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Paz y Ciencia

sábado, 21 de julio de 2012

Sobre la genialidad de Octavio Paz



Octavio Paz Lozano fue un destacado escritor y diplomático nacido durante la Revolución en Ciudad de México el 31 de marzo de 1914, y fallecido en la misma ciudad el 19 de abril de 1998. Dadas las actividades políticas del padre, que lo mantenían fuera de casa por largos períodos, su crianza estuvo a cargo de su madre, una tía y su abuelo paterno, novelista que influyó mucho en sus primeros contactos con la Literatura. Su variada vida profesional abarcó desde la participación en la Embajada de México en la India hasta la docencia en numerosas universidades estadounidenses.
Su obra, influenciada desde temprano por poetas europeos de la talla de Juan Ramón Jimenénez y Antonio Machado, comprende tanto denuncias de carácter social como análisis de naturaleza existencial. Entre sus poemarios destacan "Libertad bajo palabra" y "Salamandra". El ensayo "La búsqueda del comienzo" es un buen ejemplo de su encuentro con el surrealismo en Francia. A su extensa y rica producción literaria deben sumarse las traducciones, como ser su versión en español de "Antología de Fernando Pessoa", sobre poemas del escritor portugués. Su estilo se ha transformado a lo largo de los años, producto de la apertura mental e ideológica del escritor, que nunca dudó en experimentar y adaptarse a las nuevas tendencias.

OCTAVIO PAZ

LA POESÍA

¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?
Llegas, silenciosa, secreta, armada,

tal los guerreros a una ciudad dormida;
quemas mi lengua con tus labios, pulpo,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia sin fin
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas
con un secreto fuego indestructible.

Pero insistes, lágrima escarnecida,
y alzas en mí tu imperio desolado
.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa sustancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente
y haces proféticos mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
sustancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.


Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
sustancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca

Universidad Iberoamericana León
Dignidad y Existencia Humana

El laberinto de la Soledad, Octavio Paz
Introducción

 En el laberinto de la soledad, escrito por Octavio paz, se nos conduce por el camino de la reflexión y los cuestionamientos, del amor y la duda, de la vida y la muerte. Es precisamente, el carácter analítico de su obra, el laberinto de la soledad es principalmente un estudio que Paz nos realiza del mexicano en sentido general, no del criollo ni el mestizo, no del indígena, ni el descendiente de padres o abuelos extranjeros, sino de todos ellos en sentido general y muchos más. Su vigencia es impactante, puesto que podemos observar que los conceptos manejados y continuamente señalados por el aún en la actualidad continúan vigentes y enriquecen en nosotros como pueblo el sentido de identidad.
Máscaras mexicanas.
Se nos habla de igual modo de las diversas facetas en las cuales se desarrolla el mexicano, es un ser singular, pero sin embargo, él siempre se encuentra alejado del mundo y de todos aquellos que lo conforman y le son cercanos. Lejos incluso de sí mismo. Con la capacidad de hacer uso del silencio, además de la palabra, como un mecanismo destinado a su protección.
El poeta reflexiona acerca del poder verdadero que la palabra misma puede tener sobre el mexicano. Esto es visible con el hecho de que términos como “rajarse”, dan a conocer el alto grado de machismo que cada uno de nosotros intrínsecamente llevamos dentro desde el momento de ser concebidos como miembros de este pueblo. Nos menciona el tan tremendamente mexicano albur. Aquél lenguaje secreto, siempre ingenioso, de fuertes connotaciones principalmente sexuales que con frecuencia atraca, desafía, y que tiene como principal finalidad el demostrar nuestro carácter cerrado frente al mundo.
El mexicano según señala, frecuentemente utiliza máscaras para de este modo resguardar su privacidad e intimidad, a menudo no presta interés al cuidado de estos elementos [...]



EL LABERINTO DE LA SOLEDAD
OCTAVIO PAZ


Viejo, adolescente, criollo, mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad como de la ajena, ni siquiera se atreve a rozar con los ojos al vecino; una mirada puede desencadenar la cólera de esas almas cargadas de electricidad. Atraviesa la vida como desollado; todo puede herirle, palabras y sospecha de palabras. Su lenguaje esta lleno de reticencias, de figuras y alusiones, de puntos suspensivos; en su silencio hay repliegues, matices, nubarrones, arcoíris súbitos, amenazas indescifrables.
Aun en la disputa prefiere la expresión velada a la injuria: “al buen entendedor pocas palabras”. En suma, entre la realidad y su persona establece una muralla, no por invisible menos infranqueable, de impasibilidad y lejanía.
El mexicano siempre esta lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos también de sí mismo.
El lenguaje popular refleja hasta que punto nos defendemos del exterior: el ideal de la “hombría” consiste en no “rajarse” nunca. Los que se “abren” son cobardes. Para nosotros contrariamente a lo que ocurre en otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, “agacharse”, pero no “rajarse”, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El “rajado” es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe.
El hermetismo es un recurso de nuestro recelo y desconfianza. Muestra que instintivamente consideramos peligroso al medio que nos rodea. Esta reacción se justifica si se piensa en lo que ha sido nuestra historia y en el carácter de la sociedad que hemos creado [...]

http://youtu.be/JxEtbd4K4GU CHAMBAO- Entre Dos Aguas-

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