Cuanto más se medita, mayor es la capacidad de percepción y más fina la sensibilidad, eso puedo asegurarlo. Se deja de vivir embotado, que es como suelen transcurrir nuestras vidas. La mirada se limpia y se comienza a ver el verdadero color de las cosas. El oído se afina hasta límites insospechados, y empiezas a escuchar - y en esto no hay ni un gramo de poesía- el verdadero sonido del mundo. Todo, hasta lo más prosaico, parece más brillante y sencillo [...]
Pablo d'Ors
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