La capacidad de maravillarse viene de la inocencia de una mirada nueva. Los místicos de todas las tradiciones hablan de ese estado que se acerca a la infancia, de ese estado que se acerca a la inocencia. La presencia nos conduce más allá del juicio, del saber, del aburrimiento de conocer ya el mundo...
Una práctica del chan, el zen chino, nos introduce en este estado de espíritu: Intenta ver las cosas, sin nombrarlas, sin compararlas. Es algo extremadamente difícil, pero al menos no puede revelar el hecho de que estamos siempre nombrando, describiendo, comparando.
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