja le es infiel, mientras que el delirante lo afirma.
     En cuanto a la frustración amorosa, no sólo puede llevar a una depresión, y a veces a la locura, sino que, además, en determinadas épocas histórico-culturales se ha cultivado eso, como en el romanticismo. Toda pasión puede llevar a la locura, sea la amorosa, la celosa o la del odio.
     P.- ¿Tiene cura la locura?
     R.- Si, pero lo que ocurre es que esa 'desinstalación' del sujeto con respecto a su error ocurre por una vía indirecta, nunca por la discusión. No se puede curar a un loco por el argumento. La única vía es la médica, con medicación. Todo ocurre en el cerebro, como es natural. Si el cerebro se perturba, conduce al error, como cuando se perturba en las zonas motoras y conduce a una parálisis de pierna o brazo 
     P.- Aprecio en esta entrevista frecuentes referencias literarias, sobre todo cervantinas. ¿Cómo se plantea usted la escritura?
     R.- Para mi, la escritura es un instrumento que está al servicio del pensamiento y de la reflexión y yo no me reconozco con dotes de escritor. Me interesa más transmitir la reflexión, más comunicar la reflexión que hacer literatura.
     Como lector, necesito, por una parte, que la novela me distraiga, me agarre y me apasione, pero al mismo tiempo no me apasiona si realmente la novela no me parece literariamente verosímil.
     P.- ¿Y la poesía?
     R.- Bien, la disposición ante la poesía es completamente distinta por la licencia poética. El poeta exige un pacto con el lector que consiste en "póngase en mi lugar, pues yo no le voy a transmitir verosimilitudes, sino imágenes", en tanto que el pacto con el novelista es aceptar que "mientras esté usted leyendo la novela lo que le voy a contar no tiene porque responder a la verdad", pero sí ser verosímil. Por eso hay novelas fallidas, porque a tal personaje no le casa determinada actuación. Una vez que creas un personaje... Por ejemplo, el Quijote, otra vez: tanto sus locuras como sus corduras responden a su lógica. 

                            Joaquín Santaella -Periodista-

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