Yo, de niño, temía que el espejome mostrara otra cara o una ciegamáscara impersonal que ocultaríaalgo sin duda atroz. Temí asimismoque el silencioso tiempo del espejose desviara del curso cotidianode las horas del hombre y se hospedaraen su vago confín imaginarioseres y formas y colores nuevos.(A nadie se lo dije; el niño es tímido).Yo temo ahora que el espejo encierreel verdadero rostro de mi alma,lastimada de sombras y culpas,el que Dios ve y acaso ven los hombres.
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