Alimentar al bebé durante las primeras semanas es algo brillante y muy hermoso. Supone un acoplamiento divino. La madre pone en juego su dotación genética venida de el Dios de los dioses. Ver esa escena es una imagen que pone los pelos de punta por la linda emoción de ver tan íntínimo momento. El cielo y la tierra, como la leyenda, se enamoran y se juntan. Un arcoiris que construyen madre e hija. Nunca imaginé, a pesar de haber leído a Winnicott nada parecido. El papel se lo lleva el viento.
Rodrigo Córdoba Sanz
Psicólogo y psicoterapeuta
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