Al niño le sucede una cosa, pero es nombrado desde la interpretación de lo que le sucede a otra persona. Simplemente cuando somos niños aún no tenemos palabras para nombrar lo que nos pasa.
Es posible que yo sea un niño insistente y tenga tanta vitalidad que nadie pueda dejar de oírme, pero también es probable que sea una reacción desesperada en busca de amor, aunque ESO nadie lo haya nombrado.
Fuente: Laura Gutman: "El poder del discurso materno"
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